agosto 2014

lunes, 18 de agosto de 2014

Audrey Hepburn y su nieta

Emma Ferrer (20), nieta de Audrey Hepburn, ha querido rendir un sentido homenaje a su abuela fallecida convirtiéndose en portada de la revista Harper's Bazaar. La hija de Sean Ferrer, vestida con un vestido blanco y negro de Lanvin y otro gris con plumas de Ralph Lauren, ha ejercido en la sesión de fotos para dicha publicación en una doble inesperada de la icónica actriz, ya que guardan un gran parecido físico. Es la primera vez que posa delante de una cámara.

La nieta de Audrey posando en la revista y su abuela, la actriz...

La joven ha sido inmortalizada por Michael Avedon (23), nieto a su vez del genial Richard Avedon, quien fotografió a Hepburn en numerosas ocasiones y que actualmente va camino de convertirse en un cotizado fotógrafo también. Ferrer, estudiante de la Academia de Arte de Florencia, ha hablado en su condición de nieta de la estrella de Hollywood, a la que nunca conoció.


Emma nació justo un año después de que su abuela falleciera. "Conocía su imagen por supuesto, pero para mí no era Audrey Hepburn a secas sino parte de mi familia, mi abuela", ha dicho en las páginas de la revista que ha titulado su participación como New Funny Face, en clara referencia a Funny Face, la película que Hepburn protagonizó con Fred Astaire. Con las imágenes queda claro que, a veces, la elegancia también se hereda.

sábado, 16 de agosto de 2014

Frases célebres de Lauren Bacall

La leyenda de Hollywood Lauren Bacall protagonizó algunos de los diálogos mas célebres del cine, además de ser autora de grandes frases cargadas de despiadada ironía sobre la vida y sobre ella misma.


En el film To Have and Have Not, en diálogo con Humphrey Bogart:

"Sabes que no tienes por qué actuar conmigo, Steve. No tienes que decir nada y no tienes que hacer nada. Nada. O quizá, solo silbar. ¿Sabes silbar no, Steve?, solo tienes que juntar tus labios y silbar".




Hawks volvió a sacar partido de la química entre los dos actores en El sueño eterno , su adaptación de las historias del detective Philip Marlowe. La cinta, con una atmósfera densa está caracterizada por sus diálogos en los que prima el doble sentido. Bacall juega durante toda la película con Bogart, poniendo a prueba su resistencia y empujándole a quererla. Ambos tienen un juego de palabras sublime en una conversación sobre apuestas.

- Vivian: "Bien, hablando de caballos, antes de apostar me gusta ver cómo arrancan, cómo corren y cómo van en la carrera. Me parece que a usted le gusta arrancar fuerte".

- Marlowe: "Por mi parte, creo que tiene usted cierta clase, pero no sé adónde puede llegar, ni cuánto puede correr".

- Vivian: "Eso depende bastante del jinete".


En Cayo largo, Ccmpartiendo otra vez planos con su marido (con quién desarrolló sus mejores actuaciones), Bacall se convierte en la dueña de un hotel secuestrado por un grupo de gángsters. Antes de su despedida, Lauren realiza una sencilla pregunta que concentra su amor por Frank, el personaje de Bogart.



En Cómo casarse con un millonario, un trío de lujo: Lauren Bacall, Marilyn Monroe y Betty Grable en una comedia sobre tres cazafortunas que acabarán descubriendo que el verdadero amor no se puede medir por el tamaño de la cartera. Bacall es la más serie y comprometida de las tres y la más inteligente. Ella es la que dicta las reglas.



Además, fuera del cine dejó algunas frases que siempre serán recordadas:

- "Nunca pensé que el matrimonio fuera una institución duradera. Pensé que estar casada cinco años era como estar casada por siempre".

- "Puse mi carrera en segundo plano durante mis dos matrimonios y sufrí. No lo lamento, hay que elegir. Si quieres tener un buen matrimonio tienes que tenerlo en cuenta. Si quieres ser independiente adelante, pero no puedes tenerlo todo".

- "Una leyenda implica el pasado. No me gustan las categorías. Esa es grande y aquella es grande. La palabra 'grande' quiere decir algo".

-- "Creo que toda tu vida se refleja en tu cara y hay que estar orgulloso de eso".

- "Ser liberal es lo mejor que se puede ser en la tierra. Le das la bienvenida a todo el mundo cuando eres liberal" (2005, entrevista con Larry King en televisión).

- "Si, vi Crepúsculo, mi nieta me la hizo ver, dijo que era la mejor película de vampiros de todos los tiempos. Cuando terminó la película yo quería golpearle la cabeza con mi zapato, ver Nosferatu en vez de eso".

- "En la medida en que recuerdo, supongo que quería ser algo que no era" (entrevista con la BBC en 1979).

Fuente: El Norte de Castilla, Paramountchannel.es

viernes, 15 de agosto de 2014

Homenaje a Lauren Bacall y Robin Williams en Días de cine

Con apenas un día de diferencia llegaban las noticias de los fallecimientos de los conocidos actores Robin Williams y Lauren Bacall. Por este motivo, Días de cine, el programa de La 2 dedicado a la actualidad cinematográfica, despedirá a estos dos grandes intérpretes, con un repaso a sus carreras, personajes y reconocimientos. 

Robin Williams y Lauren Bacall

Lauren Bacall, uno de los grandes mitos del cine, ha fallecido en Nueva York a los 89 años. Pasó a la historia del cine ya desde su primera aparición en la pantalla, con apenas 18 años, en Tener y no tener junto a su futuro marido Humphrey Bogart. Días de cine repasa la filmografía de una mujer que supo envejecer como pocas actrices, que obtuvo en el teatro el reconocimiento en forma de dos premios Tony y que consiguió en 2009 un Oscar honorífico.

