enero 2016

lunes, 4 de enero de 2016

El universo de Billy Wilder

Wilder
El universo de Billy Wilder (Notorious Ediciones, 2015) libro con espíritu de enciclopedia, en el que 22 prestigiosos críticos desmenuzan y analizan hasta el detalle no solo su magnífica filmografía, sino también la compleja e irrepetible personalidad del genial cineasta que, en palabras de José Luis Garci, autor del prólogo y el epílogo, «vapuleó como nadie el llamado sueño americano». Nada queda fuera de este largo recorrido por la vida del autor de obras maestras como Perdición, El crepúsculo de los dioses, El gran carnaval, Sabrina, Ariane o El apartamento. Desde su primera etapa como guionista en Berlín, donde fue reclutado con 25 años por el principal estudio de cine de la República de Weimar y el Tercer Reich (UFA), hasta su última película como director, Aquí mi amigo (1981). Tras esta, ninguna compañía de seguros quiso volver a correr el riesgo, dada su avanzada edad, de cubrir un nuevo trabajo suyo.

En 455 páginas conocemos al Wilder de El azul del cielo (1932) que se ganó la libertad para desarrollar los giros emocionales de los personajes, sin salirse demasiado del corsé que los estudios establecieron en la época en la que el nacionalsocialismo comenzaba a asomar la cabeza. O al de Adorable (1933), que hizo que Hollywood se fijara en él por primera vez. Película tras película, este volumen analiza al hombre que, en enero de 1934, desembarcó en Nueva York huyendo del nazismo, con 27 años y unas cuantas ideas en la cabeza, y comenzó a abrir caminos que nadie se hubiera imaginado en el vasto y conservador imperio de Hollywood.

Muchas de esas ideas, recurrentes a lo largo de sus veinticinco películas, son parte fundamental de este «universo» de Wilder. Filias, fobias y obsesiones tan variadas que se analizan independientemente, porque dieron forma a muchas de sus obras. El alcoholismo en Días sin huella, creando el documento más demoledor del cine clásico sobre el descenso a los infiernos a causa de la bebida. El adulterio de Perdición o La tentación vive arriba, que le convierten en uno de los primeros cineastas en cuestionar la moral sexual de la población estadounidense. También esa doble vara de medir con la que trató el mundo femenino, convirtiendo a Marilyn Monroe en una mujer objeto, pero reivindicándose al mismo tiempo como uno de los primeros directores de Hollywood en reflejar los cambios sociales y culturales relacionados con la emancipación de la mujer en, por ejemplo, El apartamento. Y sus críticas mordaces al comunismo, pero también al capitalismo, al que plasmó en ocasiones como un cuento de hadas del estilo de vida americano.

Con ese espíritu provocador, el camino no fue fácil. Su relación con la censura no fue precisamente amistosa. Ya en 1934, no le concedieron permiso para rodar un remake de Curvas peligrosas. Un primer encontronazo al que le siguieron otros muchos. En 1940, condenaron la escena de dos soldados conversando en un cuarto de baño en Arise, My Love por desprender cierta pulsión homosexual. Más tarde vinieron las sospechas de que El mayor y la menor incitaban a la pedofilia. Después, criticaron la poco escrupulosa conducta del Ejército en la ocupación de la capital alemana en Berlín Occidente. Y suprimieron una relación sentimental entre dos hombres en ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?, por citar solo algunas.

Peajes todos ellos que tuvo que pagar el genial director de «ojillos de ratón», ganador de seis Oscar, por mostrar a personajes que osaban desafiar los códigos morales de su época o se empeñaban en desoir a su propia conciencia... si es que la tenían. O para crear, como escribe el mismo Garci, «algunas de las imágenes más poderosas de la historia del cine. Y todo ello, más mérito aún, habitando dentro del sistema».

Fuente: ABC.es