abril 2014

miércoles, 30 de abril de 2014

40 años sin Agnes Moorehead

Ayer, 30 de abril, se cumplieron 40 años de la muerte de ésta gran actrizrecordada por su papel como Endora en la serie televisiva Hechizada (1965-1972).


Anges Robertson Moorehead fue una actriz de radio, cine y televisión estadounidense nacida el 6 de diciembre de 1900 en Clinton, Massachusets. Hija de un clérigo presbiteriano y una cantante, sería conocida en la industria y los escenarios por su costumbre de asistir al set con el guión en una mano y la Biblia en la otra.



Al igual que en el caso de muchos otros actores, su padre no apoyaba sus intenciones de dedicarse al cine; aunque ante el convencimiento de Moorehead, terminó por claudicar con una condición: que cursara unos estudios "normales". Moorehead se lo tomó al pie de la letra. Y es que además de obtener la licenciatura en biología en 1923, realizó un doctorado en literatura, la especialización en inglés y oratoria, un posgrado en la Academia Americana de Arte Dramático y un doctorado en la Universidad de Bradley.



Sus comienzos en Hollywood, sin embargo, serían duros para Moorehead. Tanto que llegó a pasar cuatro días sin llevarse nada a la boca, aprendiendo "lo que vale cada dólar", según sus propias palabras. Ante sus sucesivos fracasos en los casting, Agnes se refugió en la radio; donde aprendió a modular la voz como nadie.

Tras conocerse en 1937, Orson Welles cambiaría su vida. Fue el director quién le proporcionó su primera oportunidad en la pantalla en su conocida Ciudadano Kane, así como otros papeles cinematográficos en los años sucesivos.

Durante 30 años de vida profesional, compaginó su trabajo en más de 70 películas con apariciones en radio y televisión y se especializó en interpretar roles de lo más variado, destacando tanto en la comida como en el drama. A pesar de su larga trayectoria en la escena, sería su papel como Endora en la serie Bewitched el que le otorgaría el reconocimiento definitivo del público, y eso que ella estuvo a punto de rechazarlo al no creer en el proyecto.

Entre otros reconocimientos a su valía, Moorehead recogió un Premio Emmy y dos Globos de Oro a mejor artista. Asimismo, hasta en cuatro ocasiones fue nominada al Oscar a mejor actriz de reparto.


Agnes Moorehead falleció por cáncer el 30 de abril de 1974, en Rochester, Minnesota. De igual modo lo hicieron otros 46 compañeros que estuvieron junto a ella The Conqueror (la película maldita), película rodada cerca de una zona de ensayos radioactivos de Utah. Legó la mayoría de sus bienes a la Universidad.

domingo, 27 de abril de 2014

Bajo la máscara del placer: Greta conoce a Marlene

Greta Lovisa Gustafson era una niña muy introvertida y observadora, siempre escudriñándolo todo con sus enormes ojos azules. Tal vez esta misma afición se convirtiera, a la postre, en una de las potenciales fuentes de su talento. Muy pronto la joven y solitaria Greta empezó a llamar la atención por su extraordinaria belleza, lo que la llevó a destacar en la industria publicitaria y más adelante en lo que sería el inicio de su carrera en el cine.


Una de sus primeras películas fue Bajo la máscara del placer (1925), una producción alemana del mismísimo Georg Wilhem Pabst. Parece ser que Pabst se había prendado del rostro de la Garbo al ver uno de los pequeños proyectos en los que la joven debutó, y se la llevó a Alemania desde su Suecia natal para ofrecerle nada menos que un papel protagonista en su nueva película. Garbo apenas tenía diecinueve años y estaba a punto de conocer a la que se convertiría en el gran amor y al mismo tiempo la gran decepción de su vida.

Garbo daba mucho valor a la confianza: hubo pocas personas en el trascurso su vida que realmente la conocieron, ya que era una mujer reservada y muy selectiva a la hora de escoger a sus amigos. También, y pese a toda apariencia, se sospecha que poseía un romanticismo apasionado, pues estaba convencida de poder depositar todo su afecto en una sola persona que por descontado debía merecerlo. Sí, algo muy parecido al concepto de “príncipe azul” pero llevado a las últimas consecuencias, ya que verdaderamente no creía en el ensayo y error.