La presentadora de Días de Cine, Henar Álvarez, será la encargada de conducir este repaso a sus trayectorias cinematográficas, tanto la noche de este jueves a las 00:35 horas como el próximo sábado 16 de agosto a las 20:00 horas.

Entrevista a Lauren Bacall (2005)

A continuación, reproduzco una entrevista a Lauren Bacall, con motivo de la publicación de su biografía (20 NOV 2005/EL PAÍS)

A la emoción de ver en persona a la señora Bacall se une la posibilidad de traspasar los muros del edificio Dakota, así llamado, cuentan, porque cuando fue construido se encontraba tan a las afueras de Manhattan que la gente ironizaba con la lejanía del nuevo edificio señorial, más cerca del Estado de Dakota que del corazón de la ciudad. El Dakota es hoy, claro, una de las paradas obligadas de los turistas. No hay turista que no desee hacerse la foto en el lugar donde John Lennon fue asesinado; no hay cinéfilo que no recuerde la película de Polansky La semilla del diablo, en la que el caserón cobra la importancia de un personaje más. Para los neoyorquinos, el Dakota es uno de esos edificios del lado oeste de la ciudad que albergan a simpatizantes demócratas con dinero que hacen cuantiosas donaciones para la campaña electoral. El Dakota, el San Remo, son testigos de la vida de artistas millonarios dispuestos siempre a arrimar el hombro a la causa más progresista.

La belleza no está exactamente en el edificio, que tiene las pretensiones de un afrancesamiento postizo que a veces los norteamericanos entienden como distinguido, sino en el lugar en el que está ubicado: la calle 72 y Central Park West, enfrente del parque, y en el barrio con más carácter de la isla. Las dimensiones de la recepción parecen europeas, por lo mezquinas, y uno se extraña de que un edificio tan enorme no tenga uno de esos lobbies de amplitud norteamericana.

"La señora Bacall está esperando", dice el doorman, así que subo en el ascensor hasta el cuarto piso, un cubículo forrado de madera que tiene algo del aire entre terrorífico y cómico de la película de Polansky. Me siento en el sillón del ascensor y todo cruje, con un sonido bastante teatral.



"Mrs. Bacall acabará dentro de unos cinco minutos con su sesión fotográfica", me dice su secretaria. "Siéntase como en su casa". Me siento en el sofá con la pretensión de que la secretaria vea que esperaré discretamente, pero en cuanto desaparece me levanto como si tuviera un resorte. ¿Cómo estar sentada en la habitación en la que la señora Bacall ha vivido los últimos 30 años? La arquitectura tiene un aire europeo, parisiense, como de principios de siglo: grandes escayolas, techos altísimos. Si no fuera por la ventana inmensa que parece meter Central Park en el cuarto podría pensar que estoy en ese París del que Bacall se considera hija adoptiva. Quiero aprovechar los cinco minutos al máximo y me acerco a las pinturas. Dos preciosos dibujos de Calder, pequeños paisajes y retratos de animales como del XIX. Libros por todas partes, el desorden propio de la gente que disfruta de la casa y de la vida; los ingobernables enchufes y cables de detrás de la tele, los sillones cómodos de terciopelo ajado y, sobre todo, la gran pared, esa gran pared en la que los retratos de los amigos se disputan el sitio. Me da la risa de la emoción. Sé que estoy atrapando un recuerdo que será para siempre. Las fotos no son las típicas de estudio, son las fotos familiares; pero en ellas distingo la sonrisa de David Niven, las de los dos hermanos Kennedy, el rostro algo circunspecto de Howard Hawks, la cara de su hijo Steve -tan parecido al padre-, y, de forma recurrente, los rostros queridos de Spencer Tracy, de Katharine Hepburn, con dedicatorias cariñosas que indican una vida de amistad y recuerdos comunes, de tardes de fiesta y de esas otras tardes más sombrías en las que la pareja iba a diario a visitar al amigo Boogie, que se moría poco a poco de un cáncer de pulmón sin dejar de tomar su martini y algún que otro cigarrillo. Hay un dibujo, como un autorretrato de la propia Hepburn, felicitando a la Bacall por un premio. Pienso que se trataría del Tony en la época en que las dos actrices pisaron Broadway, en una edición en la que las dos optaban al galardón.

Es difícil moverse por la sala sin que el suelo de tarima se chive de todos mis movimientos, así que voy recorriéndolo de puntillas, con miedo a resbalarme en este suelo traicionero de tan pulido, y como si hiciera algo prohibido, con algo de la comicidad de los satánicos personajes de La semilla del diablo. A punto estoy ya de abrir alguno de los cajones cuando una voz tan grave que parece la de un hombre me da un susto de muerte a mis espaldas. Ella. Es ella. Hace la entrada de las grandes estrellas. Alta a pesar de sus 81 años, de espalda ancha y recta; esa elegancia innata que lo supera todo, hasta ese atuendo casero con el que me recibe: pantalones cómodos, camiseta, sandalias deportivas. Viene con una perrilla de ojos saltones que me ladra con la furia de los perros pequeños. "Venga, Sophie, no te enfades". Yo le dejo la mano para que me conozca. La olisquea y, viendo que soy una más de las admiradoras de su dueña, salta al sofá para sentarse a mi lado.

Perdone, Mrs. Bacall, no he podido resistir la tentación de mirarlo todo; es que no puedo reprimir la emoción que siento al estar aquí…

Oh, qué dulce suena eso… [y suelta una carcajada].

No veo fotos de Humphrey Bogart.

Bueno, las fotos de Boogie están en la otra habitación. Soy cuidadosa. Comprende que tuve otro marido, otro hijo, y no me parece correcto.

