La relación entre la rubia y Kennedy, el hombre perfecto, nunca fue completamente reconocida de forma oficial en EEUU hasta cuatro décadas después de la muerte de ambos. La admisión de que ellos habían tenido una larga relación añadió un toque de suspense al final de la vida de Marilyn. En la mitología popular es difícil imaginar que una rubia tonta se suicide a los 36 años con una indigestión de Nembutal. Más aun si hay un lío de cuernos con la Casa Blanca, y tal vez también con el Departamento de Justicia. Porque ella podría haber tenido otra relación con el fiscal general de EEUU, que es el cargo que equivale en este país al de ministro de Justicia en España: Robert Kennedy. Que, encima, era el hermano y mano derecha política del presidente.
Jack, Marilyn, Bobby |
El triángulo Jack-Bobby-Marilyn nunca ha sido muy bien explicado a pesar de que los asesores del entonces presidente hablaban de Los Ángeles como el Ala Oeste de la Casa Blanca en referencia a la lista interminable de líos sexuales del presidente (Hollywood, se encuentra en el Oeste de EEUU). Ahora, el libro Marilyn Monroe: A case for Murder de los periodistas Richard Buskin y Jay Margolis, que se pone a la venta el martes 3 de junio, da un paso más en esa relación, y afirma que Bobby dio orden explícita de asesinar a Marilyn cuando ésta le amenazó con convocar una rueda de prensa y divulgar urbi et orbe su relación con él y con su hermano.
«Bobby, con la ayuda de su cuñado, el actor Peter Lawford, ordenó al psiquiatra de Marilyn, Ralph Greenson, administrarle una inyección letal antes de orquestar un plan para hacer creer que había sido un suicidio», ha explicado Buskin a Crónica. Greenson era un psiquiatra, y sus conocimientos acerca de cómo poner una inyección parecen haber sido muy limitados. Así que, según Buskin y Margolis, que citan a los miembros del Servicio de Urgencias de Los Ángeles, la inyección fue una carnicería en la que el psiquiatra partió una costilla de la actriz para poder llegar al corazón de Marilyn con la aguja.
La razón por la que, según Buskin y Margolis, el fiscal general de EEUU decidió asesinar a Monroe es fundamentalmente política. En el verano de 1962, Jack envió a Bobby a hablar con Marilyn para que ésta dejara de darle la tabarra. Aparentemente, el presidente había tenido suficiente sexo con la actriz y estaba cansado de que ella le llamara a la Casa Blanca. De hecho, según relata Christopher Andersen en su libro These Few Precious Days, publicado el año pasado, la actriz había llegado al extremo de llamar a Jackie, la primera dama de EEUU, para desvelarle que su marido la estaba engañando con ella.
Tener a Marilyn -depresiva, adicta al alcohol, a los somníferos y a los tranquilizantes- descontrolada era un peligro para los Kennedy. Así que Bobby viajó al Ala Oeste de la Casa Blanca y se reunió con Marilyn en la casa del cuñado del actor -vinculado a la mafia de Las Vegas- Peter Lawford. El fiscal general iba a controlar a la actriz. Según Buskin y Margolis, tras dos días de conversación, acabaron en el mismo sitio que muchos de los que trataron a Marilyn (incluyendo a Greenson): en la cama. Y la actriz repitió el mismo esquema que con Jack. Empezó a llamar de forma obsesiva a Bobby al Departamento de Justicia. Fue entonces cuando los hermanos decidieron que debían tomar cartas en el asunto.
De acuerdo con el relato de Marilyn Monroe. A case for Murder, el 4 de agosto de 1962, Bobby se planta en la casa de la actriz. No está solo. Le acompañan Lawford y varios miembros del llamado Escuadrón de Gángsters de la Policía de Los Angeles, un grupo irregular formado por mafiosos que opera como una especie de fuerza parapolicial en la ciudad para mantener bajo control el crimen organizado. Dadas las buenas relaciones que los Kennedy -incluyendo a Lawford y a los amigos de éste, como Sinatra- habían tenido con algunas destacadas familias mafiosas, es probable que el fiscal general pudiera tener apoyos en ese grupo.
