agosto 2013

domingo, 25 de agosto de 2013

Centenario del nacimiento de Vivien Leigh

Desde 1939  nadie pudo desligar su imagen del personaje de Escarlata O’Hara, el papel más notable de la historia del cine, con una interpretación magistral, que difuminó para siempre los límites de la mujer real y la ficticia. En el año en que se cumple el centenario del nacimiento de la actriz británica Vivien Leigh, sus nietos han vendido al Victoria & Albert Museum de Londres una impresionante colección de documentos que se adentra en la apasionante vida de una de las intérpretes más admiradas de la historia, que brilló con un fulgor tan efímero como inusitado en el universo de Hollywood. El legado de la actriz, galardonada con dos Oscar y un Tony, constituye una auténtica joya de coleccionista, que redescubre su lado más íntimo mediante cartas, recortes de libros, fotografías tomadas por ella misma, guiones de películas, entradas de teatro y sus diarios personales.

La sombra de Laurence Olivier inevitablemente planea sobre buena parte del material recopilado del archivo. Un amor a primera vista en el Old Vic, el teatro londinense en el que ambos actuaban en 1936, dinamitó sus matrimonios. Él, un actor shakesperiano de prestigio, estaba casado con la actriz Jill Esmond. Ella, con el abogado Herbert Leigh, cuyo apellido se quedó para siempre en su nombre artístico.

Durante sus 20 años de matrimonio se convirtieron en la pareja más admirada de Hollywood y, aunque sus compromisos laborales les obligaron a separarse durante meses, canalizaron su pasión a través de una continua y apasionada correspondencia. En abril de 1939, mientras él se hallaba trabajando en Nueva York y Vivien Leigh rueda Lo que el viento se llevó en Los Ángeles, intercambian hasta 40 misivas. «Querido mío, mi amor está contigo cada segundo y sé que esta noche será un gran triunfo para ti. Tu orgullosa y adorada Vivien». Su tormentosa relación junto a Larry Boy (como se refería cariñosamente a su esposo) alimentó el escándalo que ya rodeaba la de por sí enrevesada vida de una actriz aquejada de un grave trastorno bipolar, que, unido a los excesos del alcohol y tabaco, acabaron por minar su salud mental y arruinar su matrimonio.

«Queremos rescatar a Vivien Leigh de la sombra de Laurence Olivier. Ella era, sin duda, una de las mujeres más bellas del siglo XX, y de alguna manera ésa era su mayor hándicap. Creo que este archivo va a reescribir las biografías. Da sorprendentes detalles sobre su carácter, su inteligencia, la amplitud de intereses y lo duro que trabajaba para preparar sus papeles en el cine», comenta Keith Lodwick, conservador del Victoria & Albert Museum. Además de las cartas a su amado, entre la correspondencia hay más de 7.500 misivas, meticulosamente catalogadas por la actriz, de amigos y colegas, dirigidas a ella y a Olivier.

Winston Churchill escribió varias epístolas a la pareja, que protagonizó su película favorita, «Lady Hamilton» (1941), con Olivier como Horatio Nelson y Leigh como Emma Hamilton. La película se había rodado durante la Segunda Guerra Mundial para despertar el sentimiento probritánico entre el público estadounidense. Después de una fiesta con ellos, en 1951, Churchill escribió: «Gracias por el jarrón de cristal que acompañó a las hermosas flores. Disfruté mucho viéndola a usted y a su marido la semana pasada y fue para mí una noche muy agradable». Su candor y cortesía también se retratan en una carta de la Reina Madre, en la que ésta ofrece su agradecimiento a la pareja por las flores recibidas de su parte.

Otra misiva proviene del dramaturgo Tennessee Williams, en septiembre de 1950, alabando a Leigh por su papel de Blanche DuBois, en su obra Un tranvía llamado deseo, que la hizo merecedora de su segundo Oscar. «No es necesario repetir aquí la inmensa felicidad que siento por la película y por tu contribución a ella. Eres la Blanche que siempre había soñado y estoy agradecido por llevarlo tan bien a la vida en la pantalla», escribió.

100 años del nacimiento de Vivien Leigh

Los entresijos de su intrincada vida personal también se desvelan en las líneas de sus diarios íntimos, que comenzó a escribir a la temprana edad de 16 años, en 1929, una práctica con la que desahogó sus inquietudes hasta el final de sus días, en 1967.

Se unen a ellos un sinfín de telegramas, recortes de periódicos y fotografías realizadas por Leigh durante sus viajes por Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido, así como instantáneas de sus rodajes más conocidos, que se expondrán al público a partir del mes de noviembre en el Victoria & Albert Museum de Londres, además de digitalizarse los contenidos para hacerlos accesibles a través de su página web.

«Esta colección no sólo representa la vida de la legendaria actriz, sino que permite conocer el mundo social y del espectáculo que la rodeaba a través de las anotaciones personales de Vivien Leigh», reflexiona el director del museo, Martin Roth.

La noche del 7 de julio de 1967, Vivian Leigh fallecía sola en su apartamento londinense en el 54 de Eaton Square. Todos los teatros del país apagaron las luces en señal de duelo. Ahora su legado vuelve a iluminar la estela de una actriz a la que el siglo XX recordaría como la indómita y caprichosa Escarlata O’Hara.

fuente: ABC.es

miércoles, 21 de agosto de 2013

Clásicos de La 1: Doctor Zhivago

Jueves, 22 de agosto a las 22:30 - 01:35

Yuri Zhivago es un joven huérfano recogido por la familia Gromeko. Con los años, se convierte en médico y se casa con Tonya, la hija de sus benefactores. Pero en su vida se cruzará la bellísima Lara, una joven costurera de la que se enamorará perdidamente durante los turbulentos días de la Primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique. 


Espectacular adaptación de la novela homónima de Borís Pasternak, rodada por David Lean tras su magistral ''Lawrence de Arabia'' y con parte del equipo de esta, entre ellos el actor Omar Sharif y el compositor Maurice Jarre. Este último ganó un Óscar por la banda sonora del filme, en la que destaca el inolvidable ''Tema de Lara''. La cinta fue candidata a otras diez estatuillas y ganó cinco más, aunque casi todas en categorías menores (guion adaptado, fotografía en color, decoración en color y vestuario en color). Curiosamente, su protagonista femenina, Julie Christie, también ganó un Oscar en esa edición, pero no por este filme, sino por ''Darling''. Buena parte del filme se rodó en España y se dice que en una escena donde los extras cantaban ''La internacional'', la policía secreta se infiltró entre ellos para descubrir quién conocía la letra.


Título original: Doctor Zhivago
Año: 1965
Duración: 197 min.
Director: David Lean
RepartoOmar Sharif, Julie Christie, Geraldine Chaplin, Alec Guinness, Rod Steiger, Tom Courtenay, Ralph Richardson


jueves, 15 de agosto de 2013

Historias del séptimo arte: Películas censuradas

En el tercer capítulo de Historias del séptimo arte repasamos las películas censuradas, que fueron muchas. La coincidencia de la vulnerabilidad del soporte con la época de los totalitarismos en Europa tampoco ayudaba. Los nazis no solo quemaban libros, y cuando Hitler llegó al poder en el 1933, se encargaron de exterminar películas como Diferente de los otros, una precursora cinta de 1919 en la que se reivindicaba la homosexualidad. En 1970 apareció parcialmente en Alemania.

Sergei M. Eisenstein
El prado de Bezhin (1937), de Sergei M. Eisenstein -el equivalente ruso Welles por genialidad y calamidad- padeció la censura estalinista que ordenó paralizarla en fase de rodaje y destruirla. Lo que no purgó Stalin, lo destruyeron los bombardeos nazis en la II Guerra Mundial. Y lo que no destruyó Stalin ni las bombas son algunas secuencias que no reflejan la idea original de Eisenstein.

Y como epílogo una hermosa historia retratada en el documental Los ojos de Ariana, de Ricardo Macián. Cuando los talibanes se hicieron con el control de Afganistán en 1996, el Ministerio de Asuntos Religiosos ordenó destruir el archivo del Instituto de cine Afgano. Los funcionarios que trabajaban en la filmoteca se las ingeniaron para emparedar los rollos en dobles fondos, arriesgando sus vidas para proteger el patrimonio. La trasmisión cultural como acto heroico.

fuente: RTVE.es

martes, 13 de agosto de 2013

Historias del séptimo arte: Películas descuidadas

En este segundo capítulo de Historias del séptimo arte hacemos un repaso por las películas descuidadas. La azarosa vida de las cintas estaba además sometida a las quiebras de las productoras o, simplemente, al descuido de un patrimonio cuya conservación no era prioritaria. Había una razón: antes del nacimiento de la televisión las películas tenían nulo valor comercial tras pasar por las salas. Otra práctica extendida en los grandes estudios era eliminar las versiones anteriores de los remakes que llevaban a cabo.

A Woman of the sea fue la película que Charles Chaplin produjo a Joseph von Stenberg para que el director alemán se instalará en Hollywood. Sin embargo, Chaplin no la consideró suficientemente buena y fulminó el material de una posible joya para historiadores.

Thomas Dixon Jr. coguionista del clásico El nacimiento de una nación (D.W. Griffith, 1915), dirigió una secuela un año después llamada La caída de una nación. El batacazo de crítica y público fue tal que no queda copia alguna.

domingo, 11 de agosto de 2013

Historias del séptimo arte: Películas quemadas

Too Much JohsonLos incendios en los depósitos de películas terminaron con buena parte del cine mudo, del que se estima que solo han resistido entre el 25 y el 10 % de de las películas rodadas en todo el mundo. La conservación del material fílmico tiene un antes y un después en 1952. El uso de nitrato en las películas anteriores a esa fecha las convertía en una material altamente inflamable. Si no se preservaba correctamente podía incluso entrar en combustión espontánea.

En el incendio en 1970 de la casa que Orson Welles tenía en el barrio de Aravaca en Madrid se creía perdida para siempre Two much Johnson. No es una película en sentido estricto pero sí uno de los primeros materiales rodados por el genio americano.

“El nitrato de celulosa se usaba porque era un plástico de gran calidad y transparente pero era altamente inflamable”, explica Ferrán Alberich, restaurador de la Filmoteca española que trabajó en la restauración de Un perro andaluz en 1999. “En 1952 se añade el acetato de celulosa, un poco más opaco pero más seguro, hasta que se descubrió que a los 50 años se autodestruye, porque el ácido acético libera vinagre. Ahora, las películas son de poliéster, prácticamente indestructible”.

Pese a todo, y si el calor y la humedad lo permiten, no se puede descartar descubrimientos en sótanos o depósitos, como el rocambolesco hallazgo de El misterio de la puerta del sol, la primera película española sonora, en un trastero de Burgos en 1994. Llamas al margen, la despreocupación general por preservar durante las primeras décadas del siglo XX y la preocupación particular de las dictaduras por destruir por motivos ideológicos son también responsables de la desaparición de muchas cintas.

Solo en un incendio de 1965 en el depósito de la Metro Goldwing Mayer se perdieron más de 100 películas mudas y sonoras para siempre, entre ellas London after midnight de Tod Browning. Algunas celebridades silentes, como Theda Bara –cuya Cleopatra de 1917 es una pieza codiciada- o Clara Bow, tienen buena parte de su filmografía hecha cenizas

Muchas de los cortometrajes de Georges Méliès, el mago-fundador del cine, se encuentran desaparecidos pese al empeño personal de Martin Scorsese que -además de homenajear a Méliès en La invención de Hugo- ha conseguido recuperar y restaurar algunas de sus cintas a través de su fundación.