El otro marido fue Jason Robards, un gran actor al que todo el mundo, menos Lauren Bacall, le atribuía cierto parecido físico con Bogart. "Sí, eso se dijo mucho, pero no se parecían en nada. Él tuvo que vivir con la sombra de Boogie. Yo, para la prensa, era siempre la viuda de Bogart".
Lauren Bacall y sus hijos

Robards no nos roba ni dos minutos de conversación. Se nota que Bacall se cuida mucho de no menospreciar al padre de su tercer hijo, aunque en las memorias está descrita con una elegancia no exenta de sinceridad la pesadilla que supuso la convivencia con este hombre atractivo y alcohólico que podía convertirse en un ser muy desagradable, olvidadizo de sus obligaciones como padre, como esposo. Fueron, dice Bacall, los únicos años de su vida en que le falló el sentido del humor. Hablamos de su libro de memorias. Es un libro que tiene un enorme valor, el de testimonio de la época más glamourosa del cine, pero también de algo que resulta particularmente atractivo para el lector: la verdad de la vida de una mujer que a los ojos de los espectadores gozaba de un universo fascinante; que poseía una especie de audacia sexual muy excitante para la época, una especie de aplomo, de seguridad en sí misma, un atractivo cargado de inteligencia. El interés del libro es que descubrimos en él a una mujer inocente, terriblemente dependiente del cariño de los hombres, y eso es algo que parece no cuadrar con la imagen de los personajes que encarnó. Si hay algo que la presencia física de Lauren Bacall no despierta es compasión: nunca fue ese tipo de actriz proclive a que le dieran papeles de muchacha desasistida, que inspira instintos de protección; al contrario, ya desde su primer filme, Tener o no tener, la sensación que provocaba era la de ser la nena lista, la que se las sabía todas, la que había tenido ya muchas experiencias románticas.

"Sí, eso es increíble, pero es así. En realidad, todo fue una invención de Howard Hawks; él vio que mi cara tenía carácter, incluso se negó a que me retocaran las cejas y me arreglaran los dientes; él me quería exactamente como yo era. Me dijo que aprovechara mi voz, que nunca subiera un tono para hacerla más aguda, que eso nunca sería atractivo. Por otro lado, aprendí a bajar la cabeza para que mis ojos se abrieran más, y enseguida se hizo popularísima esa forma que yo tenía de mirar a Bogart. Ahí es cuando empezaron a llamarme La Mirada. Pero yo…, yo no era más que una chica de 18 años, una chica a la que su familia en pleno despidió en un restaurante de Broadway que todavía existe, Lindy's, y que tenía que dar cuentas, como buena chica judía, de su comportamiento. Es verdad que yo me enamoraba muy rápido, incluso estuve perdidamente enamorada de Kirk Douglas cuando estaba estudiando interpretación a los 16 años, pero no pasaba de ahí. Yo llegué virgen al matrimonio…".

¿Y era habitual eso entre las chicas de Hollywood?

Bueno, yo creo que las otras andaban más ocupadas que yo [risas].

El hecho de que usted hiciera películas tan memorables hace que se la relacione con Hollywood, claro, pero usted es tremendamente neoyorquina.

Es que Hollywood no significa nada. Qué es Hollywood, una industria, pero nada más. Yo viví en California 15 años, sí, pero mi sitio es éste… Además, Boogie odiaba Hollywood; odiaba aquel ambiente de los estudios, el negocio. Casi todos sus amigos eran escritores, eso era curioso. A él le aburrían mucho los actores, siempre mirándose el ombligo, siempre hablando de sí mismos. Había excepciones, claro; tuvimos amigos maravillosos, como Spencer, Katie o David Niven, pero él prefería la compañía de escritores. Él me enseñó mucho, mucho, sobre nuestra profesión, sobre cómo uno debía ser honesto. Imagínate qué suerte tuve al tener como amigos a personas que sin él nunca hubiera conocido, porque Cole Porter, Faulkner, Hemingway, Spencer Tracy, James Cagney…, ellos eran de su generación, no de la mía. ¿No crees que he sido muy afortunada por poder codearme con toda ese gente? Boogie siempre decía que el mejor actor del mundo era Spencer Tracy, y el que tenía más carácter, James Cagney. Me acuerdo de una noche oyéndoles hablar a los tres. Fue la única vez que recuerdo que Katie y yo estuviéramos calladas. Me sentía tan feliz. ¿De qué hablábamos?

De su inocencia.

Sí, yo había sido una adolescente muy tonta, soñadora; en mi cabeza sólo había películas. Yo quería ser Bette Davis, era mi ídolo; esos ojos, esa forma de moverse. La vi dos veces, una cuando yo tenía 17 años y luego cuando hice la versión musical en Broadway de Eva al desnudo. Como persona me decepcionó. Es terrible que la gente que admiras te decepcione, ¿no? Ella no era generosa, ni cariñosa; le pasaba lo contrario que a Katie [Hepburn], que aunque al principio se mostraba reservada fue luego la mejor amiga, la más desprendida.

Esa adolescente soñadora que usted era se movía por aquí, por el Upper West Side…

Sí, claro, pero mi familia no vivía en un edificio como éste [de pronto se ríe]. ¿Te parece siniestro el Dakota?

Bueno, teniendo en cuenta que ayer mismo vi en televisión La semilla del diablo

¡Ja, ja, ja…! Sí, puedes decirlo, es un poco siniestro. Bueno, mi familia y yo vivíamos por aquí, muy cerca; en estas calles transcurrió toda mi juventud. Parte de mi infancia, mi madre y yo vivimos con mi abuela y mis tíos. Yo me sentía muy feliz de pertenecer a esa gran familia, me sentía muy protegida, y todos ellos eran personas muy cultas, inteligentes, luchadoras. Mi abuela era rumana, mi madre nació también en Rumania, pero mis tíos ya fueron americanos. Mi abuela hablaba ocho idiomas, era todo un carácter. Eso de que yo me quisiera dedicar a la interpretación no entraba en una mentalidad como la suya; ellos esperaban de mí algo más sólido, que hubiera sido profesora, no sé, pero el mundo de la escena lo veían como algo superficial.

