2018

viernes, 14 de diciembre de 2018

Las estrellas centenarias

Olivia de Havilland
Artículo publicado originalmente en EL PAÍS:

Aparecen de vez en cuando fotografías de alguien que parece empeñado en vivir eternamente y ojalá que no prolonguen su estancia en la tierra contra su voluntad, con un rostro que parece hermanado con el formol y que exhibe una sonrisa que alguna vez fue legendaria. Ha cumplido 102 años y el cine decidió que se llamara Kirk Douglas, aunque el hijo del trapero judío fuera bautizado como Issur Danielovich. En la pantalla este actor grandioso representó la fiereza inteligente, la complejidad, la determinación, la veracidad, el peligro. Su presencia y su obra son inmortales, pero hace mucho tiempo que se jubiló de su arte. También ha superado los 102 Olivia de Havilland. Nunca fue sensual, pero admitamos que sabía sufrir en silencio, como demostró modélicamente en Lo que el viento se llevó y La heredera.“Somos ángeles con arrugas feroces en los pómulos”, cantaba Lucio Dalla. Y la memoria insiste en recordar a todos aquellos ángeles y demonios, tan humanos, tan magnéticos, que todavía no se han largado al otro barrio, retirados por voluntad propia o a la fuerza del territorio en el que fueron reyes y reinas durante tanto tiempo, desde el que desplegaron un encanto que enamoraba a los espectadores de cualquier parte, convencidos de que las películas eran de los intérpretes y no de esos seres invisibles llamados directores.



Lo aconsejaba un poeta: “Guarda tus mejores recuerdos, y si llegas a viejo, que te sirvan”. Mis visitas durante una década a esas antesalas del cielo, del infierno o de la nada llamadas residencias de ancianos, lugares desoladores (aunque posean cien estrellas) en los que constatas el final del camino para seres que vegetan, o con la mirada acuosa y perdida, o gimientes, o temerosos y gritones ante fantasmas que solo ven ellos, o medicadamente apacibles, me hacen desear con toda mi alma, con infinita compasión, que algunos de sus moradores aún dispongan del consuelo o la alegría de recordar que en algunos momentos de sus vidas sintieron algo parecido a la felicidad.

Kirk Douglas en Espartaco
Yo deseo que esas estrellas jubiladas de su oficio hagan memoria de que disfrutaron en su trabajo y en su existencia del esplendor en la hierba. Y no sé si les importa, pero que recuerden también que a esos desconocidos llamados espectadores nos hicieron más grata la existencia. Sigue vivo y retirado el gran Sean Connery, aquel tipo tan atractivo y convincente que protagonizó las tres películas de aventuras más hermosas de los años setenta: El hombre que pudo reinar, El viento y el león y Robin y Marian. También el hipnótico Gene Hackman, alguien que hacía creíbles a todos sus personajes, en cualquier género, dotando de matices al bien y al mal. Y Sidney Poitier, aquel elegante señor negro, abarrotado de talento, al que el Hollywood militantemente blanco no tuvo más remedio que otorgarle categoría de estrella, alguien que vendía infinitas entradas entre el público de todas las razas.

¿Y ellas, las jubiladas? ¿Qué contar de Sofía Loren, mujer entre las mujeres, belleza en grado extremo y nervio, desgarro y sensibilidad, dramática y comediante, intensa y sobria, capaz de transmitir un registro inacabable de sensaciones? Y sospecho que ningún varón heterosexual fue inmune a la volcánica sensualidad de Brigitte Bardot (sí, la aguerrida madrina de las focas e inquebrantable amante del Frente Nacional) y de Kim Novak. Tengo claro que el arte de interpretar alcanza niveles sublimes en actrices como Katherine Hepburn y Meryl Streep. Bardot y Novak son otra cosa, pero siempre compré la entrada para todas las películas que hicieron. Doris Day tampoco ha muerto, pero jamás me ha fascinado en ningún sentido. Y sigue viva la formidable Eva Marie Saint, conmovedora, desamparada y tierna intentando redimir a Brando en La ley del silencio, coqueteando con enorme estilo y seguridad absoluta ante el monarca de la seducción Cary Grant en Con la muerte en los talones. Que la vejez sea piadosa y benigna con esta inolvidable gente.

Fuente: EL PAIS (Carlos Boyero)

martes, 4 de diciembre de 2018

Rock Hudson. All that heaven allows



'All That Heaven Allows', la biografía de Rock Hudson escrita por Mark Griffin.Rock Hudson vivió como un galán entregado a cultivar el arte de la seducción. Un gigante que medía 1,95 y que con su tamaño y su físico elevaba los suspiros de los espectadores. Realizó su mejor interpretación aparentando durante años una heterosexualidad que no dejó que se fisurara ni ante algunas de sus amistades más íntimas y vivió en la clandestinidad una homosexualidad blindada que solo quedó al descubierto pocos meses antes de que muriera en octubre de 1985 a causa del sida, un año después de habérsele diagnosticado la enfermedad.

Como ocurre con todas las leyendas y él lo fue por partida triple —como intérprete, como icono sexual y después como una de las primeras estrellas que visibilizó el sida— el fin de su vida no significó el ocaso del mito. Con el paso de los años han ido apareciendo detalles sobre su vida y biografías que han ido desvelando aspectos desconocidos de la estrella y de la persona. Ahora llega Rock Hudson. All that heaven allows, la que se ha calificado como la biografía definitiva de Roy Harold Scherer, el hombre que nació en Winnetka (Illinois) y que se ocultó durante sus 59 años de vida bajo el nombre que eligió para su carrera cinematográfica: Rock Hudson.

El libro escrito por Mark Griffin, que se convertirá en película, ofrece —según críticas de medios norteamericanos— una visión equilibrada y reflexiva sobre la vida del actor. El título es homónimo de la película que protagonizó en 1955 junto a Jane Wyman y podría traducirse como Solo el cielo lo sabe. 496 páginas para las que se ha contado con declaraciones de más de cien personas que tuvieron relación con el actor y que desvelan aspectos desconocidos sobre el calvario personal que vivió más allá de sus esfuerzos por ocultar su homosexualidad.

Cuando era un niño vivió el abandono de su padre, la precariedad económica y el carácter manipulador y dominante de una madre que le creó inseguridades que formaron parte de su personalidad durante toda su vida. Lee Garlington, que fue uno de sus amantes y a quien el actor llegó a calificar en sus últimos días como el “amor de su vida”, desveló en 2015 que una de las razones de su ruptura fue precisamente que él “quería una figura paterna” y Hudson “no era la suficientemente fuerte. Era un gigante amable”.

Durante su infancia el actor también se topó con un padrastro alcohólico que, según afirma el libro, abusó de él. Y después llegó su agente, Henry Wilson, conocido en el mundillo por estar especializado en captar jóvenes guapos a los que intentaba lanzar a la fama con la misma tenacidad con la que pretendía que pasaran por sus sábanas. En una obra anterior titulada Rock Hudson erotic fire, el historiador cinematográfico Darwin Porter desveló que en los comienzos de sus carreras Hudson y Marilyn Monroe tuvieron una aventura y que fue ella quien decidió darla por acabada con el argumento de que ambos “tendrían que mentir sobre algunos sofás” para ascender en su carrera.

Y así fue en ambos casos, con la diferencia de que Hudson se tuvo que prodigar entre ambos sexos y protegerse, como descubre la nueva biografía, de sus amantes masculinos, siempre dispuestos a dar detalles sobre la inclinación homosexual del intérprete a cambio de un puñado de dólares. Para evitarlo estaba precisamente Wilson, que acabó cansado de sobornar a jovencitos lenguaraces y terminó por obligar a Rock Hudson a casarse con su secretaria, Phyllis Gates, quien terminó por divorciarse en 1959, cuatro años después su engañoso matrimonio.

El sida, según la obra de Griffin, solo logró aumentar el sufrimiento del actor, no solo por el tremendo deterioro físico que experimentó, sino también por los meses en los que vivió angustiado porque se descubriera su secreto. La puntilla final la dio su último novio, Marc Christian, que denunció a Hudson y su secretario, Mark Miller, por 10 millones de dólares bajo la acusación de haberle puesto en riesgo por ocultarle la enfermedad que padecía el actor. Christian consiguió un acuerdo multimillonario en 1991 y murió en 2009, sin signos de sida, a causa de problemas pulmonares.

Fuente: EL PAÍS

viernes, 16 de noviembre de 2018

Gran audiencia para el clásico de Chaplin

Cada  miércoles, La 2 ofrece un film clásico dentro del contenedor Días de cine clásico. En la pasada entrega se emitió uno de los grandes éxitos de Charlot y su primera película con sonido, El Gran Dictador (1940), que reunió a más de 1 millón de espectadores.



Pues bien,  la cinta dio el récord de temporada al prime time de La 2 y prácticamente triplicó la media de la cadena. Incluso reunió más seguidores que la superproducción 4 fantásticos en Cuatro, y queda cerca de la taquillera El caballero oscuro: La leyenda renace en Antena 3.

Creo que esto es una clara muestra de que las cadenas generalistas españolas deberían apostar por emitir más a menudo grandes clásicos, así los nuevos espectadores podrían tener un primer contacto con las grandes obras maestras del séptimo arte.

lunes, 12 de noviembre de 2018

La inmortal saga de los Douglas

Michael Douglas recibió hace unos días su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood tras 50 años de carrera, acompañado por su padre, Kirk Douglas. Esta es una de las últimas apariciones públicas de legendario actor que interpretó a Espartaco en la película del mismo nombre.

Tres generaciones de Douglas: Cameron, Kirk y Michael

Tal reconocimiento fue recibido por douglas junior junto a su hijo Cameron y su esposa Catherine Zeta-Jones que manifestó que "entre mi padre y yo cubrimos 120 años de cine y como 120, 130 películas. Mis tres hijos quieren seguir nuestros pasos artísticos. Lo mismo que mi sobrina Kelsey. Cuatro Douglas en la próxima generación algo que tanto para él como para mí nos da un sentimiento de inmortalidad, de continuación que es increíble”, confesó henchido.

Sus ojos vuelven a cargarse de emoción cuando habla del hombre que comenzó la saga y que el próximo 9 de diciembre cumplirá 102 años. “Si alguien apostó por su final hace 20 años está claro que perdió”, y recuerda con humor la embolia que hace dos décadas en lugar de detener al mayor de los Douglas parece darle una nueva vida. “Verle ahí, a mi lado, durante la ceremonia, mirándome con el orgullo de pensar que mi hijo lleva 50 años en esto... de verdad que me sorprendió lo mucho que me llegó el momento”, reitera. 

Cameron Douglas, Michael Douglas, Catherine Zeta-Jones y Kirk Douglas en el Paseo de la Fama de Hollywood, el 6 de noviembre de 2018.

Políticamente activo le duele el mundo tan polarizado que les ha tocado vivir a sus hijos, el peor que recuerda “y eso incluyendo la guerra de Vietnam”. Y aunque ahora cuenta con una nueva serie de televisión y es parte de esa gran familia de superhéroes que son los Avengers sabe que las cosas no son fáciles para alguien como él en un Hollywood enamorado de la juventud. “Y memorizar los diálogos cuesta. Pero ¿a quién quiero engañar? En cualquier otro trabajo estaría jubilado desde los 65. Y por mucho que me guste el golf, uno no se puede pasar la vida jugando”, resume a este periódico.

Fuente: El País

martes, 30 de octubre de 2018

80 años de la radiotransmisión de La guerra de los mundos, narrada por Orson Welles

El espanto se extendió entre la población cuando el actor que daba voz al personaje del periodista Carl Philips describía por los transistores cómo «los hombres, los coches, el granero...» ardían al ser alcanzados por «los rayos de luz» lanzados por unos enormes seres «con tentáculos y ojos negros y brillantes como los de una serpiente». Se cumplía un cuarto de hora de la emisión de la adaptación radiofónica de La guerra de los mundos y aquella terrorífica escena ocurría, imaginadamente, en la granja Wilmuth, en Grovers Mill (Nueva Jersey).

