Ava: El animal más bello del mundo

miércoles, 15 de junio de 2011

Ava: El animal más bello del mundo



Siempre obsesionada con la búsqueda de la libertad total, "el animal más bello del mundo" vivió frustrada, víctima de su propia belleza, que hizo que Hollywood nunca la tomara en serio.

Ava
La más bella, la más natural y salvaje de todas las actrices que ha habido. Ésa fue Ava Gardner. Un mito, una leyenda, una diosa dentro de aquel nuevo e inocente Olimpo que fue el Hollywood de la época dorada donde ella fue, sin lugar a dudas, una de sus reinas oficiales. Su belleza indómita, bañada de una insólita serenidad, dejaba helado al público cada vez que su personalidad vital y arrolladora engrandecía una película. Ahora que se cumplen 70 años de su primera incursión en el cine, se hace casi obligatorio recordar a una mujer envejecida prematuramente, aislada por voluntad propia del mundo que la encumbró y que también la abandonó. Enamorada de España, teniendo a sus espaldas tres matrimonios frustrados y una vida amorosa llena de escándalos y mentiras, Ava Gardner fue una actriz frustrada, vivió tempestades y murió sola.
La vida del mito, en cuanto se bucea en ella, suele ser algo decepcionate. También lo fue la vida de Ava Gardner, una mujer infeliz, víctima de su propia belleza, que la impidió que la tomasen en serio como actriz durante sus años de máximo esplendor. Estrella indiscutible de la Metro-Goldwyn Mayer su inconformismo constante, sus quejas y sus declaraciones a la prensa no sólo la hicieron ganarse el apodo de 'rebelde', sino que fue en ocasiones castigada con suspensión de sueldo. Ella siempre quiso irse de una productora que la tenía cogida de pies y manos y la obligaba a encarnar papeles que, sometidos a su arrolladora belleza, no podían desplegarse a nivel dramático. De ahí que el famoso slogan de La condesa descalza, “El animal más bello del mundo”, nunca fuese de su agrado. Sus personajes eran siempre pasionales pero contenidos, y Ava, escondida tras su rostro perfecto, nunca llegaba a aparecer del todo. Así, en los años 40 protagonizó ForajidosVenus era mujerDos vidas y un amorOdio y orgulloEl gran pecador o Mundos opuestos. Y su papel siempre solía tender al de la femme fatale, capaz de utilizar a los hombres en busca de sus propios intereses.
Siempre obsesionada con la búsqueda de la libertad total, soñaba con abandonar una productora que le cortaba las alas. Ello la hizo renegar de su físico, de su indomable hermosura y pedir, hasta implorar, papeles donde la carga dramática fuese mayor que los minutos de aparición en pantalla. Su obsesión era conseguir papeles de envergadura, y cuando rebasó la treintena empezaron a llegar algunos de ellos, pero también le hizo rechazar otros en los que habría estado irrepetible, como el de Eleanor Parker en Scaramouche, el de Geraldine Page en Dulce pájaro de juventud o el de Doris Day enÁmame o déjame.
Ava Lavinia Gardner
Con todo, poco a poco y de manera muy esporádica, empezó a hacer papeles que le interesaban más, como Pandora y el holandés erranteMagnoliaLas nieves del Kilimanjaro (cedida a la Fox). En 1953 hizo el que fue uno de sus papeles favoritos y uno de los más emblemáticos de su carrera, el deEloise Kelly en Mogambo, película que le valió su única candidatura al Oscar y que le sirvió para dar a conocer una vivacidad y un sentido del humor a menudo escondidos bajo papeles siempre hieráticos. Entonces la crítica abrió los ojos y descubrió que detrás de bella mujer había una espléndida actriz.
Después llegarían algunos papeles interesantes y desde luego mejores que los western de medio pelo que se vio obligada a protagonizar con la Metro comoLos caballeros del Rey ArturoLa condesa descalzaCruce de destinos o 55 días en Pekín, donde dio muestras de su mejor calidad dramática. Pero también hubo papeles mediocres que sólo lograron desanimarla y querer alejarse de Hollywood lo máximo posible.
Burt Lancaster y Ava Gardner
Después de tres matrimonios frustrados y breves (Mickey Rooney, Artie Shaw y Frank Sinatra) en 1956 fijó su residencia en España, que sólo abandonaba para lo estrictamente necesario, es decir, trabajar. Tenía 34 años y ganas de alejarse de lo que había empezado a odiar. Con todo, de aquella etapa en la que entraba en lo que entonces se llamaba “madurez” salieron algunos de sus títulos mejores, rematados en la inmejorable La noche de la iguana, que hizo a los 42 años con un Richard Burton tan intenso como ella. 
Tras los años de desenfreno españoles se instaló en Londres donde optó por un tipo de vida más tranquila, lejos de las fiestas, el maquillaje y el hedonismo. Ava Gardner había abandonado su leyenda, como haría décadas antes, también joven y harta, Greta Garbo. Terenci Moix comparó a las dos estrellas en cierta ocasión diciendo “esos rostros que se acercaron por momentos a la sublimidad de las mejores pasiones no tuvieron oportunidad de expresar las grandes conquistas del espíritu”. Sea para ambas este pequeño recuerdo.

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