La homosexualidad de Cary Grant fue siempre un secreto a voces en Hollywood hasta su muerte, en 1986; un motivo por el que las grandes productoras de los años dorados del cine podían romper sus contratos (los tres millones que cobraba por película le convertían en el actor mejor pagado de los 60) y un pecado que ni la industria ni la sociedad estaban dispuestos a dejarle pasar al sumo galán de la gran pantalla. De ahí sus cinco bodas que daban cuenta de sus múltiples aventuras pasionales. Tan de ficción como sus filmes. Puro montaje. Excepto uno.
Soctt y Grant |
Ese en el que Grant mostraba cómo era su vida junto al también actor Randolph Scott en la mansión que ambos compartían en Malibú. Lo publicó Ben Maddox en 1933 en Modern Screen, una revista célebre por adentrarse en la intimidad de los mitos del celuloide. También gay, el periodista describe la vida doméstica de la (oficialmente) pareja de amigos ilustrada por una veintena de fotos en las que ambos cocinan, se dan un baño en su piscina, tocan juntos el piano, leen en su salón, juegan al backgammon...
Situaciones, poses y miradas que confirmaban la relación (conocida, en el fondo, por todo el mundillo) de Grant y Scott, surgida un año antes, en el set de la película Sábado de juerga (de William A. Seiter). En 1934, los estudios Paramount obligaron a Grant a casarse con Virginia Cherril con el fin de acallar las voces sobre su homosexualidad. El matrimonio duró sólo 13 meses. Tras el divorcio, el actor volvió con Randolph Scott, al que muchos consideran la única persona a la que Grant quiso realmente. En 1940 rompieron su relación, presionados por los estudios de cine. Pero nunca dejaron de verse. Ni de amarse.
De hecho, el maître del antiguo hotel Beverly Hillcrest desveló en una biografía del actor que vio en varias ocasiones a la pareja de actores en la parte de atrás del restaurante del hotel, casi escondidos, sentados, cogidos de las manos.
Fuente: El Mundo
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