Resultado de imagen de la guerra de los mundos orson

Dieciséis minutos más tarde, el terror era ya pánico desatado: por las radios se escuchaba a otro personaje del drama, el teniente Voght, jefe de una escuadrilla de ocho bombarderos, informar al comandante Fairfax que el enemigo, ya imparable, se dirigía con todo su invencible arsenal destructor hacia la ciudad de Nueva York. Las centralitas telefónicas de Policía y bomberos colapsaron, también las de algunos periódicos, y mucha gente se lanzó a las calles, asustada y correteando de un lado para otro atropelladamente.

Al margen de demostrar el poder de la radio, el suceso fusionó realidad y ficción como pocos. Una dramatización radiofónica, adaptación de la novela del británico Herbert George Wells, hizo creer a miles de estadounidenses que su país estaba sufriendo realmente una invasión marciana, a pesar de haberse advertido previamente de que se trataba de una fábula y de avisarse de ello también durante la narración. El programa fue emitido por la CBS la noche del 30 de octubre de 1938, víspera de Halloween, bajo diseño y narración de un jovencísimo Orson Welles –23 años entonces– y la participación de actores de su compañía, Teatro Mercurio en el Aire. Debido al revuelo causado, Welles pidió disculpas públicas al día siguiente, consciente tal vez de que su idea acababa de entrar en la historia de la radiodifusión mundial y de que, con ella, él iniciaba su camino hacia la leyenda.


miércoles, 17 de octubre de 2018

Centenario del nacimiento de Rita Hayworth

Nació el 18 de octubre de 1918, en el seno de una familia de emigrantes

Bien saben los agentes de los artistas que detrás de un buen nombre radica buena parte del éxito. Así lo vio Edward Judson, un vividor con contactos en la industria cinematográfica con el que Rita se casó cuando solo tenía 19 años con la intención de escapar de los abusos a los que la sometía su padre desde la niñez (se la llevaba de gira y la presentaba como su mujer). Hasta entonces Rita había sido Margarita Carmen Cansino. Una niña que había nacido el 18 de octubre de 1918 en Nueva York en el seno de una familia de bailarines. Su padre (Eduardo Cansino) había nacido en la localidad sevillana de Paradas y su madre (Volga Margaret Hayworth) tenía orígenes irlandeses e ingleses.

No era pelirroja y se sometió a depilación eléctrica para apartar el pelo de su frente

Rita no era pelirroja natural. Su primer marido, Edward Judson, no solo le cambió el nombre; también su apariencia, convirtiéndola en la mujer más deseada de Hollywood. Su melena negra tornó a pelirrojo fuerte, su cuerpo se sometió a estrictas dietas de adelgazamiento y soportó dolorosas sesiones de depilación eléctrica definitiva para retirar de su frente el pelo, exagerando lo que se conoce como 'pico de viuda'; permitiendo así intensificar aún más su mirada y restar sus rasgos latinos.

Nació el 18 de octubre de 1918, en el seno de una familia de emigrantes

Nunca pudo cantar en sus películas

Aunque era una gran bailarina, y se preparó durante años para mejorar como cantante, nunca le permitieron desarrollar ese don en sus películas; algo que siempre le causó un gran dolor. En Gilda, la película con la que se convirtió en el incuestionable mito sexual de la época, las canciones fueron interpretadas por la canadiense Anita Ellis. Eso sí, nunca antes una mujer se había quitado un guante de forma más sexy. ¿Quién le iba a reprochar el playback?


Cinco maridos y muy poco amor

«Todos los hombres que conozco se acuestan con Gilda, pero se levantan conmigo» dijo durante su matrimonio con Orson Welles, tal vez el amor de su vida pese a los engaños por parte del actor y director estadounidense, que llegó a confesar que la Hayworth le aburría. Tal vez por ello le cortó el pelo, la tiñó de rubio platino y la convirtió en la mala malísima de La dama de Shanghái. Antes de finalizar el rodaje la pareja ya se había roto. Ni siquiera la transformación que sufrió Rita sirvió para ganarse al público, que dejó pasar el film sin mucho entusiasmo. La actriz se casó otras cuatro veces, pero no consiguió ser feliz con ninguno: con Edward Judson a los 18 años, con el príncipe irání Alí Khan, con el cantante y actor Dick Haymes y con el director James Hill. Tuvo dos hijas Rebeca, con Orson Welles, y Yasmine con Khan.

Se casó con un príncipe antes que Grace Kelly

En un viaje al Líbano conoció al príncipe Ali Khan, que se convirtió en su tercer marido el 27 de mayo de 1949. La boda se celebró en Cannes y contó con 500 invitados, que degustaron 50 libras de caviar y 600 botellas de champagne junto a una piscina llena con agua de colonia. Antes que Grace Kelly, Rita Hayworth se había convertido en la primera actriz de Hollywood en entrar a formar parte de una familia real. De aquel matrimonio, y siete meses después de la boda, nacería Yasmine, la única hija del príncipe. El matrimonio terminó dos años después a consecuencia (una vez más) de las infidelidades de Khan.

Nunca fue una mujer fatal.

Su imagen de mujer fatal, de sex-symbol, nunca fue acorde con la realidad. Fuera del plató era una mujer reservada y tímida. Al inicio de su carrera, lloraba cada vez que tenía que hablar delante de la cámara. Su falta de cultura (a su padre, la educación de su hija le parecía una pérdida de tiempo) le causó siempre una gran inseguridad. Sufrió malos tratos y abusos sexuales por parte de su padre, y varios de sus maridos repitieron en múltiples ocasiones la sonora bofetada que recibió en Gilda por parte de Glenn Ford.

