Kate y Howard II

jueves, 23 de junio de 2011

Kate y Howard II

Que fueron dos niños mimados es evidente, pero sus infancias descarrilaron por sendas tragedias. Katharine Hepburn (1907-2003) era hija de un urólogo de Connecticut y de una sufragista. Sus padres defendían la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. Kate incluso llevó ropa masculina durante una época y exigía que la llamasen Jimmy porque pensaba que los chicos se divertían más [Otra teoría: se vistió como un chico e hizo que la llamaran Jimmy después de la muerte de su hermano Tom que se suicidó con 15 añosIdolatraba a su hermano mayor, Tom. Hepburn consideraba que el momento decisivo de su vida ocurrió a los 14 años, cuando descubrió el cuerpo sin vida de su hermano, ahorcado en un ático.] El forense dictaminó suicidio, pero ella nunca lo aceptó. «Era un chico alegre y lleno de vitalidad. Estoy segura de que estaba intentando hacer un truco que nos enseñó mi padre, pero salió mal. Su muerte marcó la filosofía de mi vida: ser independiente, separarme de los demás para no volver a experimentar el dolor que sentí cuando murió.» La adolescente se sumió en una depresión. Dejó de ir al instituto durante meses. Durante décadas celebró el cumpleaños de Tom en lugar del suyo.

Howard y Kate


En cuanto a Howard Hughes (1905-1976), nació en Texas. Su padre inventó una broca para la extracción de petróleo y se hizo millonario. Su madre era sobre protectora y padecía microfobia, terror a los gérmenes. Lavaba a su hijo a todas horas con un jabón de lejía. Murió cuando Hughes tenía 17 años. Un par de años más tarde falleció su padre. A la tristeza se sumó la progresiva pérdida de oído y su carácter obsesivo. «Creo que lo que más atraía a Howard de mí eran mi voz y mi dicción. Hay gente que encuentra mi timbre irritante, pero Howard podía escucharme porque yo hablo alto y claro. A veces había que susurrarle al oído, si le interesaba mucho lo que estabas contando. Si no, podías gritárselo con un altavoz y no te escuchaba», rememoraba Hepburn. «Era imponente. Alto, delgado. Yo fingía que no me impresionaba, pero era muy consciente de que era una persona extraordinaria. No nos sentíamos normales. Mi madre me advirtió que tuviese cuidado, porque estaba despertando la envidia de las mujeres a las que no cortejan aviadores. Me importaba un bledo. Howard tenía más encanto que las películas de Hollywood, porque su vida y sus aventuras eran reales.»



Los dos se habían casado jóvenes y se habían divorciado. «Desde el principio, nuestra relación estuvo cargada de electricidad sexual. Howard era el hombre más tímido con el que estuve nunca. Pero luego se desató, nos desató la pasión. No teníamos inhibiciones. Y nos sobraban salud y energía. Aprendí más sobre mí misma que sobre Howard. Fue algo misterioso, sorprendente. Teníamos la edad perfecta para la pasión: 30 años. A Howard no le gustaban las mujeres frágiles. Y yo era casi una atleta. Además, me habían educado para sentirme cómoda con la desnudez propia y ajena.» De hecho, su ex marido, el empresario Ludlow Ogden Smith, le pidió durante el noviazgo hacerle unas fotos semidesnuda. «¿Por qué hacer las cosas a medias?», lo desafió Hepburn, cuyo expediente académico en el prestigioso Bryn Mawr College estaba salpicado de faltas disciplinarias por fumar, saltarse el toque de queda y bañarse en cueros en una fuente. «Posé sin ropa y los retratos me encantaron. Estaba orgullosa de mi cuerpo.» El matrimonio con Ogden Smith duró seis años. «Fui un desastre como esposa. Ni siquiera lo intenté en serio. Fui egoísta y siempre antepuse mi carrera», reconoció Hepburn. Se divorciaron dos veces. La primera en México, pero no estaban seguros de la legalidad del trámite y, por si acaso, volvieron a divorciarse en Estados Unidos. «No tengo quejas de él. Estaba muy agradecido porque le di mi virginidad. Como amante, era considerado y gentil. Acostarse con él era agradable, aunque me pareció que la gente valoraba demasiado el sexo. Siempre fui una sabelotodo... Con Howard me di cuenta de que era posible algo más. Mi madre, que me había educado para ser una mujer antes que una esposa, no me había contado eso. Algunas cosas tienes que aprenderlas por ti misma. Sin inhibiciones. Sin sentirte avergonzada o preguntarte qué pensará tu pareja sobre ti después de hacerlas.»


