«Creo que ella eligió morir el mismo día que había nacido; hay una especie de simetría en ello, es algo que le gustaba. Y es apropiado, fue como cerrar el círculo de su vida». Son palabras de Pia Lindstrom, la hija mayor de Ingrid Bergman, que hoy, 29 de agosto, hubiera cumplido 101 años. La actriz sueca, uno de los grandes mitos de la época dorada de Hollywood, todavía es recordada hoy en todo el mundo.
Isabella Rossellini, la más popular de sus hijas, ha dicho de ella que «gustaba a las mujeres porque veían en ella su misma naturalidad». Su hermano Roberto la ha definido así: «Fue una mujer libre, independiente, valiente y muy moderna. Rendirle homenaje a ella es rendírselo a todas las mujeres».
Son dos testimonios cercanos e íntimos sobre una mujer que se alejaba del canon de las grandes estrellas de Hollywood, que ofrecía a las cámaras la serenidad de su mirada y la sencillez de su gesto; de una actriz que enamoró a directores como Alfred Hitchcock —con el que trabajó en tres ocasiones—, Víctor Fleming, Stanley Donen o Michael Curtiz; que rodó en cinco idiomas (sueco, alemán, inglés, italiano y francés) y que obtuvo tres Oscar, por Luz que agoniza (1974), Anastasia (1956) y Asesinato en el Oriente Express (1974). Según el American Film Institute, es la cuarta estrella de Hollywood más importante, solo por detrás de Katharine Hepburn, Bette Davis y Audrey Hepburn.
Ingrid Bergman tenía una sonrisa tibia y una mirada transparente, a la que se asomaba con frecuencia la melancolía. Tal vez eran las huellas de su infancia: perdió a su madre cuando apenas tenía dos años y a su padre una década después. Siempre quiso ser actriz. Tras una docena de películas en Suecia el productor David O. Selznick la llevó a Estados Unidos en 1939 para una nueva versión de Intermezzo. Y solo tres años más tarde, llegó Casablanca. la historia de amor imposible con Humphrey Bogart -«siempre nos quedará París»- hizo que Ingrid Bergman se convirtiera en una estrella.
Su carrera tomaría un nuevo giro en 1949. Fascinada por el cine de Roberto Rossellini, le escribió diciéndole cuánto le gustaría trabajar con él. Lo hicieron en la película Stromboli... Y se enamoraron. La actriz quedó embarazada, y Hollywood la repudió -Ingrid Bergman ya estaba casada con un médico sueco-; el asunto se trató incluso en el Senado de Estados Unidos, que la calificó como «una influencia poderosamente maligna». «La gente veía en mí a Juana de Arco y me convirtió en una santa. No lo soy, solo soy una mujer, otro ser humano», declaró.
Tras siete años de matrimonio llegó el tercer cambio en su vida. La actriz sueca retomó su carrera en Estados Unidos, donde el escándalo que la obligó a emigrar se había ido diluyendo. Alternó el cine con el teatro, Hollywood con Europa, y se casó por tercera vez. Su último papel fue el de la histórica líder israelí Golda Meir, por el que ganó su segundo Emmy, ya a título póstumo. Un cáncer de mama terminó con su vida en Londres el 29 de agosto de 1982, justamente 67 años después de su nacimiento.
Fuente: ABC.es
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