Y su madre, que ha sido tan importante en su vida, ¿cómo era?, ¿actuaba como la típica madre de la joven aspirante a estrella?

Mi madre no era típica en nada. Era una mujer maravillosa, trabajadora; yo la adoraba y ella me adoraba a mí. Ella pensaba que yo era guapísima…

¿Y usted se veía guapa?

Yo nunca pensé en esos términos; en serio, no es algo que me preocupara. No me miraba al espejo y pensaba en mi belleza. Otra cosa era cuando actuaba, entonces sí que quería salir guapa; pero en mi familia aprendí a que una persona tiene que tener otro tipo de virtudes.

Y eso que usted fue Miss Greenwich Village con 18 años…

Ah, sí, ¡ja, ja, ja!, me acuerdo de lo nerviosa que estaba. Yo siempre estaba nerviosa, siempre insegura; ya te digo, lo de mujer experimentada fue una invención del cine.

¿Cómo se enfrentó a la aventura de dejar Nueva York y marcharse a Los Ángeles con 19 años?

Tenía una familia que me respaldaba. Mi madre se vino conmigo un tiempo durante el rodaje de Tener y no tener. Boogie, por entonces, estaba casado, con muchos problemas con su mujer, que era alcohólica. Me llamaba a las tres de la madrugada y me decía: nena, te espero en tal esquina de tal calle, y yo me ponía los pantalones encima del camisón para salir corriendo. ¿Es que no es excitante? Entonces, mi madre, mi maravillosa madre, salía de la cama y me decía: "Pero ¿dónde te crees tú que vas con ese hombre que tiene 25 años más que tú?". "Mamá", le decía yo, "tengo que ir, yo le quiero". Ella decía: "Te perderá todo el respeto". "Pero él me quiere, mamá, yo le gusto mucho". Entonces, mi madre, gritándome, me contestaba: "Pero cómo no te va a querer, hija mía: tienes 19 años, eres bonita; a ti te quiere todo el mundo". ¡Ja, ja, ja! Era fantástica. Todos los días me acuerdo de ella. Puedo recordar, como si fuera ahora, el día en que se vieron por vez primera Boogie y ella en una habitación de hotel en Los Ángeles. ¡Qué tensión, Dios mío! Pero luego mi familia lo admitió y le quiso muchísimo, porque Boogie no era un vividor, no era un hombre frívolo; se había casado tres veces, sí, pero era porque había tenido mala suerte. Cuando vinimos por vez primera a Nueva York le presenté a mi familia y se quedó exhausto, me dijo que nunca había conocido a nadie que tuviera tanta familia. Él era el tipo de hombre que cuando ama a una mujer va a casarse con ella; él era de los que se casan, era leal, serio. Me decía que tuviera cuidado con la atracción que sintiera por otros hombres. Me decía: es normal que eso ocurra en los rodajes, que surjan tentaciones; pero siempre hay que sopesar el valor que tiene tu vida privada, si te merece la pena poner en peligro lo que quieres. Luego he pensado que tal vez se sentía inseguro. Eso fui descubriéndolo poco a poco. Era una persona tan extraordinaria que no podías conocerla de golpe.

Si algo sorprende de estas memorias es la llaneza, la sinceridad con la que están contadas. No es solamente un catálogo hilado de las películas o los premios (pocos, en el caso de esta actriz). Estas páginas, escritas con un estilo ligero y elegante, dan cuenta de ese otro lado de la vida que se oculta tras las carreras que nosotros vemos como exitosas. Sorprendentemente, una de las mujeres más deseadas del cine habla del miedo a no ser deseada no sólo por los productores, sino por los hombres, que, al margen de Bogart, no siempre la quisieron como ella merecía. Lauren Bacall habla en todo momento de su fragilidad, de una necesidad imperiosa de ser querida que se convertía en obsesión cuando estaba con un hombre que no acababa de comprometerse. "Siempre me influyó, creo, la ausencia de mi padre. A los 10 años dejé de verle para siempre. Ese abandono, pienso que marcó mis relaciones sentimentales".

Años más tarde, cuando ella era ya una actriz reconocidísima y estaba actuando en Broadway, su padre llamó al teatro exigiendo 12 entradas. Ella creyó verle en una de las primeras filas. Esa imagen fugaz fue todo. Ya no volvió a verle. Parece lógico, ella no lo oculta, que Bogart se convirtiera en su padre, su amigo, su amante y un esposo leal. Fueron una pareja querida, con personalidad, rodeados siempre de amigos, comprometida. Lauren fue más lejos aún que Bogart en su protesta por las investigaciones que abrió el Comité de Actividades Norteamericanas contra todo aquel que oliera a comunista. Sus años junto a Bogart fueron, se aprecia claramente, los mejores de su vida, aquellos en los que se sintió más protegida. No hay más que ver las fotografías del álbum familiar de la pareja con sus hijos para respirar esa felicidad. Luego vino la enfermedad de él, la desesperación, y el apoyo de un amigo, Frank Sinatra, que daría mucho que hablar. Siempre se ha especulado sobre cuándo comenzó exactamente el azaroso romance que mantuvo con el cantante, si antes o inmediatamente después de la muerte de Boogie. Pero no hay duda de su lealtad hacia el esposo. Al contrario, su recuerdo es omnipresente: cuando habla de ella, el discurso se desliza hacia él. Todas las respuestas acaban en Bogart.

