noviembre 2014

martes, 25 de noviembre de 2014

Subastas: el piano de Casablanca...

Puede que sea el piano más conocido de la historia del cine. El famoso instrumento de Sam ha sido subastado por 3,41 millones de dólares (unos 2,7 millones de euros) en Nueva York, en un tiempo de poco más de tres minutos, frente a una sala repleta de curiosos y posibles compradores.

Así era en realidad el piano en blanco y negro de Casablanca.

El piano, que es en realidad de color anaranjado y tiene motivos marroquís, era la estrella de una subasta en la que también se "rifaban" cientos de recuerdos de la época dorada de Hollywood, de los que una treintena pertenecían a la película Casablanca. Estaba, también, el disfraz de león de El Mago de Oz, que se ha vendido por 3,07 millones de dólares.

Vestidos de Grace Kelly, Marilyn Monroe, Judy Garland o Rita Hayworth, una chaqueta que llevó Clark Cable en Lo que el viento se llevó, y decenas de fotografías originales, también compartían "escenario" con el piano de Casablanca.


El piano era omnipresente en la cinta protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en 1942. En sus teclas tocaba Sam (interpretado por Dooley Wilson) la melodía ya clásica de "As time goes by". "Tócala otra vez, Sam". ¿Quién no recuerda aquella frase?". En su interior se habían guardado los visados para que Víctor Laszlo y su mujer Ilsa Lund huyeran.

Fabricado en 1927, este piano sólo tiene 58 teclas, 30 menos que un piano moderno. Había pertenecido a un dentista de Los Ángeles desde los años 80. Casablanca es, según el Instituto Americano del Cine, una de las tres grandes películas de todos los tiempos, junto a Ciudadano Kane y El Padrino.

Fuente: El Mundo

lunes, 10 de noviembre de 2014

Audrey Hepburn. Photographs 1953-1966

"Para ser sincero, la primera vez que vi a Audrey no sabía muy bien qué hacer con ella. Huelga decir que no era la típica estrella en ciernes, que era lo que me habían enviado a fotografiar. La observé al otro lado de la sala mientras la fotografiaba Bud Fraker, y supe que tenía algo..., pero no atiné a determinar qué era hasta que por fin me la presentaron. Entonces aquella sonrisa radiante suya se me clavó directamente en el entrecejo y me calentó por dentro como un chupito de whisky". Esa fue la impresión que le causó al fotógrafo de las estrellas de Hollywood Bob Willoughby una por entonces prácticamente desconocida Audrey Hepburn en 1953.

Sean, el hijo de Audrey y Mel Ferrer, juega con su madre y James Garner.
Copyright: 2010 Bob Willoughby

Hepburn acababa de terminar el rodaje de Vacaciones en Roma y estaba convocada a una sesión fotográfica en los estudios de Paramount para promocionar la película. Ese papel de aristócrata de incógnito, que le venía como anillo al dedo a la actriz británica nacida en Bruselas e hija de baronesa, le valió su primer y único Oscar en 1954 y la convertiría en una figura imprescindible de la historia del cine. Esa primera sesión también sirvió para que fotógrafo y actriz iniciaran una gran amistad que abrió las puertas de la intimidad del hogar de Audrey al objetivo de la cámara de Bob, imágenes que recoge el libro Bob Willoughby. Audrey Hepburn. Photographs 1953-1966 (Taschen, 29,99€).

Coincidiendo con la exposición en el Museo Thyssen dedicada al diseñador Hubert de Givenchy, que convirtió a la actriz en su principal musa, la editorial ha publicado hace unas semanas una nueva edición a tamaño más reducido de este espléndido book fotográfico de Hepburn. A lo largo de sus 280 páginas, reúne muchas de las imágenes más reconocibles de Audrey vistiendo los glamurosos diseños del modisto francés -como el vestido rosa con guantes blancos hasta el codo de Encuentro en París (1964)-, en los platós y otras de la vida privada de la actriz, jugando con su perrito Famous en el jardín o en el sofá de su casa en Beverly Hills o dando de comer pastel por primera vez a su hijo Sean en su primer cumpleaños.

"Era una mujer muy seductora, una delicia de persona, inspiradora y de gran belleza. Y las hadas nunca acaban de desaparecer del todo", decía de ella Givenchy, quien la vistió para el cine también en Charada (1963), Desayuno con diamantes (1961), Ariane (1957) o Sabrina (1954). Aún hoy, 21 años después de su muerte, el diseñador sigue emocionándose al recordarla: "Ella era única. Tanto por su físico como por su personalidad y su vida modélica, sobre todo al final de su vida colaborando con Unicef. Era admirable", decía el diseñador.

