
Marilyn no es solo una actriz que participó en una treintena de películas y murió joven, a los 36. Es un icono, y aún más que eso, dada la facilidad en la que el mundo fabrica iconos a día de hoy. Es fuente inagotable de reposiciones de filmes antiguos en filmotecas y canales de televisión. Es una estatua gigante que ha saludado a Chicago durante meses y que recientemente ha sido trasladada a Palm Springs. Es un mural gigantesco que mira, melancólico, sobre Adams Morgan, uno de los barrios más vibrantes de Washington. Es también el obsesivo objeto de una exitosa serie de televisión norteamericana, Smash, donde jóvenes actrices aspiran a interpretarla. Y es, finalmente, el propósito de numerosas exposiciones que muestran sus fotografías y sus vestidos, todas sus reliquias.
Marilyn Monroe, actriz insatisfecha por la fama, amiga de presidentes, esposa de estrellas del deporte y dramaturgos, tiene incluso su propio fichero, ya algo polvoriento, en uno de los cuartos del FBI. La mayoría de sus páginas están al alcance de cualquiera, en Internet. Son 97 páginas. Un informe sobre cómo la actriz pidió un visado para la URSS en 1955. Un encuentro con miembros del Grupo Comunista Americano en México en 1962. Detalles minuciosos de sus encuentros con el presidente John F. Kennedy, como una cena en Nueva York en la que le “hizo una serie de preguntas socialmente significativas sobre la moralidad de las pruebas atómicas”. Puro macartismo.
Hay algo que falta, sin embargo, en ese archivo tan minucioso, seguramente revisado por el jefe del FBI, Edgar J. Hoover, personal y compulsivamente. Son otros documentos, informes, de muchos otros días de vida de Marilyn, incluidas aquellas lúgubres jornadas de agosto de 1962 previas a su muerte, desaparecidas de los legajos de anodinos informes de los agentes del FBI.
La agencia Associated Press pidió al Gobierno de EE UU, a través de la Ley de Libertad Informativa, que revelara esos reportes para este 50 aniversario de su muerte. La respuesta del FBI y de los Archivos Nacionales de EE UU: “No podemos encontrar los archivos”. Perdidos, parece, sin más explicación. El Gobierno ha abierto una investigación.

Seguidores suyos, jóvenes y ancianos, depositarán flores frente a su tumba, un pequeño nicho en el cementerio Westwood Memorial Park de Los Ángeles, donde también descansan Natalie Wood, Jack Lemon, Walter Matthau, Eva Gabor y Truman Capote, viejos recuerdos de un Hollywood en blanco y negro o en tecnicolor. Una reproducción de la célebre portada de Playboy en la que apareció Marilyn, entonces joven y pelirroja, firmada por Hugh Hefner, presidirá el servicio y será subastada, a beneficio de asociaciones de ayuda a huérfanos y niños maltratados.
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