Lo que sucedió entonces es más bien de película de terror. Bobby exigió a Marilyn que dejara en paz a los Kennedy. Ella respondió con un ataque de histeria y atacando al fiscal general con un cuchillo. Fue entonces cuando Bobby ordenó a sus acompañantes que le inyectaran Nembutal y que llamaran al psiquiatra de la actriz, Ralph Greenson, un atrabiliario personaje entre cuyos pacientes estaban Tony Curtis, Vivien Leigh y Frank Sinatra, «para que se ocupara de ella».
La inyección de Nembutal no había sido suficiente para calmar a una sobreexcitada Marilyn, que seguía amenazando con dar a conocer sus relaciones con los Kennedy, así que Bobby hizo que los miembros del Escuadrón de Gángsters recurrieran a un método más expeditivo: triturar varias docenas de pastillas de Nembutal, desnudar por la fuerza a la actriz e introducírselas por el ano. Eso podría explicar los signos de enema en su cadáver descubiertos en la autopsia. Para entonces, el problema había alcanzado tal magnitud que era virtualmente imposible que Bobby pudiera confiar en que ella fuera a olvidar el salvaje incidente.
También habían llegado los servicios de Urgencias de Los Angeles. El enfermero James Hall trató de reanimarla. Cuando ésta estaba empezando a dar signos de recuperar la consciencia, llegó Greenson y Bobby le ordenó detenerse. Según Hall, Greenson abrió su maletín y sacó de él una jeringuilla con una aguja de unos 30 cm. Entonces, «extrajo un líquido de una botella que tenía una tapa de goma y llenó la jeringuilla. Tanteó por entre las costillas como un aficionado. Entonces empujó la jeringuilla en el pecho de ella. Pero no lo hizo bien. Quedó clavada en el hueso, en una costilla. En vez de intentarlo de nuevo, empujó, con su cara en tensión por el esfuerzo físico de empujar. Empujó muy fuerte hasta que la aguja traspasó la costilla, con un chasquido cuando se rompió el hueso».
La teoría de Buskin y Margolis trata de explicar por qué la autopsia no descubrió signos de barbitúricos en el aparato digestivo de Monroe, pero sí en su sangre, además de los signos de enema antes mencionados, aunque no ofrece una razón por la que la herida en la costilla no fuera detectada en el análisis post mortem. Lo que sí ofrece, con su brutal descripción de la sórdida pelea y de los abusos a los que fue sometida la actriz antes de morir, es una justificación a una mancha, posiblemente de sangre, en la pared de la habitación en la que apareció el cadáver de Monroe, y que fue convenientemente borrada de las fotografías que se hicieron públicas.
Igualmente, aporta luz -aunque no demasiada- a las crípticas declaraciones del ama de llaves de Monroe, Eunice Miller, en 1985, cuando dijo a la BBC, en un momento en el que creía que sus palabras no estaban siendo grabadas, que llevaba mintiendo sobre la muerte de la actriz más de dos décadas. Según Miller, cuando llegaron los servicios de urgencias a la casa de Monroe, ésta estaba viva, lo que contradice flagrantemente la versión oficial. Una versión oficial que, en realidad, no es tal. En 2007, un informe del FBI, firmado por el gobernador de California cuando Monroe murió, Pat Brown, declaraba que la actriz tenía propensión a llevar a cabo falsos intentos de suicidio. Pero que aquel 4 de agosto, Bobby, Miller y Greenson la animaron a hacerlo. No es una versión tan dura como la de A case for murder. Pero es, a falta de otra mejor, la oficial.
Cinco décadas después de la muerte de Marilyn, prácticamente todos los protagonistas han fallecido. Lo único que queda es su mito, que los ha sobrevivido. Acaso porque, como explica Buskin, «el atractivo de Marilyn es eterno. Las mujeres la admiran y los hombres fantasean con haber sido capaces de salvarla».
Fuente: El Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario