diciembre 2016

viernes, 30 de diciembre de 2016

HBO emitirá un documental sobre la relación entre Debbie Reynolds y Carrie Fisher

La cadena estadounidense HBO estrenará el próximo 7 de enero Bright Lights: Starring Carrie Fisher and Debbie Reynolds, un documental inédito en televisión sobre la relación entre madre e hija, fallecidas esta semana con apenas cuarenta y ocho horas de diferencia.



«Es una historia de amor», ha dicho a Variety Sheila Nevins, la responsable de documentales de la cadena. Bright Lights: Starring Carrie Fisher and Debbie Reynolds es una crónica de los extraordinarios lazos que entablaron las dos actrices a lo largo de seis décadas con el inmisericorde foco de atención del mundo de Hollywood.

El documental, supervisado por el productor Fisher Stevens y dirigido por Alexis Bloom, se presentó en el pasado Festival de Cannes, en mayo pasado, y posteriormente se pudo ver en el Festival de Cine de Nueva York.

Recordando diálogos: Lo que el viento se llevó


Scarlett: As God is my witness, as God is my witness they're not going to lick me. I'm going to live through this and when it's all over, I'll never be hungry again. No, nor any of my folk. If I have to lie, steal, cheat or kill. As God is my witness, I'll never be hungry again.


jueves, 29 de diciembre de 2016

Muere Debbie Reynolds

La actriz estadounidense Debbie Reynolds, madre de la recientemente fallecida Carrie Fisher, ha muerto este miércoles, 28 de diciembre, después de haber sido hospitalizada tras sufrir una posible apoplejía, según ha informado el portal especializado en famosos TMZ.

Debbie con su hija Carrie Fisher


Una unidad móvil de emergencias se había desplazado horas antes hasta la vivienda de su hijo, el guionista Todd Fisher, ubicada en Beverly Hills en la que se encontraba Reynolds cuando comenzó a encontrarse mal. La llamada a emergencias se registró pasadas las 13.00 horas (las 22.00, hora peninsular española).

El propio hijo de Reynolds ha confirmado el fallecimiento de la actriz, de 84 años, que se encontraba organizando la celebración del funeral de Carrie Fisher, que falleció el martes a los 60 años tras sufrir un infarto en un avión. «Quería estar con Carrie y nosotros estamos devastados», ha declarado el guionista tras confirmar la noticia.

Tras la muerte de su hija, Reynolds se mostró conmovida en su cuenta de Facebook, donde agradeció todas las muestras de cariño recibidas. «Gracias a todos los que han sentido el talento de mi adorada e increíble hija. Estoy agradecida por vuestros pensamientos y plegarias que ahora la estarán guiando hacía su nuevo destino», agregó la actriz.

Debbie Reynolds nació en El Paso (Texas) el 1 de abril de 1932 y, tras ganar un concurso de belleza con tan solo 16 años, consiguió hacerse un hueco en el mundo del cine. Fue en la década de los 50 cuando despuntó gracias a su papel en Cantando bajo la lluvia. Una elección muy polémica debido a su falta de talento con el baile, incluso Gene Kelly tuvo que ayudarla a practicar claqué.

Sin embargo en el universo de Hollywood, Debbie Reynolds siempre brilló con estrella propia. Debutó en el cine con el musical Three Little Words (1950) con el que consiguió una nominación al Globo de Oro como “la nueva estrella del año”. Su nombre y apellidos figuran en los créditos de otras cintas como I Love Melvin (1953) o The Tender Trap (1955). En la década de los 60 consiguió una nominación al Oscar en la categoría de Mejor Actriz por su papel en Molly Brown, siempre a flote. Sin embargo, fue Julie Andrews quien gracias a su papel de Mery Poppins se hizo con la estatuilla.




Posteriormente su carrera pasaría por Broadway, con trabajos en obras como Irene, aunque continuaría teniendo presencia en Hollywood al dejar su huella en Mother (1996), In & Out (1997) o Behind the Candelabra (2013), su último trabajo.

Reynolds también disfrutó de su propia serie de televisión, The Debbie Reynolds Show (1969), además de participar más recientemente en series como Will & Grace (2000), las películas infantiles Halloweentown y numerosos doblajes animados.

Su matrimonio con Eddie Fisher, padre de la recién fallecida Carrie Fisher, con quien se casó en 1955, marcó su vida personal, especialmente su divorcio. El matrimonio se separó en 1959 cuando Reynolds descubrió que el cantante mantenía un affaire con la mejor amiga de la actriz, esa otra leyenda del Hollywood de antaño, Elizabeth Taylor. La ironía del destino ha hecho que Taylor y Reynolds murieran en el mismo centro médico.

Su relación con su hija tampoco fue fácil debido a que Carrie Fisher, tal y como ella misma declaró, «no quería ser hija de Debbie Reynolds». Ambas pasaron diez años sin hablarse por elección de la propia Fisher y tardaron más de treinta en recuperar la confianza.

Junto a su labor como actriz, Debbie Reynolds hizo carrera como mujer de negocios, fundando su propia escuela de baile y construyendo un casino en Las Vegas. Además, la estrella será recordada como una de las principales figuras en conservación del Hollywood de antaño, preservando una de las mayores colecciones de vestuarios de esta industria.


Debbie Reynolds recibió en 2015 el premio del Sindicato de Actores a toda su carrera al que seguiría el galardón humanitario Jean Hersholt que le concedió la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood por su labor de ayuda en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales mediante la fundación Thalians. Carrie Fisher nunca ocultó sus problemas mentales, aquejada de bipolaridad.

Fuente: ABC.es, El País

Debbie Reynolds hospitalizada tras el fallecimiento de Carrie Fisher

Debbie y Carrie
Debbie Reynolds, la actriz de Hollywood conocida por su participación en musicales y comedias en la década de los años 50 y 60, ha sido trasladad al hospital este miércoles tan solo un día después de la muerte de su hija Carrie Fisher, según informan varios portales estadounidenses.

Reynold, de 84 años, se encontraba en la casa de su hijo Todd Fisher situada en Beverly Hills tratando los asuntos del funeral de la actriz que interpretó a la princesa Leia en Star Wars, según informa el portal TMZ. El 911 ha recibido una llamada desde la casa pasadas la una de la tarde, hora local.

E! News ha informado de que, durante su traslado al hospital, Reynolds se encontraba grave. TMZ apunta a que la causa de la llamada puede haber sido un ictus.

Debbie Reynols es una de las estrellas de Hollywood más reconocidas de su época, tanto que fue nominada en al Oscar en la categoría de Mejor Actriz en 1964. Su salud ya era delicada el año pasado y en noviembre de 2015 se perdió la ceremonia de entrega de su Oscar honorífico. Entonces, la Academia confirmó que le había sido imposible asistir «debido a una inesperada y larga recuperación de una cirugía». Aún así, los detalles de su enfermedad no se hicieron públicos. Carrie Fisher aseguró el pasado mes de mayo que su madre se recuperaba «muy bien», pero no facilitó ningún tipo de información al respecto.

Tras la muerte de su hija, Reynolds se mostró conmovida en su Facebook, plataforma que usó para agradecer todas las muestras de cariño recibidas. «Gracias a todos los que han sentido el talento de mi adorada e increíble hija. Estoy agradecida por vuestros pensamientos y plegarias que ahora la estarán guiando hacía su nuevo destino», agregó la actriz.

Fuente: ABC.es

martes, 27 de diciembre de 2016

115 años de Marlene Dietrich

 115 aniversario de su nacimiento, recordamos por qué Marlene Dietrich era y seguirá siendo una de las estrellas más incontestables de la historia del cine. Todas las cosas que ha hecho, dicho o inventado podrían incluirse en el diccionario como apéndices al término diva.

Marlene Dietrich

1. JUGAR A OCULTAR SU EDAD.
Aunque nació en 1901, en su pasaporte siempre figuró 1905 como fecha de su nacimiento. Y en vida nunca confirmó su edad. La aparente indolencia de Dietrich no venció su miedo a la vejez. Murió nonagenaria en París tras más de una década impidiendo que ninguna cámara grabase su rostro.

2. GASTAR MILES DE DÓLARES EN HABLAR POR TELÉFONO.
Su hija y sus nietos han contado que durante sus últimos años vivió comunicándose por teléfono con sus allegados y también con mandatarios de todo el mundo como Ronald Reagan y Gorvachov. Pagaba facturas telefónicas del equivalente a 3.000 euros.

3. COMBATIÓ A LOS NAZIS.
Siempre fue muy crítica con la llegada de Hitler al poder. Cuando Goebbels intentó que regresara a Alemania para convertirla en estrella del cine del Reich, ella se negó. “No, jamás podría volver a mi país mientras semejante hombre fanatice a las masas”, dijo, y pidió la nacionalidad norteamericana. Hasta la caída del muro de Berlín no volvió a sentirse berlinesa, admitió.

4. ABANDONÓ SU CARRERA PARA ARENGAR A LAS TROPAS ESTADOUNIDENSES.
En 1943, en plena II Guerra Mundial, convivió con los soldados, los alentó, sufrió bombardeos, cogió una pulmonía… Y cantó Lilí Marlen que, paradójicamente, se convirtió en un himno para los combatientes de ambos bandos.

5. RECIBIÓ LA MEDALLA A LA LIBERTAD
En 1947, el Gobierno de Estados Unidos reconoció su contribución en la guerra concediéndole la mayor condecoración civil a la que podía aspirar.

6. IBA PARA VIOLINISTA.
Pero pronto sintió que los rigores de la música clásica no eran de su gusto. Algunos biógrafos cuentan que irrumpía con en clase de violín con llamativas y dramáticas entradas teatrales, que incluían sombreros, boas y hasta perros que pedía prestados para dejar claro que ella que había llegado.

7. LEGENDARIA DESDE SU PRIMERA PELÍCULA SONORA.
En 1930, una de las primeras películas alemanas habladas sirvió a Marlene para demostrar su talento musical. Su interpretación de Falling in Love Again es tan deliciosa que muchos artistas, incluidos Los Beatles, no se han resistido a versionarla.

8. DEFENDIÓ LA BISEXUALIDAD.
Su poder erótico tuvo efectos desde la primera juventud de Marlene, que se inició en el sexo con su profesor de violín. “En Berlín importa poco si se es hombre o mujer. Hacemos el amor con cualquiera que nos parezca atractivo", dijo.

9. LE ENCANTABA COCINAR.
Y se desentendía de su papel de mujer fatal preparando suculentos platos eslavos a sus amigos. Por lo visto, en la cocina se comportaba como la perfecta ama de casa alemana que no era.

10. SE CASÓ JÓVEN Y NUNCA SE SEPARÓ.
Conoció a su marido, el ayudante de dirección Rudolf Sieber, en su primera película, y se casó con él en 1923. Tuieron una hija, María, y aunque nunca ocultó sus romances con hombres y mujeres de la época jamás se divorció de Sieber, con el que pasaba algunos días de la Navidad y a que animaba en público a tener tantos amantes como ella.

11. SE ACOSTÓ CON TODO EL SIGLO XX.
Algunos confirmados y otros sospechados, Marlene Dietrich fue amante de Gary Cooper, Mercedes de Acosta, Orson Welles, Alberto Giacometti, Claire Waldoff,  Edith Piaff, Ernest Heminway, Kirk Douglas o John Wayne.


12. EMPODERAMIENTO ESTILO DIETRICH

“A cualquier mujer le gustaría ser fiel. Lo difícil es hallar el hombre al que serlo", fue una de sus frases más conocidas.

13. LAS PIERNAS MÁS LARGAS DE HOLLYWOOD NO LLEGABAN AL 1,65.
Su imagen de diosa de largas piernas y rostro anguloso fueron obra de su mentor, el cineasta Josef Von Sternberg, que dijo de ella al conocerla “hermoso trasero, pero necesito un rostro”. Siempre negó que se había quitado las muelas del juicio, pero lo que sí se confirmó es que tomó a su gran rival, Greta Garbo como modelo para adelgazar 15 kilos, depilarse las cejas como ella y exigir la iluminación exacta que neutralizara sus rasgos eslavos.


14. EL ARQUETIPO 'FEMME FATALE' SE INVENTÓ PARA ELLA.

Y fue Sternberg quien lo pulió. Tras su traslado a EE UU siguiendo al director, Dietrich paseaba en Rolls-Royce descapotable, decoró su apartamento con estampados de leopardo y espejos fetichistas, y no volvió a salir de casa sin pieles, plumas, joyas ni maquillaje. La ambigüedad sexual a la que también jugó en el cine hizo el resto.


15. FUE LA PRIMERA MUJER EN VESTIR ESMOQUIN.
Antes de que Yves Sant Laurent lo reinventara en los sesenta para Catherine Deneuve, Marlene Dietrich ya lo había lucido en la década de los 30. Fue en la película Marruecos, donde además de llevar la prenda, fuma compulsivamente y besa a otra mujer.

16. LAS EDADES DE MARLENE
“Las mujeres tienen una edad en la que necesitan ser bellas para ser amadas, y otra en la que necesitan ser amadas para ser bellas", dedujo.

17. “¿MIEDO A LA MUERTE? ES LA VIDA LO QUE HAY QUE TEMER"
Y tras conocerse a principios de este siglo la terrible relación que mantuvo con su hija, esta frase de la actriz cobra un sentido diferente. Por lo visto, Marlene era más frágil de lo que parecía, y según su única descendiente, también una mujer “cruel y fría”.


18. AL DESIERTO CON TACONES.

Durante el rodaje de Marruecos, Marlene dejó sin palabras al equipo al conseguir cruzar las falsas dunas preparadas para el rodaje subida en unos tacones.

19. “SI PUDIERAS MARCHARTE AHORA Y VOLVER HACE DIEZ AÑOS”.
Pocas sentencias pronunciadas en una película han envejecido tan bien como esta que declamó Dietrich sobre el descompás amoroso.

20. GLAMOUR ANTE TODO
"Nunca me desmayo porque no estoy segura de si voy a caer con estilo". Esto lo dijo su personaje en la película Testigo de Cargo, dirigida por Billy Wilder en 1957. Para entonces, Dietrich ya era un mito y la frase un buen retrato de su trayectoria.

21. “LA HIJA DE UN SOLDADO NO LLORA”.
Solía repetirle su madre de niña. En efecto, la disciplina de una niñez en un ambiente militar forjó el carácter de Marlene Dietrich que dijo de su progenitora “ella era un buen general”.


22. SIEMPRE SE CONSIDERÓ UNA MUJER CON SUERTE.

Incluso dijo de ella misma que "la estupidez, la buena fortuna y la falta de ambición” habían sido los ingredientes de su éxito.

23. “ÉL ME CREÓ”.
Él era Sternber, del que Dietrich hablaba como “mi amo absoluto…. El hombre que me creó” y que a lo largo de los años, acusado casi de atentar con misoginia sobre la naturaleza de la actriz, declaró “No le di nada que ella no tuviera. Solo potencié sus atributos, los hice más visibles para que todos los notaran".

24. HEMINGWAY ESCRIBIÓ SU EPITAFIO EN VIDA.
“La muerte es algo que a ti no te concierne, Marlene, tú eres inmortal”. Así ha sido.

Fuente: Vanity Fair

sábado, 24 de diciembre de 2016

Fallece Gil Parrondo

A Gil Parrondo y Rico le movió siempre una pasión visceral por el cine. Tanta que durante los tres años de la Guerra Civil, que pasó en Madrid, siguió yendo a las salas todo lo que pudo. El decorador, uno de los más grandes técnicos que ha dado España en el séptimo arte, ha fallecido este sábado en Madrid a los 95 años, tras una larguísima carrera en la que incluso se convirtió en el primer español en ganar dos oscars: por Patton y por Nicolás y Alejandra, ambas de Franklin Schaffner  y una tercera candidatura por Viajes con mi tía, de George Cukor. Pero, además, trabajó en títulos míticos de la historia del cine como Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia, 55 días en Pekín, Rey de reyes, La caída del Imperio romano, El fabuloso mundo del circo, La batalla de Inglaterra o El Cid: si sus primeros pasos fueron de la mano del productor Samuel Bronston, el hombre de negocios que trajo las superproducciones a España, pronto su calidad le hizo recibir llamadas de quien rodara al sur de Europa.

* *


Asturiano de Luarca, Gil Parrondo –para su carrera eliminó su nombre de pila- estudió Pintura y Arquitectura en la Real Academia de San Fernando, aunque su amor por el cine le llevó por esa dirección. Empezó como ayudante de decorador en películas de Florián Rey, uno de los grandes de la época, hasta que en 1951 por fin debuta como jefe de equipo –responsable de la dirección artística- con Día tras día, de Antonio del Amo.

En esos años cincuenta logra su prestigio con su trabajo en Jeromín, de Luis Lucía, Felices pascuas, de Bardem, Fedra, de Manuel Mur Oti… y su camino se cruza con el de Orson Welles en Mr. Arkadin, película clave que le abre las puertas de los rodajes estadounidenses –casi todos de época- que empiezan a llegar a España. Así, además de las mencionadas, Alejandro Magno, de Robert Rossen, y Orgullo y pasión, de Stanley Kramer. “El Oscar es un buen final de carrera, pero no hay que olvidar que muchos actores o directores maravillosos jamás lo obtuvieron’, contaba en el año 2000. “El que me hizo más feliz fue el primero, porque además fui el primer español en ganarlo, y porque la película es más redonda”. Por cierto, nunca recogió en persona las estatuillas porque siempre estaba trabajando.

El talento de Gil Parrondo traspasa épocas y generaciones de cineastas: su nombre aparece en El viento y el león, de John Milius, Robin y Marian, de Richard Lester, Los niños de Brasil, otra vez con Schaffner. Y en películas españolas como Bearn o la sala de muñecas, Las bicicletas son para el verano, Werther y Tu nombre envenena mis sueños.

Mención aparte merece su colaboración con José Luis Garci, (empezaron juntos en la oscarizada Volver a empezar con cuyas películas ganó cuatro goyas (Canción de cuna, You’re the one, Tiovivo C. 1950 y Ninette) y otras cuatro candidaturas (El abuelo, Historia de un beso, Luz de domingo y Sangre de mayo).

Elegante y delgado, de patillas prominentes, tras más de 200 películas, series de televisión y obras de teatro aún recordaba cada detalle, gracias a una memoria legendaria. Y era bastante persuasivo: se negó a mudarse a Beverly Hills y trasladó el rodaje de El Cid de Estados Unidos a Torrelobatón (Valladolid).

Incansable, nunca se jubiló: aún seguía en activo. “Yo elijo las películas por la fecha, no porque un guion me guste más o el director sea especialmente brillante. Siempre que puedo participar en una película digo que sí”.

En 2006 incluso compitió por presidir la Academia de cine contra Ángeles González-Sinde, y en aquellos días recordaba que un buen decorador de cine tenía que poseer “sentido del color, de la arquitectura y, sobre todo, del encuadre”. Con Gil Parrondo se va un artista y también la memoria de una época en que Peter O’Toole desayunaba tazones de vodka, un pastor almeriense –acostumbrado a los rodajes- era capaz de aconsejar sobre objetivos o se sabía quién había ganado el Oscar porque su esposa le llamaba a un rodaje a las cuatro de la mañana tras recibir a su vez un telefonazo de una amiga de Nueva York.

Su capilla ardiente se ha instalado en el tanatorio de la M-30, de Madrid.

Fuente: El País

domingo, 18 de diciembre de 2016

Fallece Zsa Zsa Gabor

Zsa Zsa Gabor ha fallecido este domingo en su casa a los 99 años de un infarto de miocardio, según ha confirmado su publicista, Ed Lozzi. Sári Gabor, su auténtico nombre, hubiera cumplido un siglo el próximo 6 de febrero.

Zsa Zsa Gabor

A Zsa Zsa y su hermana Eva hay que reconocerles que fueron las pioneras en el manejo de la fama y en la creación del concepto celebrity, tan en boga en la actualidad. Tenía talento, pero no para la actuación. El recuerdo que deja no es el de una actriz, sino el de alguien más popular por abofetear a un policía de Beverly Hills en 1990 (fue condenada tres días a la cárcel, tuvo que realizar 120 horas de servicios comunitarios), por pronunciar de una manera peculiar el inglés, por su extraño nombre, por sus excentricidades en vestuario y joyería o por sus múltiples matrimonios, que la emparejaron con actores como George Sanders (quien después se casó con su hermana Magda), el diseñador de la muñeca Barbie, Jack Ryan o el magnate de los hoteles Conrad Hilton. Entre las locuras de su vida sentimental está su matrimonio con el actor y abogado Felipe de Alba, que duró solo un día, porque su anterior enlace, con el también abogado Michael O'Hara, que había llevado su divorcio con Ryan, no había sido disuelto legalmente.

En los últimos años, las noticias que aparecían sobre la vida de Zsa Zsa Gabor hablaban de sus problemas médicos y de los enfrentamientos entre su último marido, Frederic Prinz von Anhalt (con quien se casó en agosto de 1986), y su única hija, Francesca Hilton, que falleció el día de Reyes de 2015. Su hermana Eva había muerto en 1995 y su otra hermana, Magda, en 1997. Todo ese recorrido sentimental, centrado en posibles maridos ricos, lo explicó en el libro How to Catch a Man (1970), para mujeres cazafortunas.

Puede que Hollywood nunca la tomara en serio porque Zsa Zsa Gabor nunca se tomó en serio esa faceta de su carrera. Sári nació en Budapest el 6 de febrero de 1917, y en Viena comenzó sus primeros pasos en la actuación. En 1936 fue coronada Miss Hungría, y en 1941 viajó a Estados Unidos, tras los pasos de su hermana Eva. Tras el habitual paso por la televisión y películas de segunda, su debut acreditado en la gran pantalla no ocurrió hasta 1952 con El amor nació en París, junto a Kathryn Grayson. Con Ginger Rogers actuó en la comedia en No estamos casados, y también en ese 1952 relumbró algo más en pantalla con Moulin Rouge, de John Huston.

Siguió con los personajes secundarios en Lili (1953), El rey de circo (1954), Amores de un impostor (1956), Sed de mal (1958) o El hombre que no quiso hablar (1958). Como su popularidad crecía en inversa proporción a sus papeles en el cine, hubo un momento en que empezó a aparecer en las películas como ella misma, en cameos en Pepe (1960) o Jack de diamantes (1967). Y por ahí fue su carrera en los setenta, ochenta y noventa, en películas como Pesadilla en Elm Street 3: los guerreros del sueño (1987), Rústicos en dinerolandia (1993) o El retorno de los Brady (1996).

Sari en los últimos tiepos

En 2002 tuvo un terrible accidente de coche, que la dejó un tiempo paralizada. En 2005 sufrió un accidente cerebrovascular. En 2010 se rompió la cadera, sufrió una conmoción cerebral y un año más tarde le amputaron la pierna derecha desde la rodilla por una infección. El pasado mes de febrero volvió a estar ingresada por problemas respiratorios. La mejor definición de Zsa Zsa Gabor la dio ella misma: "Merezco atención no por ningún talento, sino por ser quien soy. Soy famosa por ser famosa"


Fuente: El País

viernes, 9 de diciembre de 2016

Centenario de Kirk Douglas

Dice Kirk Douglas que si le hubieran ofrecido el guión de su propia vida, "lo habría rechazado". Y, sin embargo, a punto de cumplir un siglo, su biografía tiene todos los mimbres para convertirse en una superproducción de Hollywood. Hijo de emigrantes rusos, crecido en la miseria de un gueto judío en Nueva York, Issur Danielovitch Demsky, su auténtico nombre, ha llegado a convertirse en la encarnación del sueño americano, la imagen de la dignidad gracias a filmes como Espartaco y el decano de las estrellas de cine gracias a una resistencia que incluiría, al menos, media docena de momentos épicos. 



Y es que Douglas y su icónico hoyuelo han sobrevivido a más de lo que la mayoría de los mortales podría aguantar: la Gran Depresión, la II Guerra Mundial, accidentes espectaculares, un infarto cerebral, operaciones quirúrgicas e incluso la muerte de un hijo... Quizás por eso cuando cumplió 90 años, él mismo comentó que llegar a esa edad "no era algo sólo especial, sino milagroso".

Efectivamente, haciendo un repaso por su existencia, algo de milagro tiene que el próximo viernes 9 sople un centenar de velas. Comencemos por el infierno de la II Guerra Mundial. Con apenas 23 años, cuando ya empezaba a despuntar en Broadway, decidió alistarse en el ejército para luchar contra los nazis. Primero sirvió como guardamarina en un puesto de comunicaciones de la Marina y más tarde como oficial de artillería. Antes de acabar la contienda, una disentería crónica y fuertes dolores abdominales hicieron que los médicos le enviaran a casa.

Décadas más tarde, en 1958, Douglas volvería a estar cerca de la muerte cuando el productor Michael Todd, marido de Liz Taylor, le ofreció irse con él en su avión privado para ver al presidente Truman, su ídolo. "Mi mujer me dijo que tenía un mal presentimiento y acabamos discutiendo. Íbamos en el coche sin hablarnos porque yo había perdido el vuelo, cuando escuchamos en la radio que el avión se había estrellado. Todos murieron", contaría a People.

Como en la trama de Destino Final, en 1991 otro accidente aéreo le aguardaba. El helicóptero en el que viajaba junto a tres personas más chocó en el aire con un aeroplano de acrobacias. Murieron dos personas mientras él, pasados los 70 años, salió casi ileso.

