El cine de los años 50 está rodeado de circunstancias. La sociedad estadounidense vivía la posguerra de la reciente Segunda Guerra Mundial y el televisor se implantó con fuerza en los hogares acabando con la hegemonía de la industria cinematográfica en el entretenimiento. Esto conllevó una fuerte reducción de la asistencia del público a las salas de cine. La gran pantalla seguía ofrenciendo mejores cualidades que el pequeño televisor, como la proyección de imágenes a gran tamaño y en color, que en esos momentos se estaba extendiendo.
Howard Hawks dirige este western, que para muchos críticos no es una de las mejores obras del cineasta. En esta película, Hawks retrata la época de los pioneros que llegaron al Oeste de los Estados Unidos.
Aunque al protagonista lo encarna Kirk Douglas, en un primer momento lo iba a interpretar John Wayne, pero éste rechazó su papel por una escena que no le parecía, ni mucho menos, divertida: la secuencia de la amputación del dedo. Pero después de proyectar el film, a Wayne le gustó tanto el resultado que le dijo a Hawks: «Si te parece divertido un funeral, rodaría contigo, incluso, un funeral».
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