Fue una emigrante canaria más entre los miles que abandonaron las islas a finales del siglo XIX y principios del XX y también una estrella de Hollywood. Con el centenario de su nacimiento, se recuerda estos días la memoria de Maria Montez (1912-1951), la gran diva dominicana a quien el Hollywood dorado convirtió en Reina del Technicolor, con una retrospectiva que explora sus años de éxito y los humildes orígenes de su familia en Villa de Garafía, un pequeño municipio al norte de La Palma.
Allí nació su padre, Isidoro Gracia, que a finales del siglo XIX emigró a Cuba acuciado por la necesidad y más tarde a República Dominicana. Superadas las adversidades, se convirtió en diplomático. La suya fue "una historia fue muy canaria", sintetiza la consejera insular de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo de La Palma, María Victoria Hernández. "Pese a abandonar las islas y conocer el éxito al otro lado del charco, nunca perdió los lazos que le unían con Canarias".
Gracia conoció allí a la que sería madre de Montez, Regla Vidal, con quien tuvo diez hijos y vivió casi veinte años "en concubinato" antes de casarse. El de los Gracia era un hogar acomodado y cosmopolita "donde la educación era la prioridad", explica Hernández. La pequeña María Montez, por aquel entonces María África Gracia, aprendió inglés siendo niña y completó su formación en un convento de Las Palmas, donde su padre la envió para que conociera sus orígenes.
A su regreso, una jovencísima Montez se casó con el que muchos consideran este misterioso galán. William McFeeters, un banquero de Irlanda representante del First National City Bank of New York en Barahona, animó la joven a que emprendiera una carrera en el mundo del cine y la escena. Gracias a él conoció y admiró la figura de Lola Montez, bailarina y cortesana de origen irlandés de quien tomaría prestado su apellido artístico. También se mudó con él a Nueva York a finales de 1930, aunque se divorciaron poco después.
La joven actriz emprendió la aventura hollywoodiense igual que su padre emprendió años antes la de los indianos en América. "Era una mujer despierta", explica Hernández. "Si sabía dónde comía un productor, se presentaba allí para hacerse la encontradiza. También explotaba mucho su imagen de mujer impulsiva y ardiente. Se jactaba de ir sin sujetador por Beverly Hills y en cierta ocasión quemó un sombrero en público. Los periodistas acabaron acudiendo a ella cuando no tenían noticias, sólo para ver qué decía, con la esperanza de que fuera escandaloso".
Tras algunos trabajos como modelo, Montez aceptó debutar en 1941 en una película de serie B, Boss of Bullion City, que la lanzaría al estrellato. La mujer fatal fue coronada pronto como la Reina del Technicolor gracias a una serie de títulos que protagonizó junto a Jon Hall durante la década de 1940, en particular Las mil y una noches, La salvaje blanca y Alí Babá y los Cuarenta Ladrones.
"Eran fantasías coloristas y escapistas concebidas por Universal para distraer a la gente y entretenerla durante las penurias de la Segunda Guerra Mundial", señala Aarón Benchetrit, comisario de la exposición sobre Montez. "Fue su edad de oro, el verdadero reinado de la actriz".
María Montez |
Después de la guerra tuvo a su única hija, María Cristina Tina Aumont, con el actor francés Jean-Pierre Aumont. Con él se mudó a Suresnes, cerca de París, donde murió prematuramente años después, en 1951, a los 39 años. La Reina del Technicolor fue encontrada en la bañera, víctima en apariencia de un ataque al corazón. "Estaba a punto de protagonizar La Maja de Goya, una película de Cesáreo González", explica Benchetrit. "Su último sueño por cumplir era rodar en España".
El material que se muestra en Maria Montez: De La Palma a Hollywood, impulsada por el Cabildo de la isla, procede de la colección personal de Antonio Pérez Arnay, escritor y periodista fallecido en enero de este año que escribió junto a Terenci Moix el libro Maria Montez. La reina del Technicolor. "Fue él quien estableció el año de nacimiento de la actriz en 1912", explica María Victoria Hernández.
Hernández reivindica el carácter humilde de esta mujer, ilustrado por algunos de los documentos que se exponen en Garafía. "Tenemos cartas personales enviadas por Maria Montez a la isla de La Palma donde se muestra como la mujer sencilla que era en su vida privada", cuenta.
En una de seis folios "dedica media página a hablar de su fastuosa vida en Hollywood y las restantes a interesarse por la familia, preguntar por sus primos en la Península y por su tía Laurencia, que estaba enferma". También quería que sus hermanos y sobrinos estudiasen en España. "Se sentía la matriarca de su familia y se preocupaba por ella aunque estuviera lejos", sostiene.
fuente: http://www.elconfidencial.com
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