Los Oscar no la nominaron ni una vez

Los Oscar no la nominaron ni una vez

A pesar de actuar en 21 películas y de ocupar el puesto 19 en la lista del American Film Institute de las grandes estrellas del Séptimo Arte, nunca fue nominada al Oscar. Además de Gilda, que la convirtió en la mujer más deseada de la época (la película fue considerada en España «gravemente peligrosa» por la escena del guante), cosechó grandes éxitos con otros films como Solo los ángeles tienen alas (1939, Howard Haws), Sangre y arena (1941, con Tyrone Power y Linda Darnell), las comedias musicales Desde aquel beso (1941) y Bailando nace el amor (1942), ambas con Fred Astaire; y Las modelos (1944), con Gene Kelly y Philp Silvers.

Falleció a los a los 68 años a causa de la enfermedad de Alzheimer

Rita Hayworth comenzó a sufrir un alzhéimer prematuro a los 50 años. Los pequeños despistes y olvidos de guion se confundieron, por un error en el diagnóstico médico, con el alcoholismo. Veinte años más tarde falleció de este mal, medio arruinada y bajo los cuidados de su hija Yasmine, que no se separó de ella hasta su muerte. Está enterrada en el cementerio de Holy Cross, en California, y portaron su féretro los actores Ricardo Montalbán, Glenn Ford, Don Ameche y el coreógrafo Hermes Pan. Con ella falleció uno de los principales iconos de la época dorada de Hollywood, una mujer sin igual que nunca deseó ser un mito erótico, que nunca quiso ser Gilda.

Falleció a los a los 68 años a causa de la enfermedad de Alzheimer

miércoles, 10 de octubre de 2018

Días de cine clásico en La 2

Hoy en La 2 de RTVE se emitirá El Padrino de Francis Ford Coppola. 

Según se explica en la web, cada miércoles podremos ver un clásico. Además, antes de la emisión de cada película habrá un reportaje introductorio que pondrá en contexto la obra y dará información y datos de interés para los cinéfilos.





Más información en Días de cine clásico.

martes, 14 de agosto de 2018

Encuentran el desnudo de Marilyn Monroe en su última película

marilyn monroeSe daba por perdida. Se pensaba que había sido destruida en un cuarto de montaje con el resto del celuloide descartado. Y al final estaba en una lata dentro de un despacho cerrado. No era una leyenda: Marilyn Monroe rodó en 1961 una secuencia con desnudo para Vidas rebeldes (The Misfits), la película de John Huston que supuso la última aparición de la actriz en la gran pantalla, antes de morir, a los 36 años, el 5 de agosto de 1962.

De aquella secuencia existía testimonio gráfico, material de fotofija, en el que se veía a Monroe cubierta solo con una sábana ante Clark Gable en una cama. Los testigos aseguraban que la acción proseguía con ella dejando caer la tela. Ahora el escritor Charles Castillo, que ha estado investigando en la vida de la estrella para su libro Marilyn Monroe: The Private Life of a Public Icon (St. Martin’s Press), asegura haber encontrado esa secuencia, que Huston descartó porque pensó que era innecesaria para la historia. Castillo entrevistó a Curtice Taylor, hijo de Frank Taylor, el productor de Vidas rebeldes, fallecido en 1999, y él le dio acceso al despacho de su padre, que había permanecido clausurado desde su muerte. Según su vástago, Frank Taylor pensó que aquel material era lo suficientemente importante como para conservarlo. Castillo, en las entrevistas de promoción del libro que se pone a la venta mañana martes, ha comentado que Curtice Taylor no ha decidido qué hacer con el metraje encontrado. Si la secuencia se hubiera mantenido en el montaje definitivo, habría sido el primer desnudo de una estrella estadounidense en una película sonora de una major, los estudios de Hollywood.

Vidas rebeldes es, además, un western muy especial, empezando porque fue la última película que rodaron dos de sus protagonistas: Monroe y Clark Gable, que falleció 10 días después de acabar el rodaje de un infarto de miocardio. El drama, que describe la pugna de tres vaqueros por llamar la atención de una bella mujer, fue filmado en el desierto de Nevada y el rodaje se convirtió en una olla de sufrimiento burbujeante. Gable estaba gravemente enfermo; Monroe atravesaba una de sus legendarias etapas de autodestrucción, sumida en alcohol y medicamentos, mientras se hundía su matrimonio con el dramaturgo Arthur Miller, que había escrito el guion, y el otro actor principal, Montgomery Clift, malvivía enganchado a las drogas con las que intentaba apaciguar el dolor que nacía de su rostro, destrozado años antes en un accidente de tráfico. Tras Vidas rebeldes, Clift solo aparecería en tres películas más. Y sin embargo John Huston supo coger todo ese pesar y convertirlo en un canto a la melancolía, gracias a la mirada nueva de esa chica que viaja a Reno para divorciarse y acaba conociendo a un grupo de vaqueros, cazadores furtivos de caballos salvajes. De todo aquello levantó testimonio la agencia Magnum, que envió hasta nueve fotógrafos -entre ellos, Henri Cartier Bresson, Elliot Erwitt, Dennis Stock o Inge Morath, que acabaría casándose con Miller- para obtener unas 200 imágenes tan bellas como descorazonadoras.

Gable llegó a ver un primer montaje antes de morir: el actor, de 59 años, sabía que le quedaba poco tiempo, tras haber fumado cuatro paquetes diarios de cigarrillos los últimos treinta años de su vida. Según Miller, Gable salió de la proyección feliz de su trabajo, considerándolo el mejor de su vida. Y después de su muerte, Huston, Miller y Taylor intentaron adelantar la fecha de estreno, prevista para el 1 de febrero de 1961, en el que hubiera sido el 60º cumpleaños de Gable, para llegar a entrar en los Oscar. No lo lograron por problemas de doblaje de sonido y porque al compositor Alex North no le dio tiempo a finalizar la música: le enseñaron un montaje muy tarde.

