Se daba por perdida. Se pensaba que había sido destruida en un cuarto de montaje con el resto del celuloide descartado. Y al final estaba en una lata dentro de un despacho cerrado. No era una leyenda: Marilyn Monroe rodó en 1961 una secuencia con desnudo para Vidas rebeldes (The Misfits), la película de John Huston que supuso la última aparición de la actriz en la gran pantalla, antes de morir, a los 36 años, el 5 de agosto de 1962.
De aquella secuencia existía testimonio gráfico, material de fotofija, en el que se veía a Monroe cubierta solo con una sábana ante Clark Gable en una cama. Los testigos aseguraban que la acción proseguía con ella dejando caer la tela. Ahora el escritor Charles Castillo, que ha estado investigando en la vida de la estrella para su libro Marilyn Monroe: The Private Life of a Public Icon (St. Martin’s Press), asegura haber encontrado esa secuencia, que Huston descartó porque pensó que era innecesaria para la historia. Castillo entrevistó a Curtice Taylor, hijo de Frank Taylor, el productor de Vidas rebeldes, fallecido en 1999, y él le dio acceso al despacho de su padre, que había permanecido clausurado desde su muerte. Según su vástago, Frank Taylor pensó que aquel material era lo suficientemente importante como para conservarlo. Castillo, en las entrevistas de promoción del libro que se pone a la venta mañana martes, ha comentado que Curtice Taylor no ha decidido qué hacer con el metraje encontrado. Si la secuencia se hubiera mantenido en el montaje definitivo, habría sido el primer desnudo de una estrella estadounidense en una película sonora de una major, los estudios de Hollywood.
Vidas rebeldes es, además, un western muy especial, empezando porque fue la última película que rodaron dos de sus protagonistas: Monroe y Clark Gable, que falleció 10 días después de acabar el rodaje de un infarto de miocardio. El drama, que describe la pugna de tres vaqueros por llamar la atención de una bella mujer, fue filmado en el desierto de Nevada y el rodaje se convirtió en una olla de sufrimiento burbujeante. Gable estaba gravemente enfermo; Monroe atravesaba una de sus legendarias etapas de autodestrucción, sumida en alcohol y medicamentos, mientras se hundía su matrimonio con el dramaturgo Arthur Miller, que había escrito el guion, y el otro actor principal, Montgomery Clift, malvivía enganchado a las drogas con las que intentaba apaciguar el dolor que nacía de su rostro, destrozado años antes en un accidente de tráfico. Tras Vidas rebeldes, Clift solo aparecería en tres películas más. Y sin embargo John Huston supo coger todo ese pesar y convertirlo en un canto a la melancolía, gracias a la mirada nueva de esa chica que viaja a Reno para divorciarse y acaba conociendo a un grupo de vaqueros, cazadores furtivos de caballos salvajes. De todo aquello levantó testimonio la agencia Magnum, que envió hasta nueve fotógrafos -entre ellos, Henri Cartier Bresson, Elliot Erwitt, Dennis Stock o Inge Morath, que acabaría casándose con Miller- para obtener unas 200 imágenes tan bellas como descorazonadoras.
Gable llegó a ver un primer montaje antes de morir: el actor, de 59 años, sabía que le quedaba poco tiempo, tras haber fumado cuatro paquetes diarios de cigarrillos los últimos treinta años de su vida. Según Miller, Gable salió de la proyección feliz de su trabajo, considerándolo el mejor de su vida. Y después de su muerte, Huston, Miller y Taylor intentaron adelantar la fecha de estreno, prevista para el 1 de febrero de 1961, en el que hubiera sido el 60º cumpleaños de Gable, para llegar a entrar en los Oscar. No lo lograron por problemas de doblaje de sonido y porque al compositor Alex North no le dio tiempo a finalizar la música: le enseñaron un montaje muy tarde.
El guion de Miller se basaba en un relato corto que el dramaturgo había escrito en Reno esperando los papeles de su primer divorcio para casarse con Monroe. Y aquel guion supuso el final de su segundo matrimonio. La última obra del escritor, Finishing the Picture (2004), describía aquel rodaje. Aquella película que tanto odió Monroe también traía funestos recuerdos a Montgomery Clift. Una noche de julio de 1966 la programaron en una cadena de televisión. Su secretario y amante, Lorenzo James, le preguntó si quería verla. Según James, el actor respondió: "De ningún modo". Y esas probablemente fueron sus últimas palabras. Al día siguiente apareció muerto.
Como le decía el personaje de Gable al de Monroe: "Cariño, todos nos iremos en algún momento, con razón o sin ella. Morir es tan natural como vivir. El hombre que tiene miedo a morir tiene miedo a vivir". De todos ellos queda el eco que ilumina la pantalla en Vidas rebeldes.
Fuente: El País
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