I. Bergman |
Un día como hoy hace 30 años, en una fiesta casi privada, en el teatro de La Fenice, se celebró la semana y media de proyecciones, exposiciones y actos culturales de todo tipo que componen la Mostra de Venecia. En ella las gentes del mundo del celuloide y de la alta sociedad rindieron homenaje a Ingrid Bergman. La apertura dio paso a las sucesivas exhibiciones de filmes, mientras calles y canales se llenaron de viejos y nuevo personajes, directores y actores, y un fulgor anualmente renovado en los reflejos tan cinematográficos de las aguas.
Seguramente, por primera vez en su historia, subió al escenario del teatro La Fenice un presidente de los Estados Unidos. Claro que se trataba de un viejo actor y el motivo de que su imagen apareciera en la pantalla hablándole directamente al público era, a un mismo tiempo, sentimental y benéfico. Ronald Reagan recordaba a Ingrid Bergman, homenajeada por la ciudad de Venecia, y lo hacía bajo el patrocinio de la Cruz Roja. El acto consistió en una serie de parlamentos acompañados de proyecciones en las que era protagonista la actriz sueca. El director de todo el espectáculo era Giuliano Montaldo, el hombre de Sacco e Vanzetti, prototipo del cineasta italiano de izquierdas y politizado.
Ingrid Bergman |
Como todos los actos de beneficiencia de lujo, el de La Fenice contó con la asistencia de un brillante público internacional, mescolanza de jet-set y profesionales de la escena. Gregory Peck y Charlton Heston eran la encarnación de los galanes de otra época, de la misma manera que Olivia de Havilland y Claudette Colbert simbolizaban las rivales de Ingrid Bergman en la época dorada del star-system. Para evitar que el teatro adquiriera connotaciones de asilo geriátrico fueron también Liza Minnelli y Dodley Moore, que se entremezclaban con Paloma Picaso y el príncipe Alberto de Mónaco. Walter Matthau, Roger Moore y Audrey Hepburn eran los representantes de la generación intermedia.
El homenaje de Ingrid Bergman acabó con el estreno mundial del primer capítulo de la biografía de Golda Meir. Fue el último trabajo cinematográfico de la actriz, ya muy enferma pero satisfecha de trabajar aún. Ninguna compañía aceptó asegurarla, ya que era de dominio público que su vida estaba acabándose, pero eso no impidió que cumpliera un plan de rodaje durísimo y hoy estén disponibles las cuatro horas de imágenes con las que se pretende ensalzar a la estadista israelí.
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