El guion de Miller se basaba en un relato corto que el dramaturgo había escrito en Reno esperando los papeles de su primer divorcio para casarse con Monroe. Y aquel guion supuso el final de su segundo matrimonio. La última obra del escritor, Finishing the Picture (2004), describía aquel rodaje. Aquella película que tanto odió Monroe también traía funestos recuerdos a Montgomery Clift. Una noche de julio de 1966 la programaron en una cadena de televisión. Su secretario y amante, Lorenzo James, le preguntó si quería verla. Según James, el actor respondió: "De ningún modo". Y esas probablemente fueron sus últimas palabras. Al día siguiente apareció muerto.

Como le decía el personaje de Gable al de Monroe: "Cariño, todos nos iremos en algún momento, con razón o sin ella. Morir es tan natural como vivir. El hombre que tiene miedo a morir tiene miedo a vivir". De todos ellos queda el eco que ilumina la pantalla en Vidas rebeldes.


Fuente: El País

viernes, 29 de junio de 2018

15 años sin Katharine Hepburn

Foto: La actriz en los años 40. (Cordon)Cuando Katharine Hepburn se fue, un 29 de junio de 2003, pocos lo esperaban. Algunos pensaban que el icono feminista del Hollywood clásico ya había muerto a sus 96 años. Otros pensaban que la autoproclamada 'abuela del mundo' tenía que ser inmortal. La primera mujer que llevó pantalones en el cine mantuvo una relación de 25 años con Spencer Tracy o desafió las normas imperantes en un conservador Hollywood, nos dijo adiós hace ahora quince años. Y aunque la memoria colectiva se diluye con el tiempo, es de esperar que su carácter indómito y la aureola idealizada del cine clásico la hagan perdurar mucho tiempo más.

Con su aspecto de niña bien de la Costa Este norteamericana, pocos podrían imaginarla en la España de Franco que soñó con sus películas. Pero, en el verano de 1970, Hepburn se paseó por las calles de Atienza, un pequeño pueblo de Guadalajara. Allí se rodaban Las Troyanas, una adaptación de la obra clásica de Eurípides en la que la actriz ya exhibía su veteranía. Tenía 63 años y su posición de mito ya estaba garantizada.



Contaba la revista Vanity Fair que, en principio, la buena de Kate iba a alojarse en el hotel Eurobuilding de Madrid. Cansada de hacer el trayecto en coche día sí y día también, acabó alquilando la casa de un militar llamado Francisco Medina. El hombre, que residía en la capital de nuestro país, estaba encantado de poder prestar su casa a una leyenda viva del Hollywood dorado. También de contárselo a sus amigos.

Tal y como recordaban los vecinos para esa publicación, Kate no hizo demasiados amigos en un rodaje en el que compartía protagonismo con Irene Papas o Vanessa Redgrave. Vestida de manera informal y con sandalias, acompañada de un señor que la acompañaba con una sombrilla para evitarle los rigores del verano, Hepburn trataba de pasar desapercibida. Su tristeza y hermetismo podían tener su razón de ser. Dicen que por las calles manchegas todavía arrastraba la pena por la muerte de Spencer Tracy. El que fue su gran amor, su eterno compañero de profesión y de vida, casado con una mujer de la que nunca pudo divorciarse, había muerto tres años antes, poco después de rodar Adivina quién viene esta noche.

Kate ni siquiera pudo ver la película completa porque se ponía a llorar. Tal era su amor por el actor que durante gran parte de la década de los 60 se retiró para ayudarle a combatir su alcoholismo. Que una feminista por antonomasia como ella hiciera algo así era meritorio. También era normal que, durante aquellos días de rodaje en Guadalajara, Hepburn no hiciese la misma vida social que el resto de sus compañeros de reparto. Mientras otras actrices se relajaban en un bar del pueblo y descubrían los alrededores de la tierra castellana, ella se parapetaba bajo las cuatro paredes del chalé que había alquilado.

Los años pasaron y aquella visita se convirtió en leyenda para personas tan importantes de nuestra industria como el humorista, representante y cineasta Enrique Herreros, que no olvidó incluirla en su libro de memorias. No se sabe si el recuerdo de nuestra querida España fue importante o no en la memoria de una mujer que siempre hizo lo que quiso. Lo que está claro es que Las Troyanas no fue ningún éxito de taquilla. La película tampoco había visto la luz para serlo, ya que se trata de una exquisita adaptación de un clásico griego no apta para todo el mundo. Sí para perpetuar el mito de esta mujer que aseguró que el secreto del éxito es no dar siempre a los demás lo que quieren de ti.

Katharine Hepburn como Hécuba en 'Las Troyanas'. (Getty)
Como Hécuba en 'Las Troyanas'. (Getty)

En una entrevista con la periodista Barbara Walters, esta le habló de su 'manía' de llevar siempre pantalones y le preguntó si tenía alguna falda. Ella, sin pensarlo, le espetó: “Sí, señorita Walters. Tengo una. La llevaré a su funeral”. Una ácida respuesta que seguro que conocen algunos de los habitantes de Atienza y también muchos seguidores de Katharine Hepburn y su inteligencia. Con ella, el siglo XX murió un poco más. También toda una forma de entender el cine y la vida que jamás volverá.

Extraído de Vanitatis

lunes, 21 de mayo de 2018

Fallece Clint Walker

Clint Walker, era una de las últimas estrellas de Hollywood vivas, pero ha fallecido hoy a los 90 años sen el Norte de California, según ha informado The New York Times. El mítico intérprete destacó por sus papeles en varios western de éxito de los 50, 60 y 70, tanto en cine como en televisión.

Hace un cuarto de siglo que Clint Walker se asomó por última vez a la pequeña pantalla, en una entrega de Vacaciones en el mar. Pero los amantes del western de bajo presupuesto prefieren recordarle como Yellowstone' Kelly de Emboscada (Gordon Douglas, 1959). Era aquel un trampero del sur de Misuri, al que los sioux respetaban y dejaban operar en su territorio. 