Teniéndola delante se me borra la imagen de las películas; su presencia es la de una de esas mujeres mayores neoyorquinas que bajan a pasear al perro y se paran a hablar en las esquinas, acostumbradas a la sociabilidad de un Nueva York mucho más habitable, irremediablemente perdido, que caminaba mucho más despacio que ahora, del que queda la presencia de estas mujeres fuertes, con rostros llenos de fuerza, hijas de los mil exilios judíos de la Europa del Este.

"Sí, esto es horrible. No quiero ser pesimista, pero en Nueva York tienes que andar siempre con cuidado por los coches, por las bicicletas, para no jugarte la vida. Antes era una ciudad para pasear; hoy, no. Y se han perdido los modales, ¿no lo ves? ¿Por qué está la gente tan enfadada? Quedan cosas, claro: mi supermercado favorito, mi querido Zabar's, ¡me encanta Zabar's!, o algunos restaurantes como el café Luxembourg o mi chino favorito, el Shun Lee; pero se perdieron aquellos maravillosos deli, en los que un día, como algo especial, te dejabas el dinero en aquellos sándwiches, aquellos helados… Eso ya no existe, no es igual".

Éste es un barrio muy judío. ¿Le pesó mucho su condición de judía?

Mucho, hubo un tiempo en que el antisemitismo estaba en todas partes. Me acomplejaba, me ponía tensa pensar que en algún momento debía confesarlo. Fíjate que cuando tenía 16 años tuve un novio de la marina que me dejó cuando se enteró. Bueno, mi madre no era religiosa; mi abuela, sí. Pero el concepto sobre los judíos era muy cerrado; se pensaba que todos tenían la nariz grande, eran feos, pensaban siempre en el dinero.… No se puede decir que nosotros respondiéramos a esa idea.

Y el 'glamour', ¿es algo del pasado?

Completamente. La mediocridad hoy afecta a todo. El nivel de este país ha caído en picado, nos ha superado la vulgaridad; gran culpa de eso la tiene la televisión, que crea estrellas continuamente. Cada tipo que sale en una serie, ya es una estrella. Nosotros queríamos ser actores. Para colmo, tenemos el peor presidente de la historia. Ser norteamericano podía ser un orgullo en aquellos tiempos, pero mira ahora, con este idiota. Yo tenía a Roosevelt en un altar; Roosevelt era mi padre, mi héroe. Hoy día, mi sitio está aquí; pero si no viviera en Nueva York, viviría en París.

Lauren Bacall, aquella muchacha alta, de pecho plano, rostro que denotaba inteligencia y sentido del humor, que quería ser Bette Davis y estudió con tesón en la Academia de Actores; la cría que se pasó gran parte de su carrera temblando, aprendiendo paso a paso cómo era su oficio, sufriendo la angustia de una carrera desigual en la que no siempre hubo productores llamando a su puerta, decidió un día contar su vida: "Pensé que no quería que quedara en el olvido, que la gente joven podía aprender algo de mi experiencia". Lauren Bacall, la joven que se enamoraba rápido, casi antes de que se enamoraran de ella, que se entregaba apasionadamente, conserva intacto ese brillo particular de la ironía que la hizo tan atractiva en el cine. "Sí, eso era importante en mi familia, el humor. Eso es lo que me ha salvado en la vida".

¿Y ahora?

¿Ahora? Tengo una buena vida. Tengo tres hijos, nietos. Mis hijos son gente seria, con buenas parejas, que cumplen con su vida. Y tengo a Sophie [Sophie levanta la oreja al ser citada], que es una gran compañera. Bajo al parque a pasearla, aunque ahora me he torcido un tobillo y no puedo moverme. La gente me saluda, sí, esas señoras que te agarran del brazo cuando hablan contigo, que es algo [se ríe] que no puedo soportar.

Han pasado dos horas, ¿dos horas? Su secretaria ha entrado por tercera vez a decirnos que es tardísimo. Entonces me muevo hacia adelante para apagar la grabadora que está en la mesita, y aún no me explico cómo, pero mis botas resbalan en el suelo de tarima de tal manera que me escurro hasta quedarme completamente sentada en el suelo. Lauren Bacall me mira asombrada: "¿Y eso?, ¿cómo has hecho eso?". "No sé, me resbalé", le digo. Y suelta una carcajada. "Perdona que me ría", dice, "pero es que ha sido muy gracioso".

A pesar de mi aturdimiento escucho su risa; la risa grande, fresca, de una de esas mujeres a las que la edad nunca acaba de vencer del todo.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Reacciones a la muerte de Lauren Bacall

Mia Farrow: "Perdemos a la gran Lauren Bacall. DEP querida Betty".



Dita Von Teese: "Triste tras escuchar que hemos perdido a una de las últimas leyendas de la época dorada de Hollywood. Una vez conocí a Lauren Bacall... fue un momento de ¡pellízcame!".



Jesse Tyler Ferguson: "Descansa en paz Lauren Bacall. Me siento honrado de haberte conocido. Una verdadera actriz con clase que se echará de menos".



Ron Howard: "Una semana triste -DEP Lauren Bacall. Yo hice de su hijo en "El último pistolero". Una mujer maravillosa y con talento".



Marlee Matlin: "Cuando le conté a mi amiga Lauren Bacall que tenía problemas con mi novio, ella me dijo "¡Hombres, que les jodan!" Dales el infierno en el cielo. DEP Betty".



Jenny McCarthy: "Tuve la increíble oportunidad de trabajar con Lauren Bacall en la película "Diamonds". Era única en su clase".


Jorge García: "Y ahora, Lauren Bacall, gracias por enseñarnos a todos cómo silbar".



Joan Collins: "Una de los últimas estrellas emblemáticos de la época dorada de Hollywood, Lauren Bacall DEP".



Cary Elwes: "DEP Lauren Bacall. Me siento privilegiado de haber pasado un buen rato con una leyenda tan elegante".