Una década antes de dirigir Lo que el viento se llevó y El mago de Oz, Victor Fleming estrenó El destino de la carne (1927). El actor Emil Jannings obtuvo el primer Oscar como mejor actor de la historia, el único premio de la Academia de Hollywood que no puede verse: apenas quedan cinco minutos de película. 

En España, un incendio de un depósito en Madrid en 1944 destruyó buena parte del material rodado en la Guerra civil y muchas películas republicanas.

sábado, 10 de agosto de 2013

60 aniversario de Melodías de Broadway

Se cumple el 60 aniversario de uno de los grandes musicales, dirigido en 1953, por Vincente Minnelli y protagonizado por Fred Astaire, Cyd Charisse y Oscar Levant. Es el primer "gran musical": la primera película íntegramente hablada con canciones y bailes, auspiciada por una gran productora y elaborada sobre un argumento melodramático. La Academia lo recompensó con el Oscar a la mejor película en 1929 (el primero ganado para el cine sonoro). 

Dos hermanas, Hank y Queenie Mahoney, llegan a Nueva York soñando con ganarse un lugar en Broadway. Eddie, el novio de Hank, las ayuda a conseguir un número en la compañía en la que él trabaja, pero pronto se enamora de Queenie, la exuberante e ingenua hermana menor, quien conquista a su vez al público y a los productores...

viernes, 9 de agosto de 2013

Fallece Karen Black

Karen Black ha fallecido hoy en Los Ángeles a los 74 años, víctima de un cáncer. "Es una gran tristeza informar de que mi mujer y mejor amiga Karen Black ha muerto hace solo unos minutos. Gracias por todas las oraciones y el amor, significaron mucho tanto para ella como para mí", escribió su marido, el cineasta Stephen Eckelberry, en su perfil de Facebook.

Black, a quien le fue diagnosticado un cáncer en noviembre de 2010 y le había sido extirpado un tercio de su páncreas, había superado la enfermedad en 2011, pero un año después recayó y fue operada de nuevo en dos ocasiones en 2012.

Karen Black fue miembro del reparto del film de horror 'House of 1000 Corpses' | ReutersBelleza morena y enigmática, actriz de títulos significativos del nuevo cine estadounidense de los setenta como Five Easy Pieces, de Bob Rafelson, o Nashville, de Robert Altman, y última musa de Hitchcock en Family Plot, nació el 1 de julio de 1939 en Park Ridge (Illinois, Estados Unidos) y formada en la legendaria escuela de interpretación de Lee Strasberg, Karen Blanche Ziegler, su verdadero nombre, había enfocado su formación a los teatros de Broadway, donde debutó en 1966 con The Playroom, pero pronto fue descubierta por los estudios de Hollywood.
La actriz hizo su primera aparición en un título tan clave como Easy Rider, de Dennis Hopper, y allí conoció a Jack Nicholson, que se convirtió en su compañero en la cinta de su consagración. Five Easy Pieces, de Bob Rafelson, le reportó su única nominación al Óscar en la categoría de mejor actriz secundaria y por la que ganó un Globo de Oro.

Con sangre checa y noruega, especializada en mujeres de vida disipada o trasfondo conflictivo y de una sensualidad felina pero frágil, Black tuvo en los setenta los mejores años de su carrera, pues participó en The Great Gatsby (1974) y sedujo al ya casi octogenario Alfred Hitchcock para el canto de cisne del maestro del suspense: Family Plot (1976).

Pese a su cabello moreno, Hitch no pudo evitar adjudicarle en algunas secuencias, fiel a sus obsesiones, una peluca rubia en su papel de ladrona de diamantes.

jueves, 8 de agosto de 2013

El debut de Orson Welles: Too Much Johnson

El debut de Welles como realizador fue con Hearts of Age, una parodia de ocho minutos que codirige con su amigo William Vance en 1934, y que puede verse en YouTube.

Pero el verdadero debut de Welles en el cine fue tres años antes de Ciudadano Kane. El cineasta pretendía grabar Too Much Johnson para proyectarla en Broadway con su compañía Mercury Theatre, la misma con la que había saltado a la fama tras la emisión de «La guerra de los mundos», y en la que participaron algunos actores como Joseph Cotten, al que quería poner la película por su cumpleaños. Pero Welles nunca terminó la edición de la gran cantidad de imágenes que había tomado para Too Much Johnson, por lo que cuando el espectáculo teatral abandonó la ciudad, Welles apartó la película y se olvidó de ella.


.FOTOGALERÍA

Según reconoció Welles en una entrevista hace 30 años, él se encontró con el material de nuevo en su casa de Madrid. «No puedo recordar si lo tuve todo el tiempo y lo saqué del fondo de un baúl, o si alguien me lo trajo, pero allí estaba», recordaba el cineasta. «Lo proyecté y resultó estar en perfectas condiciones, sin un rasguño y en una calidad óptima». Pero cosas del destino, durante un viaje de Welles un incendio destruyó su casa y la mayor parte de lo que había dentro. Too Much Johnson, se había perdido para siempre.

O eso se creía. La película ha reaparecido en el almacén de una empresa de transporte en Pordenone, una ciudad portuaria del norte de Italia, donde el material había sido abandonado en algún momento de la década de 1970. Muchas películas antiguas aparecen regularmente en circunstancias similares, lo que sólo se explica a que es preferible desecharlas antes que dejarlas abandonadas al olvido, pues el nitrato del que están hechas es más inestable a medida que envejece.

Para rematar la historia, en Pordenone se encuentra Cinemazero, una organización cultural que examina regularmente películas clásicas, y que presenta Le Giornate del Cinema Muto, una reunión de expertos y cinéfilos dedicados remover en los rincones más misteriosos de la historia del cine.

Esto ha deparado que el estreno de Too Much Johnson sea programado para el 16 de octubre de este año durante el festival que comienza el 5 de octubre. Además, si a fundación encuentra financiación ofrecerá la película por Internet a finales de año.