No faltarán quienes prefieran recordar a Walker como el Samson Posey de Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1967), el gigante de aquellos condenados que con su misión suicida brindaron a la afición una de las más queridas hazañas bélicas. En efecto, Walker fue un actor entrañable. Muy querido por los niños de los años 60, que tuvieron en él a uno de esos tipos tan corpulentos como bonachones que constituyeron un pequeño arquetipo del cine de acción. 

Sin embargo, a Walker su gran personaje le fue dado por la televisión: el Cheyenne Body de Cheyenne. Este cowboy solitario, toda una trasposición del caballero andante al western, recién acabada la guerra de secesión estadounidense recorría el oeste haciendo valer la justicia entre los colonos y los forajidos, los indios y los pioneros.

El futuro actor nació en Illinois en 1927 y sus comienzos en la vida bien hubieran podido ser los de cualquiera de sus personajes. Tras abandonar la escuela con 16 años, pasó un tiempo enrolado en la marina mercante. Concluida la guerra se empleó en una petrolera de Texas y en una agencia de detectives californiana, entre otras ocupaciones, a cuál más dispar, antes de ganar un concurso convocado por la Warner.

Ya popular en la antena de su país merced a Cheyenne Body, llegó al cine para recrear al mismo personaje en The Travelllers (Richard L. Bare, 1957). Con Gordon Douglas trabajó por primera vez en Quince balas (1958). En aquella ocasión la chica fue, ni más ni menos, que Virginia Mayo. Celia Gray era el nombre de su personaje. Requien to Massacre (1960) fue otro western B debido al gran George Waggner. Al punto, de nuevo a las órdenes de Douglas, llegó El oro de los siete santos (1961).

De ahí que después de tanto western se hiciera raro encontrar al actor recreando al Bert de No me mandes flores (1964), una cinta de Norman Jewison al servicio de Doris Day y Rock Hudson, una de las parejas favoritas del público en la comedia romántica del momento.

Doce del patíbulo devolvió a Walker a donde solía. Eugenio Martín lo trajo a España para protagonizar -junto a Telly Savalas, Anne Francis y otras glorias del Hollywood pretérito ya en decadencia-, El desafío de Pancho Villa (1972). El resto, prácticamente, fueron esas apariciones televisivas por las que discurre el otoño de tantas viejas glorias de la gran pantalla. En el caso de Walker hay que dar noticia de sus apariciones estelares en series como Centennial (1978-1979).

Fuente: El Mundo, antena 3.

viernes, 6 de abril de 2018

110 aniversario del nacimiento de Bette Davis

Queremos celebrar el 110º aniversario de su nacimiento con un recorrido por su intensa vida a partir de una serie de citas lapidarias o destacables pronunciadas por la estrella más carismática y polémica de Hollywood. Porque hablar de Bette Davis es hacerlo de la intérprete más exitosa (o, al menos, la mejor pagada) y con más carácter de su generación. Amada por muchos y odiada por otros tantos, Davis traspasó la pantalla con sus ojos saltones, sus versátiles interpretaciones y su arrolladora personalidad. Pero, por encima de todo lo demás, la estadounidense fue una actriz valiente, luchadora, sincera, libre y feminista.



"Si nunca has sido odiado por tu hijo, es que nunca has sido padre"


"La única razón por la que alguien va a trabajar a Broadway es porque no puede trabajar haciendo películas"


"Hollywood siempre quiso que yo fuera hermosa, pero yo luché por el realismo"


"Cuando un hombre da su opinión, es un hombre. Cuando una mujer da su opinión, es una zorra"

"Yo nunca pasé tiempo con las actrices. Su conversación me aburría normalmente hasta la muerte"

"Me volvería a casar si encontrarse a un hombre que tuviera 15 millones de dólares, me transfiriese la mitad y me garantizase que estará muerto en el plazo de un año"

[Refiriéndose a su cuarto marido, Gary Merrill] "Gary era un macho man, pero ninguno de mis maridos fue alguna vez lo suficientemente hombre como para convertirse en el señor de Bette Davis"

¿Que por qué soy tan buena interpretando a zorras? Creo que porque yo no lo soy. Quizás por eso es por lo que ella [Joan Crawford] siempre interpreta a damas"

"Es mejor ser odiado por ser como eres, antes que ser amado por ser alguien que no eres. Es una señal de tu valor. A veces, eres odiado por la gente adecuada"

"Esto siempre ha sido un lema mío: intenta lo imposible para mejorar en tu trabajo"

"Durante tres años fui solo esposa y madre, y Gary se desenamoró de mí"

"Indestructible. Esa es la palabra que a veces usan para describirme. Supongo que significa que me sobrepuse a todo. Y se me han presentado unas cuantas cosas a superar. Pero sin algo que superar tú no llegas a ser muy persona, ¿no?"

"La comedia no es el amor de mi corazón"

[Refiriéndose a sus dos premios Oscar] "No soy ni un poco modesta sobre ellos. No uso a esos chicos como topes para puertas"
"No me arrepiento de ninguno de los enemigos que he hecho. Cualquier actor que no se atreva a hacer un enemigo debería salirse del negocio"

"No me retiraré mientras aún tenga mis piernas y mi caja de maquillaje"

"Cuando recibo un guion, no cuento las páginas. Pero no haré cameos"

domingo, 11 de febrero de 2018

70º aniversario del fallecimiento de Sergei Eisenstein

Sergei EisensteinSergei Eisenstein ha pasado a la historia por su maestría en las filmaciones y, sobre todo, por su teoría del montaje en un momento en el que el cine apenas contaba con un par de décadas de existencia. Sin embargo, el vanguardista director también destacó por sus amplios conocimientos de arte, estudió ingeniería y hablaba inglés, francés y alemán.

Todo ello contribuyó a que a pesar de su escasa filmografía —que no llega a 20 películas y algunas de ellas inacabadas—, su obra siga vigente y se continúe revisando con asiduidad por sus aportaciones e influencias en el rodaje, la escenografía, y el montaje en el cine europeo y americano.

