Tuvo la belleza indómita y terrenal de las flores silvestres, fue una exuberante rosa (94-58-92) pero sus propias espinas le desgarrarían el alma. Su infancia no fue fácil, sin padre, de casa en casa, de tíos, amigos, familias de adopción, abusos, soledad. A los dieciséis años tuvo que aceptar un matrimonio que acabaría pronto y que fue otro de los desgarrones de su adolescencia. Pero Marilyn no era de las de darse por vencida. Sacando pecho, humildad y talento se abrió paso. Primero algunos reportajes en revistas (muy pocas han llevado y sostenido un bañador como ella), luego los primeros papelitos en el cine, y poco después algún que otro papelón, corto pero intenso, como en su primer largo importante, «La jungla de asfalto», de John Huston, en 1949. Su vida artística empezaba a tomar impulso. «Playboy» tomó la delantera cuando la llevó a la portada en su primer número de diciembre de 1953.
Carnal, sensual, fuerza de la Naturaleza, los hombres no se podían resistir. Como uno de los tipos más populares de entonces, el jugador de béisbol de los Yankees Joe Di Maggio. El matrimonio duró nueve meses. La Monroe, aunque algún listillo que los cielos confundan diría que era muy inteligente de cintura para abajo, era una profesional. Y su destino no podía ser otro que el celebérrimo Actor Studio de Lee Strasberg, su maestro y con el que nunca se rompería la amistad. Más segura de sí misma volvió a ponerse delante de la cámara en títulos muy populares: «Niágara», «Río sin retorno», «La tentación vive arriba», «Con faldas y a lo loco».
En 1956 se casa con el dramaturgo izquierdista Arthur Miller. Marilyn sufrirá dos abortos naturales y el alcohol, los barbitúricos, el diván del psiquiatra (Dr. Greenson) y hablar por teléfono serán su único consuelo. Falla en los rodajes, no aparece, no se sabe el guión. Se dice que coquetea con los Kennedy. Rueda, en condiciones calamitosas, «Vidas rebeldes», con Huston. Director y actriz no se llevaron bien, aunque el barbudo Huston diría más tarde: «No tenía técnica de actuación. Era todo verdad, era sólo ella».
El 5 de agosto del 62 los barbitúricos acababan con el mito. Tal vez los ángeles también las prefieran rubias.
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