Cinco de agosto de 1962 en California. Madrugada. Era un día rutinario en la empresa de Allan Abbott y Ron Hast. Al menos, hasta que recibieron una llamada de la comisaría West Los Ángeles. Al otro lado del teléfono, el sargento Jack Clemmons les informó de que Norma Jeane Mortenson acababa de dejar este mundo por una sobredosis de Nembutal. Según les dijeron, era un suicidio, aunque a ellos les importaba bien poco, pues no eran detectives. ¿Cuál era su trabajo? Eran los enterradores de las estrellas de Hollywood y habían contactado con ellos para que retirasen el cadáver y lo llevasen hasta la morgue.
Este era el trabajo que les permitió conocer los entresijos de multitud de muertes de algunos de los personajes más conocidos de su época. Una buena parte de las mismas, tal y como afirma en exclusiva el diario Daily Mail, las narran en su nuevo libro Pardon My Hearse, el cual saldrá a la venta en las próximas semanas en Estados Unidos. Sin embargo, de entre la ingente cantidad de anécdotas que guardan sus páginas, hay una que llama la atención: el desmejorado aspecto que, según afirman, tenía Monroe tras morir. De hecho, y según las palabras de sus autores, aparentaba una edad mucho mayor a los 36 años y contaba con «pequeños pechos falsos» y «dentadura postiza».
Como una exhalación, desde la empresa se envió a un responsable (Leonard 'Chris' Kreminski) para acometer la desagradable tarea. Este llegó poco después a la casa de la actriz en Brentwood. Allí, los prestes descubrieron el cuerpo que -según se afirma en el texto- se hallaba en la primera etapa del rigor mortis. Tras el asombro inicial, los presentes retiraron lo que quedaba de la actriz y la llevaron al centro recomendado para la autopsia.
«Debido a las tremendas implicaciones que tenía esta muerte, llevó mucho más tiempo practicar su autopsia. El doctor Thomas Noguchi (el encargado de hacerla por su cualificación) tardó tres veces más de lo normal. La oficina del forense me indicó que había sido extremadamente cuidadoso. Buscó marcas de agujas hipodérmicas en el cuerpo, que descubrió en su axila (una zona de uso común en las estrellas de cine femeninas), y siguió buscando en su nariz, pies, lengua y genitales, pero no halló nada», explica Abbott (pues estaba presente en la sala) en su obra .
Tras esta primera impresión, los presentes pudieron observar el aspecto absolutamente desmejorado de Monroe, quien aparentaba muchos más años que los que tenía. «No nos creímos que fuese su cuerpo. Parecía una mujer normal muy envejecida. Su pelo no había sido teñido desde hacía tiempo, no se había afeitado las piernas al menos en una semana, sus labios estaban muy agrietados y necesitaba una manicura y una pedicura», añade el escritor.
A su vez, se percataron de que tenía una extraña hinchazón en el cuello que intentaron paliar para el funeral con una incisión que eliminaría parte de su piel. Según dice, fue muy eficaz. Posteriormente, solicitaron a sus familiares que les trajeran ropa interior (pues Monroe no llevaba al momento de morir). Fue en ese momento, en el que les llevaron sus efectos personales a los «expertos», cuando se percataron de que la actriz usaba dos pechos falsos («mucho más pequeños que los que había visto hasta ese momento») que se ponía sobre los suyos para realzarlos.
Al parecer, los presentes vieron tan desmejorada a la fallecida (la cual tenía unos pechos considerablemente menos voluminosos que lo que creía la sociedad hasta entonces) que optaron por rellenarle el sujetador con tiras de algodón. «Ahora si se parece a Marilyn Monroe», exclamó uno de ellos. A su vez, también corroboraron que llevaba una dentadura «falsa». No importó, pues, en sus palabras, hicieron un gran trabajo y la dejaron como si estuviera a punto de actuar. Sin embargo, era su última función.
Fuente: ABC
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