Sergei Mijailovich Eisenstein nació en Riga, capital de la actual Letonia y por aquel entonces ciudad del Imperio Ruso, el 22 de enero de 1898. Hijo de padre judío y de madre eslava, desde muy pequeño destacó por su facilidad y precisión por el dibujo, don que lo llevó en 1914 a ingresar en la Escuela de Arquitectura de San Petersburgo. En ella permaneció tres años, ya que en 1917, año de la Revolución de Octubre, el futuro arquitecto dio un giro a su orientado porvenir.

Atraído por la revolución marxista y convencido de sus ideales y de que con el arte podría ser útil a la revolución, Eisenstein se alistó en 1918 en el Ejército Rojo, donde entró en contacto con el teatro al trabajar como responsable de decorados y como director e intérprete de pequeños espectáculos para la tropa. Desmovilizado en 1920, se instaló en Moscú con la idea de aplicar su habilidad pictórica a la escenografía teatral.

Fue sin duda su experiencia como director de escena del Teatro Obrero (1920) lo que lo impulsó a estudiar dirección teatral en la escuela estatal. Sin embargo, cuando tenía 25 años Eisenstein puso fin a su carrera teatral tras un fracaso en el montaje de la obra Máscaras de gas, en el que, según sus palabras, “el carro se rompió en pedazos y el conductor se cayó de cabeza”. Este incidente lo hizo abandonar el teatro y centrarse en el medio que le dio prestigio internacional, el cine, en el que fue un pionero del uso del montaje, ya que para él, la edición no era un simple método utilizado para enlazar escenas, sino un medio capaz de manipular las emociones de su audiencia.

Su primer contacto con el cine fue el rodaje de un pequeño cortometraje incluido en la obra teatral El sabio, que llevaba por título El diario de Glomow. Tal fue su interés por el nuevo medio artístico que, en 1924, rodó el largometraje La huelga, con una famosa secuencia en la que utilizó imágenes de ganado sacrificado en el matadero intercaladas con otras de trabajadores fusilados por soldados zaristas. La única copia que había de la película la incautó la censura y no se pudo volver a distribuir hasta después de su muerte, aunque llegó a ser exhibida en Europa y obtuvo el premio en la Exposición Internacional de París en 1925. Desde ese momento el joven Sergei dedicó gran parte de su trabajo a investigar sobre el montaje. Posteriormente desarrolló su propia teoría, algo que tendría una gran influencia en los directores europeos y de Hollywood y que aún continúa vigente.

Sergei Eisenstein no solía utilizar actores profesionales en sus montajes porque el argumento de sus obras iba dirigido a cuestiones más amplias de la sociedad, especialmente a los conflictos de clases. Sus actores, por tanto, eran en la mayoría de los casos personas sin entrenamiento en el campo dramático y provenían de ámbitos sociales adecuados para cada papel.

Con una sola película rodada, el joven director recibió el encargo de rodar la conmemoración de la Revolución de 1905, y la que se convertiría en la obra más célebre de su carrera y una de las mejores de la historia del cine: El acorazado Potemkin (1925). Para entonces la expectación ya era grande porque había dotado de cobertura intelectual al recién nacido espectáculo de masas que era el cine. En la película, la escena del amotinamiento en el barco y la vertiginosa escena de acción de la escalinata constituyen hitos del lenguaje cinematográfico y uno de los mayores logros del cine mudo.


El acorazado Potemkin dio a conocer su nombre en todo el mundo y posiblemente sea la película sobre la que más se ha escrito en toda la historia del cine. El guión fue escrito para una película de ocho episodios, pero al rodar el capítulo dedicado al motín del acorazado Eisenstein decidió centrar la película en ese episodio. Para ello buscó a los supervivientes de la masacre y localizó los dibujos de un francés que había sido testigo de lo ocurrido. Gracias a una serie de experimentos técnicos (pantallas reflectantes, fotografía desenfocada y plataformas móviles entre otros) los resultados fueron asombrosos.

Eisenstein rueda su película en 1.290 planos combinados con genial maestría mediante un montaje rítmico, ya que considera innecesarios los movimientos de cámara, y solo realiza varios travellings. En El acorazado Potemkin destaca la escena de la escalinata, con 170 planos, en la que el pueblo es brutalmente agredido por las fuerzas zaristas y donde crea un ‘tempo’ artificial que hace que la secuencia dure casi seis minutos. La película, con una espléndida fotografía en la que la masa se convierte en la auténtica protagonista de la obra, acabará por ser considerada la primera obra maestra del cine.

Doddle, homenaje en el 120º aniversario de su nacimiento



Tras esta gran película realizará dos trabajos más, la genial Octubre (1927), en la que narra los sucesos del asalto al Palacio de Invierno durante la Revolución rusa de 1917, y La línea general (también conocida como Lo viejo y lo nuevo), película sobre la reforma agraria, aunque por los cambios en la Unión Soviética tuvo que modificar su guion en varias ocasiones. En estas dos obras Eisenstein volvió a experimentar con un nuevo lenguaje a través de las imágenes, pero por su complejidad no llegaron a ser muy bien comprendidas en su época.

En ese momento, Sergei Eisenstein empezó a tener serios problemas con la censura soviética, que lo llevaron a viajar a Europa en 1930 para investigar sobre el sonido y a firmar después un contrato con la Paramount y trasladarse a Estados Unidos, donde llegaría a cobrar hasta 900 dólares a la semana.

Lo que Eisenstein llevaba de bagaje cuando llegó a Hollywood era tres películas: La huelga, El acorazado Potemkin y Octubre, algo más que suficiente para que el mismo Hitler, tras llegar al poder en Alemania, lo hubiera puesto como ejemplo por su practicidad marxista para copiarlo en el cine nazi de adoctrinamiento.

