Carmen Sevilla ha cumplido 83 años y lo ha celebrado en silencio, en la más rigurosa intimidad. La última vez que festejó en público su aniversario, estaba enfundada en un espectacular vestido rosa, recibía a sus invitados a la puerta de un restaurante de Madrid con los brazos abiertos y su sempiterna sonrisa. Era el 15 de octubre de 2010. Estaba radiante.
El 14 de diciembre de ese año, grabó el que sería su último programa de Cine de Barrio. Y un mes más tarde, el 18 de enero de 2011, se despedía, rota de dolor y abrazando el ataúd, de quien fue su primer marido y el gran amor de su vida, Augusto Algueró. Desde entonces, poco se la ha visto en público, en algún que otro paseo por la calle o saludando desde la ventana de su casa madrileña.
El Alzheimer está siendo implacable con ella. Carmen solía repetir «mi gran ilusión es volver a trabajar». Y si no fuera por su enfermedad, aseguran en su entorno que Carmen seguiría en activo. Disfrutaba tanto, que cuando finalizaron sus años de retiro junto a su segundo marido, Vicente Patuel, comentó en más de una ocasión: «Me siento viva. Trabajar en televisión me ha devuelto la ilusión por mi profesión». Hasta sus últimos momentos, Vicente le pidió en múltiples ocasiones que lo dejara y que dedicara todo su tiempo a él.
Hace ya tres años que desapareció de la pequeña pantalla. Y es que en un corto espacio de tiempo todo había cambiado. Sus fallos de memoria o de concentración, que tanta gracia hacían a la audiencia y que tanto juego daban, se habían acentuado y lo que parecían «despistes» se convirtieron en algo más grave.
La realidad es que hoy Carmen tiene muchos momentos de olvido y algunos de lucidez. Tan pronto no reconoce a quienes la rodean o con quienes habla por teléfono, como vuelve a ser la mujer alegre y visceral de siempre. Según personas muy cercanas, su estado de ánimo es muy variable. «Es una pena, no reconoce a la gente, salvo en muy raras ocasiones -cuentan-. Es incapaz de mantener una conversación. Cuando parece estar interesada en algún asunto, se queda en silencio y quiere irse, cosa que ella jamás hubiera hecho en el pasado. Es triste, pero es algo que nos puede pasar a todos. Hay días que se levanta muy contenta, aunque a medida que van transcurriendo las horas se va apagando».
Un amigo íntimo de la artista asegura: «Hablé por teléfono con ella hace veinte días. Naturalmente, no era la Carmen de siempre, pero estuvo encantadora, como siempre, recordando vivencias juntos. Sin embargo, en otros momentos no te reconoce». Hasta tal punto le ocurre, que un día preguntó al servicio quién era el señor que estaba en su casa. Se trataba de su hijo Augusto. «Eso sí, en ningún momento ha olvidado quién es ella: Carmen Sevilla».
Inhabilitada para administrar su gran fortuna, dado que no dispone de facultades para manejarla, se encuentra permanentemente acompañada por el propio Augusto y su hermano Pepe García Galisteo, quien tiene fijada su residencia en Málaga, pero que pasa largas temporadas a su lado, en el piso de la calle Rosales.
Fuente: ABC.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario