Ingrid Bergman, actriz de cine, teatro y televisión sueca. Candidata siete veces al Oscar y ganadora de tres de ellos. Considerada como uno de los Mitos del Séptimo Arte y según la lista realizada por el American Film Institute, es la cuarta estrella más importante en la historia del cine y la mejor actriz sueca, por encima de Greta Garbo. Hoy se cumplen 100 años de su nacimiento en Estocolmo y 33 años de su muerte en Londres.
«Creo que ella eligió morir el mismo día que había nacido; hay una especie de simetría en ello, es algo que le gustaba. Y es apropiado, fue como cerrar el círculo de su vida». Son palabras de Pia Lindstrom, la hija mayor de Ingrid Bergman, que hoy, 29 de agosto, hubiera cumplido cien años. La actriz sueca, uno de los grandes mitos de la época dorada de Hollywood, es recordada hoy en todo el mundo. Suecia y Estados Unidos le dedican un sello de correos; en Estocolmo se ha estrenado, con la presencia de sus cuatro hijos, un documental sobre su vida con material inédito, y el MoMA neoyorquino inaugura hoy un ciclo de proyecciones de sus películas -también lo hace, en Madrid, el Circulo de Bellas Artes-, entre las que figuran algunos de los títulos míticos de la historia del cine: Encadenados, Sonata de otoño, Luz que agoniza, Juana de Arco y, sobre todo, Casablanca.
Isabella Rossellini, la más popular de sus hijas, ha dicho de ella por su parte que «gustaba a las mujeres porque veían en ella su misma naturalidad». Su hermano Roberto la ha definido así: «Fue una mujer libre, independiente, valiente y muy moderna. Rendirle homenaje a ella es rendírselo a todas las mujeres».
Esto es lo que opinaban algunos de sus compañeros sobre ella:
100 sin Ingrid Bergman |
Isabella Rossellini, la más popular de sus hijas, ha dicho de ella por su parte que «gustaba a las mujeres porque veían en ella su misma naturalidad». Su hermano Roberto la ha definido así: «Fue una mujer libre, independiente, valiente y muy moderna. Rendirle homenaje a ella es rendírselo a todas las mujeres».
Esto es lo que opinaban algunos de sus compañeros sobre ella:
Fay Wray, actriz protagonista de King Kong, hablaba de la joven sueca recién llegada a América: “Entonces yo no conocía bien a Ingrid Bergman. Ella era muy seria. Ponía toda su alma en la película. Vi que se trataba de una chica que tenía que ser actriz o sin duda se le partiría el corazón. No trabajaba por dinero, por la fama, por el éxito, ni siquiera para pasarlo bien, sino porque tenía que ser actriz. Era etérea y sensual. Parecía más real que la realidad. Tenía magia.”
Christopher Isherwood, guionista de Relatos de Berlín y Cabaret: “Era sin lugar a dudas el ser más maravilloso que he conocido en mi vida, contando hombres y mujeres. Era irresistible. Era mucho más de lo que se veía por fuera. Transmitía que por dentro también era así. Creo que era muy consciente del efecto que causaba en los demás, si bien no alardeaba de ello. Era una autentica profesional. La admiraba muchísimo. Era un espíritu generoso, lo que es raro.”
Kevin McCarthy, compañero de reparto de Ingrid en Juana de Lorena: “Recuerdo cuando fui al primer ensayo de Juana, y allí estaba ella: La Gran Figura. Pero en realidad todos éramos actores por igual. Ingrid parecía una persona normal, no una estrella. Ejercía un gran dominio sobre la personalidad que era y sobre el personaje que interpretaba. Era una chica increíble, natural y sencilla.”
Anthony Quinn, actor y protagonista de La strada: ”Me enamoré de Ingrid desde el primer momento. Estaba radiante. Cuando la conocí, estaba en Italia, casada con Rossellini. Cómo envidiaba a ese hombre, casado con la mujer más hermosa del mundo… y la más simpática. Ingrid era una sueca muy afectuosa que se había casado con un italiano muy frío en busca de afecto. Era una actriz maravillosa, pero Rossellini la monopolizó para sus películas y no la dejó trabajar con Federico Fellini y otros directores.