Fotograma de 'Too Much Johson', la cinta muda de Wells aparecida

Las partes analizadas de Too Much Johnson sugieren a un joven Welles que da muestras de su talento, con imágenes inconfundiblemente suyas, composiciones muy cortas, y un uso frecuente del «ángulo heroico», el posicionamiento de la cámara para mirar al actor como si fuera una estatua sobre un pedestal.

En Too Much Johnson nos encontramos con una comedia de enredo en la que un mujeriego llamado Augusto Billings lleva una aventura extramatrimonial bajo el nombre de Joseph Johnson, identidad que cree falsa pero que realmente existe y que pertenece al dueño de una plantación en Cuba, al que conoce cuando huye del marido de su amante.

“En el semisótano tenía una sala de montaje con dos moviolas donde iba montando las tres o cuatro cosas que siempre estaba haciendo al mismo tiempo", recuerda Enrique Laguna, meritorio en el rodaje de Campanadas a medianoche, película que Welles rodó en España. “Empezaba muchas cosas que no terminaba”, no planificaba nada pero, como todos los genios, llegaba, encuadraba y le salían cosas muy bonitas; ese chalet se prendió fuego y, aparte de lo que tenía de El Quijote, se perdió también esa película”.


Por razones que no están claras el metraje fue desechado. Como la obra no tiene mucho sentido sin ella se tomó la decisión de no llevarla a Broadway, para gran decepción de Welles.

Para Simon Callow, director y biógrafo de Welles, el desarrollo más importante del cineasta vino después de la filmación, con Welles encerrado con una unidad de edición en su suite del St. Regis en Manhattan, en un intento desesperado para montar la película a tiempo y salir de la ciudad con la obra puesta a punto.

«Lo mejor que le pasó en Too Much Johnson fue que descubrió la edición, y comenzó a ver las posibilidades que tenía», apuntilló Callow. «Sospecho que en ese momento perdió por completo el interés por la producción, pero ójala hubiera continuado su autoeducación en el celuloide».


fuente: ABC

lunes, 5 de agosto de 2013

Especial: 50 años sin Marilyn


El año pasado se cumplían los 50 años de la muerte de la actriz, y hoy para recordarla: 

LA MUERTE DE MARILYN MONROE


Nadie podía creerse que Marilyn, el mito erótico, la chica guapa y vulnerable que incluso caía bien a las mujeres, hubiese fallecido. Pasadas las cuatro de la mañana, hora de Los Ángeles, del ya domingo 5 de agosto de 1962, se daba aviso de que la diva yacía muerta en su cama, con el brazo extendido con la intención de agarrar el teléfono. La noticia no pudo darse hasta que la Fox dio su permiso. Terminaban así 36 años de vida que, por la trascendencia que continúa teniendo el personaje, casi parecen eternos. Como perpetuas resultan las hipótesis sobre que la actriz fue asesinada por su relación con los Kennedy y por lo que pudiese salir de su boca.

Aunque la autopsia señaló «probable suicidio» por ingestión de barbitúricos, las distintas teorías de la conspiración sobre el fallecimiento de la, paradójicamente, rubia inmortal no tienen visos de ser superadas. Incluso el forense que llevó a cabo el examen, el doctor Thomas T. Noguchi, en su libro 'Cadáveres exquisitos' (Maledicta) señala que aunque él determinó que la causa de la muerte había sido el suicidio, «muchas incógnitas preocupantes continuarán sin respuesta».


José Cabrera es también médico forense (tiene unas 1.000 autopsias a sus espaldas) y quiso responder esas preguntas en una investigación publicada recientemente con el título 'CSI Marilyn (caso abierto)' (Atlantis). ¿Conclusión? Que numerosos interrogantes tienen que seguir abiertos. Muchos de ellos, según su opinión, debido a los fallos que se cometieron en el escenario de la muerte (la triste habitación de la actriz en su apartahotel en el barrio angelino de Brentwood) y en la propia autopsia. «Todo fue un cúmulo de errores», señala Cabrera, quien destaca que en la habitación pudo entrar mucha gente, lo que destruyó pruebas, que se decidió apartar sorprendentemente a los agentes de guardia y, que según puede comprobarse en las fotos, «los botes de barbitúricos aparecen y desaparecen».
«Y luego el juez», apunta este médico, «que en vez de mandar el cadáver al depósito lo envía en primer lugar a la funeraria. Lo rescatan de allí cuando ya están a punto de embalsamarlo». La asistenta de Marilyn, Eunice Murray, se apresuró además a limpiar la estancia y ordenarla un poco antes de que entraran las personas ajenas a su entorno. «Yo lo he visto en pueblos, cuando vas a ver a un suicida alguien ya ha limpiado la habitación, pero no para ocultar pruebas, sino por la visita». Pero donde Cabrera aprecia los errores más llamativos es en la forma en la que Noguchi, entonces principiante, llevó a cabo la autopsia: «Las vísceras desaparecen y no tenemos con qué comparar la sangre. Y para un análisis toxicológico, si no comparas la sangre con lo que hay en hígado y riñones, la validez es sólo de un 50%».

 Fotografía del cadáver en su habitación

Portada de 'Los Angeles Times' que anuncia la muerte de la actriz. 

Radiografía del tórax.


Hasta ahí los principales desaciertos, aunque a este médico forense también le sorprendieron lo que el llama «oscuridades»: «Cuando el FBI desclasificó documentos sobre ella en 2011, nos enteramos de que la investigaba durante 24 horas al día. Es increíble que la actriz, por el simple hecho de ser, entre comillas, amante del presidente de EEUU, se convierta en objetivo de seguridad nacional». Las pesquisas, que detallaban todos sus movimientos y sus contactos, por nimios que fueran, comenzaron unos años antes cuando Marilyn se casó en 1956 con el intelectual próximo a la izquierda Arthur Miller: «Hoover [responsable en aquellos años del FBI] estaba obsesionado con el comunismo y era un paranoico. Pero hay que recordar que en el 62 estábamos al borde una guerra mundial con la crisis de los misiles. En aquella época un comunista para un estadounidense del 'staff' era un asesino en potencia».

Los últimos tiempos de la protagonista de 'Con faldas y a lo loco' no eran demasiado felices. Sus fracasos sentimentales y profesionales le habían sumido en una depresión y conocida era su dependencia de los fármacos (le recetaban dos doctores distintos y sin comunicación entre ellos) y de su psiquiatra, el respetado Ralph Greenson. Con él habló durante seis horas el sábado —día anterior a su muerte—, porque estaba muy abatida, y a él grababa cintas para contarle los pensamientos que no era capaz de decirle en persona. «La muerte pudo ser un accidente, porque tenía proyectos, dinero, era una mujer querida... Si tuviese que diagnosticar [Cabrera es también psiquiatra], diría que tenía un trastorno límite de la personalidad. Era una suicida potencial, pero no una suicida en esos momentos. El de Marilyn sigue siendo un caso abierto».


LOS HOMBRES DE SU VIDA

«Sola. Estoy sola. Siempre estoy sola. Sea como sea». Los versos de la mujer más triste del mundo, escritos en uno de sus cuadernos rescatados hace apenas dos años, desnudan a una Marilyn Monroe insegura; asustada. Siempre lo fue: la mujer más deseada de Hollywood nunca se quiso y buscó el consuelo en multitud de hombres. Pero no logró sacudirse la sensación de abandono. Ni sus tres maridos ni sus múltiples amantes —de los hermanos Kennedy a Elia Kazan pasando por Tony Curtis y Marlon Brando— lograron que fuese feliz.
El día de su boda con Joe DiMaggio, en 1954.

Marilyn buscaba la autoestima en otros. Quizás su complicada infancia, con un padre ausente, una madre desequilibrada, hogares de acogida y agresiones varias, hizo que el mito anhelase el abrazo protector de un hombre. Apenas tenía 16 años cuando se casó por primera vez. Era 1942 y el elegido, un obrero aspirante a policía llamado James Dougherty.  Ex capitán de fútbol y delegado de clase, tenía 20 años cuando empezó a salir con Norma Jean Baker. No conoció a Marilyn Monroe. Su familia había sido vecina de Grace Goddard, amiga de la madre de Norma Jean, que vivía entonces con ellos. «Iban a mudarse y decidimos casarnos para impedir que volviese a una casa de acogida. Estábamos enamorados», recordaría más tarde Dougherty. Así, el gran mito sexual se convirtió en ama de casa en una relación que, en apariencia, funcionaba, aunque algunas de sus cartas dejaron ver después que su marido era infiel.

Dougherty fue reclutado para la II Guerra Mundial y en su ausencia, la joven se convirtió en una modelo cotizada en Los Ángeles. Y buscó la compañía de otros hombres para mitigar la soledad que le angustiaba. Hollywood pronto la reclamó y ella tramitó un divorcio que se concretó en septiembre de 1946. Habían estado juntos cuatro años. Al volver a casa, Dougherty intentó convencerla de que volviese, pero ella se negó. Iba a convertirse en Marilyn. «Quería firmar un contrato con la 20th Century Fox en el que decía que no podía estar casada», contó Dougherty en 1984.

El día de su boda con Arthur Miller, en 1956. 
Su segundo gran hombre fue Joe DiMaggio, el jugador de béisbol con el que se casó cumpliendo el sueño americano de ver juntos a dos de sus mitos: el ídolo de los Yankees con la diva de Hollywood. Se casaron en 1954 —antes, el escritor Robert Slatzer asegura haber sido su esposo durante una semana en 1952, aunque no hay pruebas de ello—, pero el compromiso duró sólo nueve meses, pese a que siguieron viéndose durante años. El deportista, muy conservador, era incapaz de adaptarse a la vida de la estrella. Le parecía una ofensa que la deseasen más hombres y vivió históricos ataques de celos. Quería apartarla del espectáculo y guardarse toda su explosividad para él, pero ella no cedió. Que la amó lo demuestra el hecho de que durante los 20 años que siguieron a su muerte, envió un ramo de flores a su tumba tres veces por semana. La Parisien Florist, de Hollywood, tenía el emotivo encargo.

A Arthur Miller, el intelectual, el judío, le vio por primera vez en 1951, cuando ella tenía 25 años y él, diez más. Se casaron cinco años después —cuando aún se especulaba con una reconciliación con DiMaggio—, en una ceremonia en la que Marilyn se convirtió al judaísmo. Por aquel entonces, los medios ya habían creado una Marilyn superficial, adicta, sexy a rabiar, pero problemática y depresiva. El dramaturgo, ganador de un Pulitzer, quiso salvarla. Parecían felices, pero apenas tres años después el matrimonio encallaba y en 1960, Marilyn tuvo una sonada aventura con el francés Yves Montand cuando rodaban 'El multimillonario'

Marilyn Monroe y Arthur Miller estuvieron juntos hasta 1961. Fue quizás el hombre que mejor pudo entender el vacío que la asfixiaba, el más capaz de valorar su talento y hacérselo creer a ella, pero acabó agotado de esa personalidad enfermiza y la abandonó para marcharse con la fotógrafa Inge Morath, a la que conoció en el rodaje de 'Vidas rebeldes'. Paradojas de la vida, Miller había escrito para Marilyn esa historia en la que intentaba explicar sus contradicciones. «¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?», le hizo decirle en la ficción a Gable.