Un lustro después sufrió un infarto cerebral que le paralizó media cara. Los médicos avisaron a su familia de que quizás no podría volver a hablar y, sin embargo, tras unos meses en los que reconoció haber caído en la depresión, pudo dar un corto discurso para aceptar su Oscar honorífico (es el único que tiene, ya que las tres veces que fue nominado perdió la estatuilla). 

Volvería a demostrar a los médicos su fuerza en 2005, cuando se sometió a una doble operación de rodilla para poder andar por sí mismo. Le advirtieron de que con su edad quizás no saliese de la mesa de operaciones... y ahí sigue recorriendo alfombras rojas con su bastón. Eso sí, para no jugar demasiado con su suerte confiesa que dejó de fumar dos cajetillas de cigarros diarias para evitar el cáncer de pulmón que acabó con la vida de su padre, a los 72 años.

Pese a todos estos golpes, ningún derechazo le hizo tambalearse tanto como la muerte de su hijo Eric, también actor y destacado cómico, por una sobredosis en 2005. En su funeral en el cementerio Westwood de Los Angeles, el mismo donde descansan Marilyn Monroe o Natalie Wood, uno de los hombres más duros del cine derramó un llanto sincero y desconsolado. "Nunca te recuperas de algo así".

Sin embargo, ahí sigue, resistiendo y agarrándose a la vida. Tras las últimas muertes de Mickey Rooney, Eli Wallach, Maureen O'Hara y de su buena amiga Lauren Bacall, a quien le debe media carrera ya que fue ella quien le recomendó al productor Hal Wallis para su primera película, El extraño amor de Martha Ivers, se ha convertido junto a Olivia de Havilland, otra centenaria, y Angela Lansbury en una de las pocas personas que pueden hablar de primera mano sobre el Hollywood dorado.

La lista de directores con los que ha trabajado desprende el aroma de la leyenda: Wilder, Wyler, Mankiewicz, Hawks, Curtiz, Minelli, Kazan, Kubrick... y, si hacemos caso a los rumores, también la de sus amantes: Lana Turner, Pier Agnelli, Linda Darnell -según él la estrella más guapa y desaprovechada-, Patricia Neal, Gene Tierney... Con Bacall tuvo un par de citas cuando ambos eran estudiantes de arte dramático en Nueva York y a ella aún la llamaban Betty. Su posible suegra veía con buenos ojos la unión porque Douglas era un buen chico judío, pero la rubia estaba destinada a Boogie.

Aún así Douglas tuvo a su chica de portada. En 1943, se casó con Diana Dill, una modelo aspirante a actriz a la que había visto en la cubierta de Life. Aunque su padre era coronel en Las Bermudas, la joven no logró poner firme al protagonista de clasicazos como Cautivos del mal, del que se separaría 8 años más tarde harta de sus infidelidades. Ella es la madre de sus hijos mayores, Joel y el perpetuador de su leyenda, el actor y productor Michael Douglas. 

Sólo cuatro años después, en el rodaje en París del drama romántico Acto de amor, de Anatole Litvak, Douglas le echó el ojo a la mujer que, seis décadas después, sigue a su lado: Anne Buydens. De origen alemán, ella ha sido su mejor bastón en sus últimos años. Ambos se casaron en un Casino de Las Vegas, es decir, con urgencia, y han tenido dos hijos: Peter y el fallecido Eric. Hace un par de años, Douglas resumía así su historia de amor con su esposa para Closer: "Nunca he pensado que nuestro matrimonio fuera único. Simplemente, me enamoré de una chica y 60 años después, sigo queriéndola".

Dicho lo cual, eso no significa que el hombre que interpretó a Van Gogh en El loco del pelo rojo se cortara la coleta, que no la oreja, con aquel enlace. En sus memorias Let's face it: 90 years of living, loving, and learning, escritas cuando cumplió 90 años, Douglas narró con franqueza algunos de sus affairs sexuales extramatrimoniales. Además de revelar que perdió la virginidad con una profesora a los 15 años ("para los estándares de hoy, ella hubiera ido a la cárcel, pero no creo que hiciera nada malo, ¿no?"), el actor contó su tórrida historia con una azafata de altos vuelos "alta y rubia" a la que le gustaba la disciplina en la cama. Cuando ella gritaba "soy nazi", era la señal para que le diese un azote.

Estar casado no fue un obstáculo para estos deslices, ya que, según dijo a Closer, "las mujeres europeas tienen una tolerancia diferente para estas cosas". Parece que Michael Douglas, quien se confesó adicto al sexo mientras estuvo casado con Diandra, su primera mujer, tuvo la mejor escuela en casa... y no sólo interpretativa.

La relación de Kirk con el más famoso de sus vástagos ha sido compleja. Después de su divorcio, el compañero habitual de Burt Lancaster (rodaron siete películas juntos) tan sólo veía a Michael y Joel en sus vacaciones, cuando éstos acudían a los sets a visitarle. Pero Kirk sólo quería a sus hijos en los rodajes de visita. Pensaba que una industria tan cruel como la del cine no era buen lugar para sus descendientes... y, sin embargo, acabó accediendo a los deseos de Michael de seguir sus pasos e incluso brindó a su hijo su debut en el cine con La sombra de un gigante, una película coprotagonizada con John Wayne.

