Recordando a Ingmar Bergman

martes, 30 de julio de 2013

Recordando a Ingmar Bergman

Nacido Ernst Ingmar Bergman Akerbolm en Uppsala, ciudad universitaria a unos setenta kilómetros de Estocolmo, la vida y la obra de Bergman iban a estar destinadas a contar la gravedad de la nada, y el humor y la ironía de la muerte. Su padre era un pastor luterano llamado Erik, al que siempre le unió el distanciamiento y el respeto debido a una figura tan autoritaria, y su madre un ama de casa llamada Karin. Con seis años descubrió el cine y con diez descubrió algo mucho más importante: la cabina de proyección de un cine.

Cuando a su hermano mayor le regalan un proyector de juguete, él se lo cambia por la mitad de su colección de soldados de plomo. Con la familia mudada a Estocolmo de forma definitiva, el joven Bergman puede estudiar Literatura e Historia del Arte, llegando a escribir una tesis sobre el renovador del teatro sueco (y precursor del teatro del absurdo), el célebre August Strindberg. Así, la primera mitad de los años cuarenta serán testigos de su ascenso imparable en el mundo teatral de su país, que sabrá compaginar con su “amour fou”, el cine, a partir de su debut como director en 1945.


Con los montajes de Raquel y el acomodador de cine, La muerte de Gaspar, La casa de juego, Llega el señor Schelman, Bergman puede asumir la indiferencia que provoca en casi toda la cinefilia su Crisis, y que la Svenk Filmindustri le retire su apoyo en sus pretensiones de seguir dirigiendo. Será la norma detonante para sus tres primeras películas (basadas en obras teatrales todas ellas, y todas ellas ignoradas por público y crítica), que logra llevar a cabo gracias a su amistad con su productor Lorens Marmstedt, hasta 1948, año en que dirige por primera vez un guión suyo original, filmado en dieciocho días, titulado Prisión, que por fin alcanza el beneplácito de la crítica y es un éxito de público.

Será el preámbulo a su consagración internacional de los años cincuenta, con algunas películas muy importantes, por mucho que él, en 1960, justo antes de empezar el rodaje de Como en un espejo (1961) declare que esta va a ser su verdadera primera película, y que su obra anterior no son más que borradores. 

 Gana dos Oscar consecutivos a mejor filme en habla no inglesa, en 1961 y 1962, el Oso de Oro en 1958, y variados premios en Cannes. Es un autor amado y ninguneado a partes iguales, que prosigue su indagación del ser atormentado y trágico, y muchas veces absurdo, del hombre, vencido por su miedo a la muerte, por sus supersticiones, por la presencia aplastante de la religión y de la ingorancia congénita, arrasado por la siempre enigmática e inasible presencia de la mujer anhelada (mezcla de madre, hija, amante, mujer, amiga, compañera, enemiga, bruja, ángel, ninfa, sabia, perdición, deseo, salvación). Hasta 1964, su obsesión acerca de las relaciones sexuales y sentimentales entre un hombre y una mujer (y entre dos mujeres) apenas había sido indagada, pero a partir de ‘Persona’ (1966), abandonará para siempre cualquier rastro de academicismo, alcanzando la plenitud absoluta como cineasta, cambiando el cine para siempre.

fuente: blogdecine.com

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