Copyright: 2010 Bob Willoughby
Además de los bellos diseños de Givenchy para Encuentro en París, Willoughby, por cuyo objetivo pasaron también Marylin Monroe, Elizabeth Taylor y Jane Fonda, retrató a la actriz en distintos momentos del rodaje y en la intimidad de la mansión que alquiló con su marido Mel Ferrer durante el tiempo que pasaron en París.
Bajo las órdenes de su esposo rodó Mansiones verdes (1959), donde interpretaba a una chica salvaje que vivía en la jungla venezolana. Antes del rodaje, Mel Ferrer quiso que su mujer conviviese con un cervatillo que salía en la película, Ip: las imágenes captadas por Willoughby de Audrey jugando con el cervatillo y su yorkshire Famous nos muestran su cara más dulce.

Pero quizás la más cercana sea la Audrey madre que disfruta de la experiencia de dar de comer por primera vez pastel a su primogénito, Sean, en el día de su primer cumpleaños, celebrado junto a los Willoughby, cuyo hijo Christopher también cumplía años. Los dos bebés gateando bajo la atenta mirada de Audrey o dando sus primeros pasos ayudados por sus madres son momentos de la intimidad de la actriz de los que la cámara del fotógrafo de cine fue testigo. Y es que Bob Willoughby supo captar todo lo que para él fue su amiga, a la que también definió recurriendo al símil mitológico-fantástico: "(...) esta duendecilla llena de magia, una criatura del bosque capaz de transformarse en una princesa ante tus propios ojos, un ser humano extraordinario a quien respeté y amé".

Y es que la actriz británica jamás perdía su glamour, ni caracterizada como la florista callejera Eliza Doolittle de My fair lady (1964), cuyo rodaje bajo las órdenes de George Cukor fotografió profusamente Willoughby: "Me tenía prohibido visitarla en el plató cuando la ensuciaban para caracterizarla como el personaje de la florista. Inlcuso cuando iba más zarrapastrosa se rociaba con unas gotas de Joy, un perfume de 100 dólares por 30 ml. 'Puede que tenga un aspecto sucio -decía-, pero oleré a limpio'", contaba Mel Ferrer sobre el rodaje de la película ganadora de ocho Oscar.

La última parte del libro de Taschen se centra en el rodaje de Dos en la carretera (1967), en la que vemos a una Audrey Hepburn muy relajada junto a Albert Finney. A juicio de Audrey Wilder, actriz y mujer de Billy Wilder, en esa película su tocaya logró "bajar la guardia" y, aunque lo habitual es que las actrices se protejan, "se muestra tal y como es".

Audrey Hepburn (EFE)
"De niña me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y que jamás de los jamases debía dar un espectáculo... Y resulta que me he ganado la vida haciendo exactamente esas dos cosas", decía esta actriz

Tras esa cinta, rodaría Sola en la oscuridad, también en 1967, y después decidió dedicar más tiempo a su familia y solo actuar ocasionalmente. Rodaría cuatro películas más -además un telefilme- entre 1976 (Robin y Marian) y 1989, bajo las órdenes de Spielberg en Para siempre, en la que dio vida a un ángel, para después dedicarse en cuerpo y alma a serlo en la realidad como embajadora Unicef para ayudar a los niños más necesitados de los países más pobres.
Tres meses después de su último viaje a Somalia, el 20 de enero de 1993 moriría una de las actrices más mágicas e irrepetibles de la historia del cine, quien afortunadamente decidió desobedecer a su madre aristócrata: "De niña me enseñaron que era de mala educación llamar la atención y que jamás de los jamases debía dar un espectáculo... Y resulta que me he ganado la vida haciendo exactamente esas dos cosas".

Fuente: RTVE.es

domingo, 2 de noviembre de 2014

5 años sin José Luis López Vazquez

Doscientas películas convierten a López Vázquez en uno de los actores más prolíficos del siglo XX; trabajó a las órdenes de directores como Luis García Berlanga, Jaime de Armiñán, Pedro Olea, Carlos Saura, Marco Ferreri, Manuel Gutiérrez Aragón, Mario Camus e incluso George Cukor, para quien hizo Viajes con mi tía (1972)