Hoy se cumplen 25 años de la desaparición de Ava Gardner, que nació el día de Nochebuena de 1922 en una pequeña comunidad de plantadores de tabaco en Carolina del Norte. La más pequeña de siete hermanos, hija de un granjero irlandés alcohólico y una baptista escocesa, solo dijo de su niñez que en aquella época “Lo único que deseaba era estar muerta”. En 1940, cuando Ava salió por primera vez de su aldea para visitar a su hermana mayor en Nueva York, su vida cambió para siempre gracias a unas fotografías tomadas por su cuñado y enviadas a las Metro Goldwyn Mayer.
Los fotogramas de sus películas evocan recuerdos esparcidos por los cinco continentes. Desde su primer gran éxito, Mundo opuestos, ambientada en Nueva York, no dejó de viajar a través de sus papeles. Después llegaría Pandora y el holandés errante que convirtió a España en un destino frecuente en sus películas y en su vida.
Con Magnolia, alcanzó su debut en el musical mientras recorría el Mississipi. Luego viajaría al Reino de Camelot con Los caballeros del Rey Arturo recreado en escenarios ingleses, y se convertiría en una aristócrata en Italia en La condesa descalza. Viajó por Pakistán (Cruce de destinos), las islas del Pacífico y México (La noche de la iguana), y nos trasladó hasta el exotismo de China (55 días en Pekín) o su periplo por África con Mogambo, una película que rodó junto a Clark Gable, y con la que encontró el reconocimiento de la industria cinematográfica que tanto buscaba gracias a la nominación al Oscar de la Academia como mejor actriz.
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