Leonard Maltin: "Me siento tan afortunada de haber conocido a Lauren Bacall, una mujer formidable y uno de los últimos eslabones a la edad de oro de Hollywood".



Gene Simmons: "Lauren Bacall - triste DEP. Ella era una actriz con clase. Se la echará de menos".



Lana Parrilla: "Creo que toda su vida se le nota en la cara y debe estar orgulloso de eso" 
- Lauren Bacall".



Mark Deklin: "DEP Lauren Bacall. Tuve el placer de conocerla una vez...".


Algunos españoles como la actriz Hiba Abouk, la periodista Teresa Viejo, el cómico Goyo Jiménez o el cantante Ismael Serrano también han querido dejar su huella.





Además, la actriz Barbra Streisand ha comunicado que es "una pérdida terrible para todos nosotros. Primero Robin, quien fue un genio y ahora Lauren. Fue un privilegio haberla conocido, haber actuado con ella y haberla dirigido. Y, sobre todo, haberla tenido como una querida amiga. Ella era original. Con todas sus películas la podremos visitar una y otra vez, la echaremos de menos". Por su parte, James Caan ha dicho de la actriz que "ella era una mujer estupenda y estimulante que estaba llena de talento y diversión. Me siento afortunado de haber tenido la oportunidad de trabajar con ella. La echaré mucho de menos".

Fuente: FórmulaTV, Twitter

Homenaje de TCM a Lauren Bacall

Mañana TCM emite Tener y no tener.


No cabe ninguna duda de que la escena más famosa de Tener y no tener (1944) es la que encabeza este post (“You know how to whistle”), un diálogo mítico que, curiosamente, no salió ni de la pluma de Hemingway (autor de la novela original) ni de la Jules Furthman o William Faulkner, los guionistas que adaptaron la que, en opinión de Howard Hawks, era la peor obra del escritor americano.

En realidad, la conversación la escribió el propio Hawks para una prueba de cámara con Lauren Bacall, la joven debutante de 19 años que había deslumbrado a la mujer del director, Nancy, cuando la vio en la portada de una revista de moda.

En la prueba fue un actor de la Warner, John Ridgely, el encargado de darle la réplica a la actriz. Hawks y el estudio quedaron tan impresionados por el resultado que le pidieron a Faulkner no sólo que incluyera esas líneas como fuera en el guión, sino que le diera más diálogo a su personaje.



Como ya es sabido, también Bogart (44 años) quedó algo más que impresionado por el talento y la belleza de esa jovencita. Al terminar un día de rodaje, tal y como recuerda Bacall en su autobiografía, el tímido pero impulsivo Bogie, que aún estaba casado con Mayo Methot, la besó en su caravana y le pidió que escribiera su teléfono en un paquete de cerillas que llevaba en el bolsillo. Días después le hizo a su enamorada uno de sus primeros regalos: un silbato de oro que recordaba la famosa escena.

Hawks, un tanto celoso por la relación de Bogart con su protegida, no auguró un futuro muy largo a la pareja. Se equivocaba. Sólo la muerte de Bogie en 1957 pudo separarlos. El actor fue incinerado en California y, antes de que las llamas consumieran un cuerpo ya devorado por el cáncer, Bacall depositó junto a él el silbato dorado. Sobre su superficie, inscrito en el metal, podía leerse el siguiente texto: “If you want anything, just whistle” (“Si me necesitas, silba”).

Tener y no tener. Jueves 14 de agosto a las 04:15 en TCM

Fuente: TCM

Muere Lauren Bacall

Qué pena da leer los periódicos y ver ésta triste noticia. Murió Lauren Bacall, una de las últimas supervivientes del Hollywood clásico.




Falleció a los 89 años en su domicilio neoyorquino de un posible derrame cerebral a consecuencia de una embolia. Fue el portal de Internet TMZ quien adelantaba el miércoles por la mañana el fallecimiento de la inmortal Flaca de Tener y no tenerFue precisamente la cuenta de Twitter del legado de Humphrey Bogart la que confirmó la muerte de una de las últimas estrellas. Sólo estuvieron casados 12 años (hasta la muerte Bogie), aunque la etiqueta de "esposa de" la acompañaría para siempre.






“Con gran pesar pero con una enorme gratitud por una vida maravillosa, confirmamos la muerte de Lauren Bacall"

Nacida en Nueva York, fue hija de una inmigrante rumana de la que tomó su apellido. Nunca llegó a conocer a su padre, estadounidense hijo de inmigrantes polacos. Modelo y actriz, Bacall debutó en Hollywood a los 19 años junto al que sería su esposo en la mencionada cinta de Hawks. Nacida Betty Joan Perske, “una joven judía del Bronx” como se la conoció en la industria coloquialmente mientras desarrollaba sus primeros papeles. Joven, seductora, con ojos verdes y una voz rasgada, la joven Betty Bacal (modelo antes que actriz) captó la atención de la mujer de Howard Hawks en 1943, gracias a una portada en Harper's Bazaar.

El director le ofreció con sólo 19 años un papel en Tener y no tener (1944), filme que ya tenía una estrella confirmada: Humphrey Bogart, quien por entonces tenía 44 años.  Se ganó un puesto en la historia del cine con su sexy pregunta a Bogie: "Sabes cómo silbar, ¿verdad Steve? Simplemente junta los labios... ¡y sopla!". "Por el modo en que rodaron esa escena, sabíamos que algo pasaba. Él tenía esa clase de sonrisa que todavía puedes ver en la pantalla", recordaría después su compañero de reparto, el actor Dan Seymour.

En sus inicios escuchó, seguramente sin prestarle mucha atención, las palabras del dramaturgo Moss Hart que, según un texto de Ernest Hemingway, se le acercó y le dijo: "Te das cuenta, por supuesto, que a partir de ahora solo puedes ir hacia abajo, ¿verdad?". Por suerte, Hart se equivocó.

