Casablanca vs. Blade Runner

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Casablanca vs. Blade Runner


CASABLANCA

Por Berna González Harbour

Hasta las nueve de la mañana del jueves tú eliges entre 'Casablanca' y 'Blade runner'

No llueven a diario, pero en sesenta años han nacido criaturas geniales, películas enormes capaces de desafiar a un gigante como Casablanca. Y sin embargo, algunos nos quedamos con ella. El anhelo, el deseo, el amor imposible que se fragua en esa delicada obra de arte crecida en el caos de un Marruecos imaginario en el que solo el loro era real, y su lucha a brazo partido con un sentido del deber urgente, irrenunciable, se hace embriagador. Y lo resiste todo.


¿Salvar al mundo del nazismo o salvar a Humphrey Bogart de la soledad? ¿Salvar al líder necesario, pero frío (Laszlo) o salvar al hombre deseado (Rick) y volver a ver brillar sus ojos? ¿No es un dilema para quitar el aliento? Pasión o misión. Bogart es el héroe que algún día muy lejano supo sonreír. Eso y el escudo que hoy le cubre le hace poderoso, atractivo: no solo se disfraza de hombre duro bajo las nubes del humo, el alcohol y el juego que habitan en su local. Es que bajo esa costra palpita una herida viva, un corazón desgarrado que un día alimentó una ilusión, y que hoy ha vuelto a supurar. Y principios.

Ellos, los malditos principios, son los que dotan a este drama romántico de los ingredientes que permiten darle su vigor universal. Ilsa tiene una causa. Los ojos más bellos y desamparados que se hayan visto jamás en las pantallas no pertenecen a una mujer débil y hueca. Ingrid Bergman trasluce una valentía sostenida que solo trastabilla al desnudarse su verdad. Y eso no la hace frágil, la hace humana.

La urgencia con la que Michael Curtiz rodó Casablanca fue parte de su éxito. El guion se iba reelaborando al día, Bergman y Bogart ni se acercaron jamás en la realidad a la química que consiguieron en pantalla y, para cuando el equipo intentó corregir algunas cosas para elegir por ejemplo otra canción para Sam, Bergman ya se había cortado el pelo para su siguiente contrato. Menos mal.

Casablanca no solo nos dejó la mayor colección de frases y personajes que en estos años se han convertido en parte de la familia. Nos dejó el retrato más nítido del triunfo del sacrificio sobre la pasión. Los débiles habríamos sucumbido, no hay duda. Pero afortunadamente, como ideal irrenunciable, siempre nos quedará Casablanca.

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fuente el Pais

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