Con James Dougherty, el 19 de junio de 1942

La lista de amantes de Marilyn fue interminable. Como Elia Kazan, descrito así en las cartas que escribió a su psiquiatra, el doctor Ralph Greensom, en 1961: «Me quiso durante un año, y una vez me acunó cuando tenía una angustia muy grande. Y me sugirió que me psicoanalizara». También Marlon Brando quiso cuidarla. Le conoció antes de que fuesen estrellas y mantuvieron una relación intermitente durante años. Quizás fue siempre más amigo que amante y la defendió a muerte cuando la industria empezó a rechazarla por el suplicio que suponía trabajar con el huracán autodestructivo hacia el que derivaba. 
Con Tony Curtis también tuvo una historia que iba y venía. Durante ocho años. Y según el propio actor, incluyó un aborto involuntario. La relación comenzó en 1950 y se reactivó en el rodaje de 'Con faldas y a lo loco'. Marilyn estaba casada con Miller y Curtis con Janet Leigh —la actriz asesinada en 'Psicosis'—, que estaba además embarazada, pero eso no impidió que Tony y Marilyn 'recayesen'. Según ha contado Curtis en sus memorias, ella se quedó embarazada y perdió el bebé poco después de reunirle en una habitación con su marido para contárselo. «Me quedé ahí petrificado. Se hizo el silencio y podía oír el ruido de las ruedas de los coches chirriando en Santa Mónica», describió. Aunque no se ha confirmado, lo cierto es que el actor nunca ha sido cariñoso con la memoria de Marilyn y ha aireado sin pudor intimidades.

Marilyn Monroe en una fiesta con Tony Curtis en 1955.
Ríos de especulación ha desatado también las aventuras que mantuvo con los Kennedy, John y Robert; documentada en los archivos del FBI y la CIA, preocupados por la amistad de Marilyn con comunistas de Hollywood y por los secretos que pudiese saber del presidente. Existe un informe de 1965 que habla de «fiestas sexuales» con los Kennedy, Monroe, Sammy Davis Jr. y Frank Sinatra, otro de sus amantes fieles durante años. De su relación con el entonces presidente de los EEUU hay pocas pistas. Algunas voces cuentan que él no paró hasta tenerla en su cama y después se desentendió, mientras las más conspirativas añaden que los servicios secretos y los propios Kennedy se encargaron de borrar las pistas. Hay todo tipo de versiones de esta relación, pero no hay testigos. Lo que sí hemos visto todos, y no olvidamos, es ese cumpleaños feliz en el Madison Square Garden, el 19 de mayo de 1962. Tres meses más tarde la diva fallecía en California.

Trabajando con Yves Montand en 1960

Marilyn sufrió sola y sufrió junto a sus hombres. Ella misma dijo que una estrella era un objeto. Y detestó serlo. Sola. Siempre se sintió sola. Hasta su trágica muerte.


MARILYN COMO ICONO



«Es triste, pero parece que siempre nos atraen más los personajes desdichados que los felices». Con estas palabras, Marta Rivera de la Cruz, autora de 'Tristezas de amor', pretende explicar cómo Marilyn Monroe, 50 años después de su desaparición, está más viva que nunca. Su cabellera rubia, su vaporoso vestido blanco o, incluso, aquel lunar que Andy Warhol supo plasmar con singular acierto en sus composiciones artísticas, se han convertido en los signos distintivos de uno de los iconos culturales más importantes de todos los tiempos.

Actrices, cantantes, modelos y un sinfín de celebridades más han querido en algún momento ponerse en la piel de Norma Jean Baker. Y es que, si Madonna se inspiró en el número musical de 'Diamonds Are a Girl's Best Friend' para su videoclip 'Material Girl', Scarlet Johansson, Angelina Jolie, Lindsay Lohan, Britney Spears, Rihanna, Nicole Kidman, Christina Aguilera, Charlize Theron, Gwen Stefani, Kate Moss, Jessica Simpson, Paris Hilton, Naomi Watts, Lisa Marie Presley o Kylie Minoge son otras de las divas —y hay muchas más— que han reencarnado a la protagonista de 'Los caballeros las prefieren rubias'.


Una de las últimas en unirse a esta larga lista ha sido Michelle Williams, que ha dado vida a la actriz en 'Mi semana con Marilyn' y fue nominada al Oscar por su interpretación. La propia Williams desveló que, en su adolescencia, un póster de Marilyn adornaba una de las paredes de su habitación. Y es que estamos ante un símbolo que no conoce de épocas ni de fronteras. Marilyn sigue siendo hoy todo un icono, incluso en el mundo de la publicidad. Tal y como expone Vicent Garel, responsable de la reciente campaña de Dior en la que Charlize Theron aparece acompañada de grandes musas del cine como la propia Marilyn, es precisamente esta «universalidad» la que hace a la desaparecida actriz idónea para promocionar la prestigiosa marca: «Estamos ante un potente icono porque, en un mundo cada vez más fragmentado, ella es una figura reconocible. Se identifica en países y culturas que son muy diferentes y con historias muy distintas. Su imagen es uno los pocos símbolos culturales que puede compartir todo el planeta». 

Belén López Vázquez, autora de 'Publicidad emocional', explica cómo Marilyn y otros famosos como James Dean o Elvis Presley salieron del anonimato y, gracias a los medios de comunicación, pasaron a la Historia: «Al tratarse de un personaje tan famoso, es capaz de generar una enorme confianza. Es un gancho para el consumidor por la cercanía que transmite». Pero Marilyn es algo más que una cara bonita, y es ese algo lo que la hace tan especial: «Ella es capaz de despertar sentimientos y por eso su imagen vale más que mil palabras, porque son las imágenes emotivas las que mejor se registran en el cerebro y las que mejor se recuerdan», añade.

Ese mismo recuerdo es el que mantiene a Marilyn eternamente joven. «Pase lo que pase, siempre seguirá siendo sexy», asegura Mencía de Garcillán, autora de 'Marketing y Cosmética' y directora del Departamento de Marketing de Laboratorios Esseka. «Por muchos años que pasen, un personaje de tanta belleza y sensualidad siempre será una gran prescriptora». Además, tal y como explica esta profesora de la Universidad Complutense, otro de los valores con tendencia al alza que posee Marilyn es «la nostalgia», que permite que las marcas se vuelvan «atemporales, siempre reconocibles y con valores que superen los cambios de moda».