Kate Hepburn
Su relación consistió en una larga luna de miel interrumpida sólo por los rodajes de Hepburn y las hazañas de aviación de Hughes, que batió un récord al dar la vuelta al mundo en tres días y 19 horas. La actriz se alojaba en la mansión de 30 habitaciones del cineasta, donde tenía una suite y una limusina con chófer para ella. Un cocinero les preparaba cualquier plato a cualquier hora. Después de hacer el amor, se atiborraban a helados.

Hughes la enseñó a pilotar. «Volamos por todas partes. Con Howard no tenía ni pizca de miedo. Me sentía como un pájaro.» A Hepburn le entusiasmaba el hidroavión de Hughes, con el que amerizaban en cualquier lugar que les gustase. Entonces ella se quitaba la ropa y se zambullía en el mar, saltando desde un ala.

«Cuando no estaba con él, no sé si me era fiel. No estábamos comprometidos. No habíamos hablado del futuro, aunque él me pidió matrimonio varias veces. Nunca dije que sí. Nunca dije que no.» Hughes siguió pidiéndole a Kate que se casaran. «Era muy serio y muy intenso. Y escogía momentos románticos, pero nunca me lo preguntó cuando estábamos en la cama. Me dijo: ‘Kate, nunca te fíes de un hombre que te pide matrimonio cuando quiere acostarse contigo. Dirá lo que sea y se olvidará con la misma facilidad’. Agradecí su consejo, pero no me hacía falta. No estaba buscando un marido, ni siquiera a Howard.» En vista de su posterior descenso a la chifladura más absoluta, cuando vivió durante años como un ermitaño, con el pánico a los microbios y dilapidando su fortuna en producciones que se prolongaban durante meses porque a una actriz le sentaba mal un vestido, o no estaba satisfecho con el realismo de una batalla aérea (en uno de sus rodajes murieron tres pilotos), Hepburn quizá salió bien librada. Puede que intuyese que Hughes tenía serios problemas que aflorarían y no quiso dar el paso de comprometerse, aunque nunca le recriminó nada.


Howard
«Alguien puede decir que los dos éramos unos maniáticos de la limpieza. Mientras estuvimos juntos, el asunto siempre estuvo dentro de los límites de lo razonable, aunque fuese algo obsesivo. Yo incluso creí que estaba más obsesionada que él. Nos lavábamos las manos mucho tiempo. Y el agua debía estar muy caliente.» Hepburn cree que el descenso a los infiernos de Hughes empezó en 1946, cuando sufrió un accidente de aviación. Su aparato se estrelló en Beverly Hills y se incendió. Hughes salvó la vida de milagro, pero sufrió graves quemaduras y no le quedó un hueso sano. «Desde entonces vivió cada minuto de su vida con dolor. Y el dolor, como la sordera, te aísla del mundo. Llegó un momento en que estaba atrapado y vivía dentro de su propia mente.» Se convirtió, además, en adicto a la morfina.



La historia de amor acabó en 1938, después de que un huracán arrasase Connecticut y una riada destruyese la casa familiar de los Hepburn. Kate, que estaba de visita, escapó con su madre, descolgándose con una cuerda por una ventana. La casa fue arrastrada por las aguas. Al día siguiente llegó el avión de Hughes, cargado de agua embotellada. Un gesto engañosamente generoso… «Supongo que se cansó de oírme decir \\\''\''no\\\''\'' cada vez que me pedía casarse conmigo. Lo supe a ciencia cierta después del huracán. Cuando su avión aterrizó y otra persona salió de él. Pensé que iba a ser Howard, pero no. Había mandado a otro piloto a traernos el agua. Cuando pienso en ello, es como si esas botellas llevasen un mensaje dentro. Y el mensaje era que lo nuestro había terminado.»


Fuente: XLSemanal (Carlos Manuel Sánchez)

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