Ingrid se mantenía alejada de América porque estaba dolida. Y lo estaba porque había amado mucho a América. Los americanos la aceptaron y con tanto afecto, que ella jamás imaginó que se pudiera pasar de eso a ser tan denigrada. En realidad, la querían tanto que, a su entender, ella no tenía derecho a decepcionarles y romper en pedazos su etérea imagen. Pasó de virgen a mujerzuela internacional. Ingrid no sabía si al volver a Estados Unidos sería detenida y acusada de alguna vileza moral o apedreada. Algunos fanáticos religiosos consideraban que Ingrid era una de las más importantes pecadoras de todos los tiempos. Era la persona más simpática y agradable que he conocido en mi vida. Nunca he conocido a una mujer más buena. Cambió mi vida.”
Ingrid Bergman |
Sidney Lumet, director de Ingrid en Asesinato en el Orient Express: “Le ofrecí el papel de la princesa Dragomiroff. Pero le gustó Greta Ohlsson, la vieja misionera sueca. Ingrid me dijo que quedaría sorprendido. Que podía tener un acento sueco realmente convincente. Intenté hacerla cambiar de opinión para que cogiera un papel más importante. Pero no le interesó. Era encantadoramente obstinada. En la película tenía que hablar durante casi cinco minutos seguidos. Muchas actrices habrían tenido dudas acerca de eso. Pero ella le sacó el máximo partido y cubrió toda la gama de emociones. Aunque había sido una gran belleza de la pantalla, nunca hizo un esfuerzo por se más sofisticada. En su lugar muchas actrices habrían pedido una iluminación o maquillaje espaciales o determinados ángulos de cámara para camuflar la edad; pero ella no.”
Michel York, actor de Asesinato en el Orient Express: “Por lo general, las actrices están en la sala de maquillaje para ponerse guapas, pero Ingrid iba allí para lo contrario. Las otras iban a embellecerse; ella parta desembellecerse. Ingrid estaba allí para que le quitaran la luminosidad.”
Liza Minnelli, compañera de Ingrid en Nina, recordaba: “Yo admiraba a Ingrid Bergman como actriz y esperaba aprender algo trabajando con ella. Para mi padre, ella era sensacional”
Ingrid y Liv en "Sonata de otoño" |
Liv Ullmann, compañera de Ingrid en Sonata de Otoño: “Aprecié y quise de veras a Ingrid Bergman. De ella aprendí mucho sobre interpretación, pero más sobre ser mujer. Me sentaba en el estudio y la observaba, muy orgullosa de ser mujer. Al principio no sabíamos que tenía cáncer, que estaba muy enferma. Nunca hablaba de esto con nadie. Era la primera en llegar a maquillaje. Por la noche, era prácticamente la última en abandonar el estudio. Cada noche, después del rodaje, ella y algunas chicas nos sentábamos juntas un rato. Tomábamos una copa, reíamos y hablábamos de lo ocurrido durante el día. Ni una palabra acerca de su desgracia. Recuerdo incluso un día en el que Ingmar (director de Sonata de Otoño) le pidió que se tendiera en el suelo y hablara de su pasado. Y ella se tendió con los brazos detrás de la cabeza. Más adelante supe que después de una operación como la que le habían hecho a ella, en los brazos y los pechos, no puedes hacer esto. Pues Ingrid sí lo hizo.
Una noche nos contó a mí y a las chicas de maquillaje lo que le había pasado y cómo se sentía. Dijo que seguiría adelante, que llevaría una vida activa y digna, y tan larga como fuera posible.
Recuerdo cuando hablaba de la época en la que abandonó EE.UU y no pudo ver a su hija, y de cómo la atacaron en el Senado y no pudo regresar a América. Ella contaba la historia riendo. Todo lo que pasó, la historia completa tuvo que se tremendo para ella, perder a su hija Pía, no poder comunicarse con ella porque el padre no lo permitía e Ingrid no podía volver a EE.UU. Una situación horrorosa. Pero no dijo ni una vez “Pobre de mí”.
Era una persona orgullosa de veras, cuando después de años apareció en escena en la ceremonia de la Academia, la gente se puso en pie y aplaudió y aplaudió, pero ella se quedó ahí sin más. No se inclinó, no hizo nada. Lo aceptó, pero no cedió ni dijo: “Gracias, gracias por haber aceptado que volviera”.”
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