Pero, ¿qué habría pasado si Marilyn no hubiera muerto tan joven? José Cabrera, escritor y médico forense autor de 'CSI: Marilyn', tiene muy clara su postura: «Si hoy tuviera los 86 años que debería, retirada en alguna mansión de Los Ángeles, no sería lo mismo. La muerte súbita, abrupta y misteriosa en un momento crucial de su vida personal la hizo eterna. Este halo de misterio romántico es el que la ha hecho inmortal». Algo parecido piensa Marta Rivera de la Cruz, convencida de que, en torno a esta actriz, siempre hubo ciertas dosis de «malditismo» que contribuyeron a que su figura nunca cayera en el olvido. «Cualquier artista que muere joven se convierte en una pieza de leyenda. En el caso de Marilyn, a la hora de convertirse en un mito, además de su físico explosivo y rotundo, también contribuyó el hecho de que ella sentía que estaba predestinada a la desgracia», afirma. Y, probablemente, ella no imaginó que, décadas después, seguiría siendo tan recordada. «Por su extracción humilde, por su vida de niña y de adolescente y por todo lo que se fatigó, dudo que ella pensase que se iba a convertir en un mito», asegura Ignacio Carrión, autor de 'Buscando a Marilyn'.


Esta conversión de mujer a icono eterno es la responsable de que podamos encontrarnos con Marilyn al doblar cualquier esquina: «Estamos ante un mito absolutamente trágico: nos purgamos de nuestros terrores a través de la emoción y ante el espanto de la vida de esa pobre actriz. El paso de mujer a símbolo es como un ritual de sacrificio humano, ya que nuestra necesidad de mitos trágicos para explicarnos nuestra vida o purgar nuestro miedo crea esos mitos y luego los destroza», afirma Rafael Reig, autor de una de sus autbiografías.
¿Conocerá el mundo algún día otra Marilyn que deje una huella imborrable? Rivera de la Cruz tiene sus dudas: «No creo que ningún famoso contemporáneo tenga algún día la misma relevancia. La televisión ha desmitificado a las novias del cine. Antes, los actores eran seres maravillosos e inalcanzables. Hoy entran en nuestros salones, y eso les quita ese aura. ¿Cuándo podríamos haber visto a Marilyn con una coleta, un pantalón corto o unas zapatillas de deporte?». José Cabrera afirma lo mismo con rotundidad: «No creo que nadie arrastre hoy en este mundo mediocre la fuerza que Marilyn tenía, ni dejar esa huella mágica que dejó».

¿Desaparecerá el espíritu de Norma Jean algún día de nuestra memoria? Para Reig, «nada está a salvo del olvido. Cuando les dejemos en paz, Marilyn y Shakespeare, por fin olvidados y a salvo, se tomarán juntos una botella de champán, seguro. Y quizá la compartan con el Che Guevara».

MARILYN VS. MARILYN

Cuentan que cuando el brillante, neurótico y homosexual reprimido (la descripción es de Donald Spoto) Joshua Logan recibió el encargo de dirigir a Marilyn Monroe en 'Bus Stop', lo único que salió de su boca fue un sonoro «¡Pero si no sabe actuar!». El director no hacía sino verbalizar lo que todo el mundo daba por hecho. Incluida la propia Marilyn, siempre acosada por sus inseguridades, sus miedos y, lo peor de todo, sus psicoanalistas. Y sin embargo, cuando la voz grave de terciopelo de Cherie, a la que encarna en la película, emerge insegura por encima de los ruidosos modales de los borrachos tabernarios, no queda otra que rendirse a la evidencia; la limpia presencia de una actriz a la altura exacta de su mitología. Y ya es.

Jean Hagen, Sterling Hayden y Marilyn Monroe, en 'La jungla de asfalto'

Monroe canta 'That Old Black Magic' y lo tiene que hacer mal porque así lo dice el guion. Así lo dicta una historia que coloca a su personaje en un sitio altamente inestable; un personaje, también aspirante a artista, enfermo de unas pretensiones que jamás podrá alcanzar. Y nada más complicado que retratar con perfección el dolor quebradizo de lo imperfecto. De golpe, las esperanzas de Cherie se quiebran ante la contundencia de todo lo real. Y detrás, Marilyn; Marilyn ofrecida a la audiencia con toda su hiriente fragilidad. De repente, su trabajo se antoja herida. Y, claro, duele. Sólo lo que hace daño importa.


Por primera vez, y de forma mucho más evidente que en la convulsa 'Niágara', su primer papel de importancia, el mundo descubría que MM era una mucho más que una simple actriz. «Por fin disipa, de una vez por todas, la idea de que no es más que una personalidad fascinante», escribió la prensa del momento. El propio Lee Strasberg, fundador de la mítica mística del Actors Studio, dejó dicho que, después de trabajar con cientos de actores y actrices, sólo había dos que destacaban por encima de los demás: «Marlon Brando y Marilyn Monroe».

Y pese a todo, pese a los halagos de los críticos o la incontestable evidencia de la pantalla, de ella queda simplemente, por encima de cualquier consideración, el irresistible y hasta cómico encanto de su torpeza. La crónica de sus equivocaciones es larga. Tras 'Con faldas y a lo loco', Billy Wilder la calificó de «imposible... no sólo difícil». Y añadía: «El producto final valió la pena... pero en ese momento no estábamos seguros de que fuera a existir un producto final».

Su compañero Jack Lemmon recordaba cómo, para desesperación de todos, Marilyn mandaba callar al director en el momento de dar las instrucciones bajo una excusa difícilmente más brillante: «Calla u olvidaré lo que me has dicho». Y Tony Curtis, directamente, hizo famoso aquello de que besarla era como hacerlo con Hitler. ¿Volvería a trabajar con ella?, le preguntó un periodista al director de 'La tentación vive arriba'. «He hablado de esa posibilidad con mi médico y mi psiquiatra, y ellos dicen que soy demasiado viejo y rico para pasar otra vez por eso».