Decidió salirse del estereotipo de divo aterrado por dejar de ser una estrella y ser eclipsado como "el padre de" y lo apoyó, a veces, hasta el exceso. Por ejemplo, cuando Michael fue despedido de la obra de teatro Summer tree, de Ron Cowen, Kirk compró los derechos del libreto para que él protagonizase la película. Michael no pudo devolverle el favor con Alguien voló sobre el nido del cuco, su padre la había interpretado sobre las tablas, pero cuando produjo la película, éste ya era mayor para el papel.


Pese a estos detalles, descender de una estrella fue difícil para el marido de Catherine Zeta-Jones. "La gente cree que siendo la segunda generación es sencillo triunfar, se supone que es lo que se espera de ti. Pero mira cuánta frustración, fracaso y autodestrucción hay en la segunda generación de actores", diría el protagonista de La guerra de los Rose. Kirk lo resumió de otra manera: "Mis hijos nunca han tenido la ventaja que yo tuve. Nací pobre".

Una miseria que aún le pesa al hombre que tituló sus primeras memorias El hijo del trapero. Aunque haya llegado a cobrar 50.000 dólares únicamente por pronunciar la palabra "café" en un anuncio japonés, Kirk Douglas, un siglo después, sigue haciendo gala de fuertes convicciones éticas (él fue el primer actor en burlar el veto del Macarthismo) y de su compromiso con las causas benéficas. Quizás por eso no tendrá un regalo de cumpleaños a su altura... El día de su centenario pretendía celebrar la derrota de Trump. "Sus valores no son por los que yo luché en la II Guerra Mundial. Dicen que cuando cumples años tienes que pedir un deseo en silencio. Esta vez, lo voy a hacer en alto. Me gustaría soplar las velas pensando que los días felices han vuelto". Y, pese a todo, seguro que él seguirá resistiendo.


Fuente: El Mundo

lunes, 5 de diciembre de 2016

Eterno Espartaco

Kirk Douglas
"No quiero ser un don nadie toda la vida. Quiero que la gente me llame Señor". Kirk Douglas, en la piel del boxeador Midge, escupe la frase en El ídolo de barro (1949). No es tanto hipérbole, que también, como simple dolor. Años antes de que Scorsese canonizara la imagen del púgil hundido por el peso de su propia sangre, Mark Robson entregó al actor de Amsterdam (Nueva York) un papel con el aspecto de una cicatriz. Pocas veces una frase sonó en la pantalla de forma más cruda, más real, más enferma. Con la rabia que sólo da una biografía a la altura.

Les supongo informados, el próximo viernes el hombre nacido como Issur Danielovitch con un taladro en el mentón cumplirá 100 años, un siglo perfecto desde la pobreza más absoluta hasta la perfección del tótem. Hay tantos Kirk Douglas como espectadores han soñado con él, se han enamorado de él y, sobre todo, han sufrido con él. Porque básicamente su filmografía se alimenta de la desesperación. Como su propia vida. Se trata del último testigo de un tiempo extraño donde los ídolos no eran ya seres perfectos sino todo lo contrario; estrellas demediadas y marcadas por un pasado de ira y barro. Al lado de él, Montgomery Clift, Burt Lancaster, Richard Widmark, Glenn Ford y, apurando, hasta Marlon Brando. Todos, unos tipos tan rocosos por fuera como frágiles por dentro. Todos, hijos de un tiempo que se despertaba de la Segunda Guerra Mundial a una nueva era de incertidumbre. Todos ya muertos. Menos él, el Señor Douglas. El último hombre en pie.

Repasar su biografía, en parte, no es más que un ejercicio pautado de contabilidad. Por cada golpe, una herida. Por cada sueño, una pedrada. Su familia, de sobra conocido y repetido, era pobre, de los pobres solemnes. Su primera autobiografía (vendrán más y cada vez un poquito más tramposas, todo sea dicho) lo dejaba claro desde el título: El hijo de un trapero. Allí contaba cómo su familia judía en un barrio antisemita, como casi todos, vio en la inteligencia despierta del chaval la única posibilidad de huida. Porque, en efecto, Douglas nació con una sola idea: huir. La escuela rabínica parecía su destino natural. Pero... "Quería ser actor", dice, "...mi madre me hizo un delantal negro e interpreté a un zapatero en una obra del colegio. Mi padre, que jamás se interesó por mí, me vio desde bambalinas sin que yo lo supiera. Tras la obra me dio mi único Oscar: un helado".

Digamos que ése sería su primer golpe desde la lona, desde un lugar más profundo quizá que simplemente las tripas. Vendrían más que le harán más duro. "Mi motor siempre ha sido la furia", dijo en una ocasión. Y lo que vale para la vida vale para el cine. Repasar la parte más brillante de su filmografía, la que va desde mediados de los 40 a los 60, no es otra cosa que un paseo por los cristales rotos de unos personajes fundamentalmente violentos e íntimamente idénticos al propio Kirk. Siempre sangrando.