Bacall recordaría después cómo surgió el romance. Estaba sentada en su camerino, bromeando con Bogart, cuando él se inclinó, le sujetó la barbilla y la besó. Entonces sacó una cajita de cerillas del bolsillo y pidió a Bacall que le escribiese su teléfono.

Bogie y Baby, como se los conocía por aquel entonces, se casaron al año siguiente, después de que el actor pusiese fin a su turbulento tercer matrimonio, con la actriz Mayo Methot, famosos por sus sonadas peleas.

Bacall y Bogart continuaron compartiendo cartel: El sueño eterno, La senda tenebrosa y Cayo Largo. "Haces elecciones en la vida", diría más tarde la actriz sobre aquellos años en los que la sombra de la carrera de su esposo superaba a la suya. Otras como Callejón sangriento, Escrito sobre el viento.

Además de compartir cartel, el matrimonio también compartió activismo político. Juntos formaron parte del 'Comité de la Primera Enmienda' -un grupo de actores formado en 1947- para protestar contra el McCarthysmo y la 'caza de brujas' y dar su apoyo a los 'diez de Hollywood'. Su matrimonio con Humphrey Bogat le aseguró su lugar en la historia, pero eclipsó una trayectoria jalonada con dos premios Tony, un National Book Award y un puñado de obras maestras del cine.

La actriz apareció en más de una treintena de películas, como Cómo casarse con un millonario o Mi desconfiada esposa. Se empezó a emancipar con la comedia locuaz sofisticada, mientras Bogart caía enfermo de cáncer y la dejaba viuda y con dos hijos (Stephen, el nombre del actor en Tener y no tener y Leslie) con sólo 32 años, en 1957. 

'La viuda de Hollywood' regresó entonces a Nueva York, donde fue muy aplaudida sobre las tablas de Broadway. 
Bacall mantuvo una relación de transición nada menos que con Frank Sinatra, el hombre del que dijo que le gustaría "que se callara y cantara", y profesionalmente tuvo un elegante coqueteo con el melodrama de Douglas Sirk en Escrito sobre el vientoLa actriz volvió a casarse de nuevo, en 1961, con Jason Robards, dos años mayor que la actriz. También actor, y también con problemas con el alcohol. Bacall y Robards -quienes tuvieron un hijo- se separaron ocho años después.

Bacall nunca volvería a casarse. No encontró a nadie a la altura de Bogie. Su afilada lengua y su humor ácido en la vida real -tan famosos como sus líneas en el cine- dejaron la clave: "Vivimos en una edad de mediocridad", "encuéntreme un hombre tan interesante como para cenar con él y seré feliz", "una mujer no está completa sin un hombre. ¿Pero dónde encuentra un hombre, uno verdadero, hoy en día?".

Fue secundaria en el lujoso reparto de Asesinato en el Orient Express (1974) y, puntualmente, participó en películas como Misery (1990) e incluso Dogville (2003), de Lars Von Trier.

"¡Qué vida!", exclamó ella misma en 1993 cuando recibió el premio Cecil B. DeMille a toda una trayectoria en los Globos de Oro y, sí, no se puede resumir mejor que en esas dos palabras. Una vida tan interesante que su autobiografía de 1978, By Myself (Por mí misma), le reportó el National Book Award, y tan duradera que en el año 1994 escribió otra titulada Now (Ahora), a la que tuvo que añadir un anexo en 2005.

En el teatro, ganó dos premios Tony por dos musicales irónicamente basados en filmes del Hollywood clásico: Applause, en la que interpretó el personaje de su admirada Bette Davis en Eva al desnudo; y La mujer del año, en la que retomó el papel de su amiga Katharine Hepburn en la película del mismo título. Sobre el escenario, su elegancia resultó todavía más evidente, su energía sorprendente y su voz al cantar reproducía la sensualidad ronca que siempre tuvo. Bacall resucitó como dama del teatro.

"El musical ha sido para mí una nueva oportunidad, como volver a nacer", dijo entonces al verse, por fin, como una estrella.





A pesar de mantener siempre una actitud muy reservada en la meca del cine, su estilo marcó a toda una generación desde su primer trabajo en la pantalla. Delgada, amplios labios y con una mirada embriagadora, su imagen permaneció enseguida en el recuerdo creando escuela entre otras actrices. Ella siempre reconoció su prioridad como esposa que como estrella y se rió de esa imagen proyectada en su primera etapa. "Si hay algo que nunca he sido ha sido misteriosa, y si hay algo que nunca he hecho, ha sido no hablar", reconocería. 

Pero cuando la vida de Lauren Bacall parecía que ya solo quedaba para cosechar premios honoríficos (el Donostia de San Sebastián, el citado Cecil B. DeMille o el reconocimiento del Festival de Berlín en los noventa), Lauren Bacall pidió una nueva prórroga y, con un coqueto papel de anciana en El amor tiene dos caras, de Barbra Streisand, fue nominada por primera vez al Óscar en 1997. Todo el mundo daba por hecho que se llevaría la estatuilla, incluida Juliette Binoche, la que finalmente ganó. Fue entonces cuando Bacall hizo la peor interpretación de su carrera al intentar disimular la decepción de su derrota (su hijo, directamente, abandonó la sala). Sin embargo, su carrera se revitalizó.

"¿Qué significa eso de mi edad? ¿Qué edad? Trabajar no es cuestión de edad. Seguir trabajando significa seguir con vida", le respondió a un periodista en Berlín al presentar The Walker, una interesante intriga de Paul Schrader en la que seguía mostrando su atractivo octogenario.

En The Forger
Sus últimas intervenciones fueron muy escogidas pero exquisitas, con nombres tan poco clásicos como Lars Von Trier, en Dogville y Manderlay, o Natalie Portman, en un exquisito cortometraje (Eve). Cuando en 2009 Hollywood le dio por fin el Óscar honorífico, solo dijo. "Por fin, ¡un hombre!".