Sin embargo, el consagrado Eisenstein no consiguió el permiso de residencia en Estados Unidos ni poner en marcha ningún proyecto, por lo que decidió viajar a México. Nada más llegar al país fueron encarcelados tanto él como sus dos ayudantes de dirección, todos rusos, pero gracias a la intervención de un amigo español el panorama cambió hasta el punto de que lo nombraron en huésped de honor. Inició en el país centroamericano la producción ¡Que viva México!, en la que experimentó diferentes montajes, aunque no pudo acabarla al quedarse sin patrocinador.

Tras su mala experiencia como cineasta en el exilio, Sergei regresó a la Unión Soviética, donde continuaron las dificultades para desarrollar su trabajo, así que decidió dedicarse a la redacción de textos teóricos mientras desde el poder se atacaba tanto su obra como su persona. Pese a ello, rodó Alexander Nevski (1938), su primera película sonora y con la que ganó el Premio Stalin.

En 1943 inició, con el rodaje de Iván el Terrible, un ambicioso proyecto biográfico concebido como trilogía sobre a la figura del zar Iván IV de Rusia, pero el régimen soviético interpretó la obra como una denuncia a la personalidad de Stalin y prohibió la segunda parte -después de haber conseguido otro Premio Stalin con la primera- hasta la muerte del dictador en 1953, cinco años después del fallecimiento del propio director cinematográfico. Tras esa decisión Eisenstein no rodó ni la tercera parte ni ninguna película más.

Sergei Eisenstein, que plasmó sus estudios en obras como Teoría y técnica cinematográfica, La forma en el cine, Reflexiones de un cineasta y La realización cinematográfica, entre otras, murió el 11 de febrero de 1948, a los 50 años, tras sufrir una gran hemorragia a raíz de un infarto.

La genialidad artística de Eisenstein, su teoría del montaje y sus enseñanzas en el lenguaje cinematográfico, no solo contribuyeron en su momento a la mayoría de edad del cine, sino que siguen vigentes hoy en día como una referencia e influencia muy clara en los grandes directores.

Fuente: el País.es, google

sábado, 20 de enero de 2018

25 años sin Audrey Hepburn


Aunque ya había rodado unas cuantas películas, la aparición de Audrey Hepburn subida a una vespa y abrazada a Gregory Peck por las calles de Roma supuso, además de la envidia internacional, un antes y un después en Hollywood.

No era para menos. La factoría de sueños estadounidense no dio crédito, cuando la vio, a la desbordante personalidad de aquella actriz. A su elegancia natural. A su tamaño como intérprete. A su saber estar. Y se rindió a sus pies, cómo no, premiando primero con un Oscar su papel en Vacaciones en Roma y nominándola años después por sus interpretaciones en Sabrina, Historia de una monja, Desayuno con diamantes y Sola en la oscuridad.

Este domingo se cumplen 20 años de su desaparición. Sin embargo, la estrella sigue viva, además de en sus películas, en las labores humanitarias que llevó a cabo en los últimos años de su vida en África, en sus vestidos –que aún se subastan–, en su mirada –perpetuada en carteles, mochilas y camisetas–, en su infinita timidez. ¿Cómo se puede morir después de haber dejado atónito al mundo entero sin apenas pretenderlo?

Probablemente ese estilo que tenía lo heredó de su madre, aristócrata holandesa. Aunque el hecho de vivir durante sus primeros años entre Bélgica, Reino Unido y Holanda también tuvo que ver con su glamour.

Pero Hepburn tuvo –a diferencia de muchas otras actrices de Hollywood–, gusto para lucir sin descaros todo lo que elegía. Desde el mítico vestido de Chanel o las gafas XXL de Desayuno con diamantes hasta aquellos zapatos llamados “masculinos” por no tener tacón. Su esbelta figura le hacía un enorme favor.

Vistiera lo que vistiera, fue, poco a poco, rompiendo moldes y cambiando los cánones de belleza, lo que hizo de ella una actriz que consiguió mucho más que interpretar.

Pero no sólo hay que recordarla hoy por su elegancia y belleza. Hepburn era buena actriz. Y aunque ser premiado por Hollywood no signifique necesariamente ser buen intérprete, entre la treintena de largometrajes en los que participó logró 2 Oscar y 3 Globos de Oro, a pesar de tener, entre uno y otro premio, 17 nominaciones.

Entre sus papeles más destacados figura, además del de Vacaciones en Roma y Desayuno con Diamantes, el de Sabrina. Dirigida por Billy Wilder, Hepburn se puso en la piel de la hija del chófer junto a Humphrey Bogart. O el de una religiosa belga en Historia de una monja, interpretación por la que estuvo nominada a un Oscar en 1959. Su última película fue Always, de la mano de Steven Spielberg. Eran los años 80, y la actriz estaba ya más pendiente de sus colaboraciones solidarias que del cine.

Alejada ya de la encorsetada fábrica de sueños que poco tenía que ver con su verdadero carácter, Hepburn decidió colaborar con Unicef. Apenas le quedaban unos años de vida –le diagnosticaron un cáncer–, pero quiso trabajar con la ONU sobre el terreno, y se fue a Etiopía, a Ecuador, a Venezuela, a Bangladesh, a Tailandia, a Somalia y a Sudán, entre otros países. Allí ayudó a niños a luchar contra la sequía y contra la hambruna, aunque participó en muchos otros programas. Y por esto Hepburn también ha de ser recordada hoy.

“Sé perfectamente lo que esto puede significar para los niños, porque yo estuve entre los que recibieron alimentos y ayuda médica de emergencia al final de la Segunda Guerra Mundial”, llegó a decir.

Meses más tarde de que diagnosticaran su enfermedad, la eterna Holly Golightly moría en su casa de Suiza el 20 de enero de 1993. Pero ese día tampoco dejó de ayudar a los niños. Sus hijos crearon la fundación Audrey Hepburn Children’s Fund con la que recaudan, aun a día de hoy, dinero para buenas causas.

“Si existiesen los ángeles, deberían tener los ojos, las manos, el rostro y la voz de Audrey Hepburn”, escribieron sus amigos sobre su epitafio. Veinte años más tarde, deberíamos parar a pensar si es verdad eso de que no existen