Cuando, tras su primer secundario al lado de Barbara Stanwyck en El extraño amor de Martha Ivers, el poderoso productor Hal Wallis (el hombre de Casablanca) le propusiera un contrato por siete películas, él lo rechazó. Pero no lo hizo con un simple "no". "Me amenazó con dejarme a un lado. ¡Que te den por culo! Me arranqué la lanza del costado", recuerda en Yo soy Espartaco. Digamos que éste podría contar como su segundo y siempre desesperado uppercut. Desde más abajo incluso de la lona.


Su convencimiento, o simple chulería, como se quiera, le hizo vagar los siguientes tres años en calidad de segundón, que no secundario, por producciones, eso sí, tan notables como Retorno al pasado o Carta a tres esposas. "Tony [Curtis] contó una vez a un periodista que yo era como una pantera con una lanza clavada en el costado, con los músculos tensos, acechando el plató. En aquellos tiempos era cierto", escribe. Y así hasta llegar a su siguiente, y van tres, gran golpe. Éste el más espectacular de todos ellos.

En 1949 llegó la que parecía su gran oportunidad para establecerse definitivamente como uno más entre el gran pelotón de actores que pululaban por Hollywood. Junto a Gregory Peck y Ava Gardner, la Metro le ofrecía, a cambio de mucho dinero y tranquilidad para siempre, trabajar en El gran pecador. Y, de nuevo, el Douglas rebelde se hizo notar. Rehusó la oferta a cambio de protagonizar una película de bajo presupuesto a las órdenes de Mark Robson. El ídolo de barro, de ella se trata, le valió su primera de las tres nominaciones al Oscar.

El músico, a imagen de Bix Beiderbecke, enamorado y, por ello condenado, de la mujer a la que da vida Lauren Bacall en El trompetista (Michael Curtiz, 1950); el reportero sensacionalista de El gran carnaval (Billy Wilder, 1951) -el más brutal retrato del periodismo y la sociedad americana del que nadie ha sido capaz-; el policía corrupto en Brigada 21 (William Wyler, 1951); el productor de cine desaprensivo y voraz en Cautivos del mal (Vincente Minnelli, 1952) -la más descarnada radiografía de la mentira de Hollywood- o la tumultuosa encarnación del sufrimiento en la piel de Van Gogh en El loco del pelo rojo (V. Minnelli, 1956) son sólo los más destacados ejemplos de una carrera en la que cada personaje bebe de la agonía del actor.

Y así hasta llegar el año (1955, para ser precisos) en el que Kirk Douglas toma definitivamente las riendas de su carrera y de su vida. Sin duda, el K.O. técnico a su destino que siempre buscó. Es entonces cuando funda su propia productora, Bryna Productions, que toma el nombre de su madre. No es el primer actor que se atrevía. Ya antes, su gran amigo Burt Lancaster hizo otro tanto. Era el momento. El poder omnímodo de las grandes productoras se resquebrajaba merced a la sentencia antitrust contra la Paramount en 1947. Además, a las estrellas les salía más rentable comprometerse con las producciones y pagar el 52% antes que el 75% o el 92% de sus ingresos si no lo hacían. Si a todo ello le sumamos la competencia de la televisión como nuevo patrón oro del entretenimiento o las cada vez más claudicantes leyes de censura o la competencia de las producciones europeas, el resultado es que el futuro parecía diseñado para gente tan herida e iracunda como Douglas.

Entre 1955 y 1986, Bryna produjo 18 películas. Entre ellas, algunos de los títulos que forjarían la leyenda del hombre que en unos días será ya superhombre. Para siempre. Pacto de honor (André de Toth, 1955) fue la primera película pensada, producida y protagonizada por Douglas. Luego, entre otras, vendrían Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957), Los vikingos (Richard Fleischer, 1958), Los valientes andan solos (David Miller, 1962) o, por encima de todas ellas, Espartaco (Stanley Kubrick, 1960).

La película sobre la novela de Howard Fast adaptada por Dalton Trumbo significó, como se esfuerza en demostrar en su último libro de memorias, el fin de las listas negras de Hollywood. O quizá no tanto como pretende el autor. Pero tampoco quitemos brillo al mito. Y menos ahora. Sea como sea, ahí quedó, en los títulos de crédito, el nombre del por siempre maldito y genial Trumbo para la posteridad. Por fin, el hombre, el más célebre de los llamados 10 de Hollywood que se negaron a testificar en 1947 en los famosos juicios del maccarthysmo, recuperaba la visibilidad y, ya puestos, la honra. Detrás quedaba la cárcel, el exilio y la más flagrante injusticia que vio Hollywood. De nuevo, la imagen del luchador que Douglas había hecho suya como motivo de vida y de obra se imponía.

"Un espíritu revolucionario recorre el planeta", escribe en sus memorias como apología y resumen de lo que fue para él la cinta que, por cierto, tanto llegó a despreciar su director. "¿Es contagioso? Nos sorprende ver en ciudades estadounidenses a multitudes expresándose al unísono y poniendo en cuestión una estructura de poder que parece inexpugnable. Eso es lo que hizo Espartaco. Y decenas de millares unieron su voz a la suya. Juntos, todos eran Espartaco". Pues eso. Douglas, el último hombre.

Fuente: El Mundo