Uno de sus últimos trabajos cinematográficos, la película Birth, causó polémica tras las declaraciones de Bacall contra su compañera de reparto, Nicole Kidman. Realmente no era un ataque contra Kidman sino contra la alegría con la que la prensa acostumbra a llamar leyendas a cualquiera de las estrellas de Hollywood. “¿Qué es una leyenda?”, le espetó a la periodista durante la entrevista. “(Nicole) no puede ser una leyenda. Para ser una leyenda tiene que ser más edad”, dijo la actriz que, a sus 89 años se ganó más que merecido ese título.

Uno de sus últimos trabajos fue en la serie Padre de familia:






Fuente: El Mundo, El País, RTVE.es

martes, 5 de agosto de 2014

"Joe and Marilyn"

Marilyn & Joe
Joe DiMaggio, con su monumental timidez a cuestas y su escaso bagaje cultural, logró seducir a la rubia más célebre de todos los tiempos, la mujer a la que quiso conocer después de verla en una foto con un bate de béisbol en las manos. DiMaggio llamó a un amigo y éste le consiguió una cita con la rubia, con Marilyn Monroe, intrigada por conocer a un hombre que hasta entonces no había oído mencionar siquiera pese a ser la gran figura de los Yankees de Nueva York.



Es de suponer que el carácter promiscuo de la actriz ayudó a que la cita fraguara y que se vieran en el restaurante Villa Capri de Los Angeles, un encuentro en el que la química fue evidente. Corría el año 1952 y Monroe terminó por ceder después de dar vueltas en su coche por la ciudad durante tres horas con su nueva conquista, llevando finalmente a DiMaggio a su hotel.

El resto es historia, 274 días de un matrimonio marcado por las ansias del jugador de béisbol de convertir a Monroe en quien no era, una dedicada ama de casa que le preparase la comida y cuidase de una futura familia, lo que nunca llegó a suceder. También hubo celos y violencia física, abusos del deportista, que pegaba a su mujer cuando perdía los nervios.

Son las revelaciones principales de un libro sobre la pareja a cargo de C. David Heymann, Joe and Marilyn, que acaba de ver la luz y que recorre en detalle uno de los matrimonios más célebres de la cultura americana.

Heymann se refiere a las inseguridades de ambos cuando se conocieron, al hecho de no ser personas cultas en absoluto, pero coincidentes en la grandeza de sus figuras, una actriz legendaria como icono del Hollywood dorado y el jugador más importante de la historia del béisbol junto a Babe Ruth.

Por eso se entendieron, apasionados al comienzo de su relación como pocos, hasta el punto de que DiMaggio se arriesgó a que lo excomulgaran con tal de hacer realidad su sueño de casarse con Norma Jean. Estuvo a punto de que eso sucediera después de que no lograra que la Iglesia reconociera su divorcio de su primera mujer, Dorothy Arnold, mientras planeaba los detalles de la boda con Monroe.

"Prefiero ir de cabeza al infierno que renunciar a mi propio jardín del Edén", dijo el jugador de los Yankees al respecto. "Que me excomulguen si quieren". Monroe, por su parte, no quiso ser menos antes de la boda. "Lo que Joe es para mí es un hombre cuya apariencia física y su forma de ser me vuelven loca. Le quiero con todo mi corazón. Sabíamos que sería un matrimonio fácil".


Nada más lejos de la realidad. "Nunca, ni por un minuto llegué a pensar que ella y Joe DiMaggio durarían", declaró Jane Rusell, la mujer de la estrella del Los Angeles Rams de fútbol americano, Bob Waterfield, ambos buenos amigos de la pareja. "Estaban enamorados, mucho de hecho, pero no se entendían el uno al otro. Ambos venían de diferentes universos y eso fue la tragedia, por eso no pudieron seguir juntos. Estaba escrito en las estrellas".

Las diferencias entre ambos hicieron acto de presencia desde el principio de su matrimonio. Monroe no tenía problema en sacarle partido a sus curvas con desnudos para la revista Playboy o para el calendario de Golden Dreams, algo que DiMaggio no podía soportar.

Acusó a los estudios de Hollywood de ganar millones de dólares explotando el lado erótico de la actriz sin que ella recibiera lo que merecía. "¿No te das cuentan de que te están usando?", le argumentó entonces. "No eres más que un pedazo de carne para ellos".

Pero Monroe no quiso nunca abandonar la estela del cine y la clase de contactos que le proporcionaba. Muchos de ellos amantes como el director Elia Kazan, el músico de jazz, Mel Torme, o el actor griego Nico Minardo, con los que se entendió incluso estando con DiMaggio.

De toda esa lista, el nombre más destructivo para la relación fue el de Arthur Miller, el dramaturgo con el que Monroe tuvo un sonado romance mientras todavía estaba casada con el mito del béisbol. Después se convertiría en el tercer marido de la actriz en 1956.

Tampoco ayudaron los abusos verbales ni las agresiones físicas de Di Maggio. En una ocasión, entró en cólera por un vestido que llevaba Monroe para el concurso de Miss America en 1952, demasiado provocativo en su opinión. "Pareces una maldita puta", le dijo DiMaggio, que aún así lloró como un niño cuando su ex mujer se suicidó en 1962 con una sobredosis de barbitúricos.

"Un sonido salió de su cuerpo, algo inhumano, casi como el rugido de un león. Después, se inclinó hacia delante y empezó a sollozar", recuerda un amigo que estaba con él cuando se enteró de la noticia. Al fin y al cabo no era una mujer cualquiera. Era Marilyn.

Teléfono contra el maltrato: 016
Fuente: El Mundo