Dos años antes del trabajo con Wilder, en 1956, viajó a Londres para rodar de la mano de Lawrence Olivier 'El príncipe y la corista'. La larga serie de despropósitos que guiaron un rodaje cerca de la pesadilla (la escena más sencilla tenía que ser repetida hasta las lágrimas, lo que exigía una nueva sesión de maquillaje) quedó de sobra reflejada en 'Mi semana con Marilyn', que protagonizó en 2011 Michelle Williams. Y de nuevo Wilder: «En vez de al Actors Studio tendría que haber ido a una escuela de ingeniería para aprender algo de llegar a tiempo a los sitios».

Por aquel entonces, Marilyn vivía literalmente sepultada por la inestabilidad de su propio mito. Tras reemplazar a Natasha Lytess por Paula Strasberg como mentora y guía, su relación con Arthur Miller literalmente ardía. Y no sólo en las portadas de las revistas. Ya hacía tiempo que vivía enganchada a una montaña rusa de sedantes, excitantes y viceversa. Y en medio, una actriz. Enorme y siempre puesta en duda. «Cualquiera puede recordar un diálogo, pero es necesario ser un auténtico genio para salir al plató sin saber el diálogo y hacer la interpretación que ella hizo!». Otra vez Wilder, pero rendido a la evidencia.

Rodaje de 'Vidas rebeldes'

Pasara lo que pasara, pasó la vida entera peleando contra precisamente lo que la hizo ser lo que fue. Sus trabajos 'mínimos' al lado de directores ‘máximos’ como John Huston ('La jungla de asfalto'), Joseph L. Mankiewicz ('Eva al desnudo'), Howard Hawks ('Me siento rejuvenecer') o Fritz Lang ('Class By Night') la habían convertido en el secreto peor guardado de Hollywood. Ella era la actriz a descubrir, a amar. Cuando aparecieron las fotos del calendario en las que posó desnuda en 1949, el huracán Marilyn ya era imparable.

Y lo era incluso antes de que se anunciara su matrimonio con la estrella del béisbol Joe DiMaggio o que convirtiera cada comparecencia ante la prensa en un espectáculo de ingenio. «¿Es verdad que no llevaba nada encima ('on', en inglés) cuando posó?». «I had the radio on [la radio encendida ['on'] es lo que llevaba]», fue su contestación justo antes de anunciar que dormía solamente con, en efecto, Chanel Nº 5. Y otra: «Qué frase pondrá en su lápida?». Respuesta: «Marilyn Monroe, rubia... 94-58-92»


El 12 de marzo de 1956 abandonaba el nombre de pila de Norma Jeane Mortensen, convencida de que el de Marilyn Monroe era con el que se había reconstruido pieza a pieza. Antes, en enero de 1955, la rubia de 'Los caballeros las prefieren rubias' había creado su propia compañía (Marilyn Monroe Productions Inc.) para huir de sí misma y de su imagen, para convencerse, a ella y a los demás, de que era o podía ser actriz. Para, en definitiva, elegir mejores papeles y descubrir y descubrirse que era actriz antes incluso que mito.

Probablemente no lo consiguió y toda su vida quedó definitivamente condenada en el diálogo de una de sus primeras películas junto a los hermanos Marx, 'Amor en conserva'. Entra Marilyn en una agencia de detectives y dice: «Me persiguen los hombres». «¿No me diga?», contesta puro en mano Groucho y, tras examinar a su posible cliente, contesta: «Me cuesta entender por qué». Y en la mirada, entre la admiración y algo peor, se escapa quizá una vida entera.

Cuando Arthur Miller, como guionista y marido, en compañía de un ludópata-borracho-genial como John Huston, le preparó el papel de Roslyn Taber en 'Vidas rebeldes', el destino de MM quedaba donde quedan los destinos cuando se sellan. Roslyn no es otra cosa que un retrato cruel, desangrado y feroz de la propia Marilyn; construido con todo el odio del que el rencor de una pareja en proceso de canibalismo es capaz. Y es mucho. En mitad del desierto de Nevada, tres individuos (Clark Gable, Montgomery Clift y ella) se debaten contra las grietas y heridas de una vida, definitivamente, inútil. Inútil y cruel. «Nada vive a menos que algo muera», se oye en la cinta escrita en la misma alcoba de la protagonista. Y de nuevo, la interpretación de Monroe es excepcional. Muy por encima de cada línea de un guion petulante y enfermo de importancia.

En 13 años, Marilyn firmó apenas 29 películas con una docena de papeles importantes. Y ni una de las cintas estuvo a la altura excepcional de la actriz que fue. Aunque sí, quizá, del mito. Escribe Donald Spoto en la biografía de la actriz que, en una ocasión, Henry Hathaway, con el que había rodado 'Niágara', se encontró con ella tras concluir 'Vidas rebeldes'. «Durante toda mi vida», le dijo llorando, «he hecho el papel de Marilyn Monroe. He intentado hacer lo mejor, y descubro que lo que estoy haciendo es una imitación de mí misma. ¡Deseo tanto hacer algo distinto!».

Billy Wilder dirigió a Tony Curtis, Monroe y Jack Lemmon en 'Con faldas y a lo loco

Si uno pasea por el diminuto, y acosado por los rascacielos, cementerio de Westwood en Los Ángeles no es difícil localizar el nicho de Marilyn. A media altura, alineado entre nombres anónimos, destaca una lápida cubierta de besos. Literalmente. El rito, turístico y mitómano, consiste en dejar el carmín de los labios sobre la piedra. De repente, la imagen ridícula y perfecta de la condena de ser Marilyn más allá de Marilyn.

FUENTE: EL MUNDO