Así, y durante el rodaje de aquella película, la joven Garbo conoció a la que debería haber sido el gran amor de su vida: otra actriz, algo mayor que ella, que se llamaba Marlene y que disponía de un pequeño papel de extra en la misma cinta. La historia de su primer encuentro está a la altura del mito que más adelante llegaron a proyectar: al parecer debían rodar en medio de una escena muy concurrida, y el personaje de Greta Garbo tenía que desfallecer, inconsciente, en los brazos de Marlene Dietrich. Durante todos sus años de Hollywood  la Dietrich negó haber participado en esa película, aunque lo cierto es que sí apareció y dicha escena ha quedado para la posteridad, tal vez como el prometedor inicio de una historia finalmente frustrada. Presionada en varias ocasiones en contar su participación en la película, Marlene confesó que lo había hecho como extra, aunque en otras ocasiones lo negaba. En realidad, según los críticos cinematográficos, junto a Greta aparece Hertha von Walther, actriz alemana de la época, que erróneamente se confunde con Marlene. Según otras versiones Marlene aparecería simplemente como extra junto a Asta Nielsen y Garbo en una escena de conjunto.

Pero no adelantemos acontecimientos, porque durante el rodaje de Bajo la máscara del placer ambas actrices se convirtieron, contra todo pronóstico, en inseparables: Marlene se erigió en la anfitriona y confidente de Greta, llevándola por todos los locales berlineses de moda y haciendo alarde de una desinhibición que sin duda debió descolocar a la tímida Garbo. No es ningún misterio la variedad de amantes que Marlene Dietrich atesoró durante toda su vida: parece que era bastante desvergonzada y muy visceral, lo que sin duda debió cegarla a la hora de admitir cualquier trascendencia en sus sentimientos hacia Greta. Esta, por el contrario, creyó haber encontrado ese ideal en el que tanta esperanza había depositado: pronto la amistad se trasformó en romance, bastante tórrido, y el romance en un vínculo por el que Greta rompió su habitual mutismo. Confió en Marlene, le contó cosas de su pasado y de sus sueños, cosas que nunca había compartido con nadie. El idilio se truncó cuando el talento de la Garbo empezó a trascender fronteras y Hollywood llamó a su puerta: entonces Marlene se dejó envenenar por la envidia hacia una carrera que parecía ser más meteórica que la suya propia, y ya nada volvió a ser como antes. Más adelante, Marlene declararía que envidiaba a Garbo, por su apariencia misteriosa (el mayor encanto que tiene una mujer): "...Garbo nunca concede entrevistas. Yo desearía hacer lo mismo".

Marlene
Varios años después, cuando las dos eran ya divas consagradas del Hollywood dorado, negaron hasta la saciedad haberse conocido antes de que Orson Welles las presentara en una de las muchas fiestas que entonces constelaban la meca del cine. De un posible encuentro con la Garbo, Dietrich respondió a un periodista checoslovaco en los 30 que le preguntó si había coincidido con ella alguna vez: "Ni una sola vez".  Al parecer ambas actrices llegaron al acuerdo, a través de un conocido común, de fingir que nada había sucedido entre ellas a riesgo de que sus carreras se vieran resentidas. Resentida parecía seguir la Dietrich, y tan desvergonzada como siempre, cuando se dedicó a criticar a la Garbo con acusaciones. Aquellas declaraciones debieron ahondar en la herida de la Garbo, que sencillamente optó por hacerle el vacío durante el resto de su existencia: jamás se pronunció sobre la Dietrich, y mucho menos se hizo eco de sus provocaciones. Toda una señora.

Cuando a Marlene se le preguntó, en una ocasión, por las continuas comparaciones que hacían de ella y Greta, respondió: "Yo era yo misma, en El angel azul, yo no era como Garbo; en Marruecos, es diferente, puede ser que me parezca un poco a ella...". En otra ocasión, Marlene dijo categóricamente: "Las películas de Garbo y mías hicieron historia".

Al contrario que esta, nunca se casó, no tuvo hijos ni tampoco romances perdurables. Sí cultivó largas relaciones epistolares, tanto con hombres como con mujeres que en varios casos habían sido sus amantes. Se retiró prematuramente del cine, tal vez consumida por la impertinencia de la fama o sobrepasada por la magnitud de su propio mito. En el caso de la Dietrich, dicho mito pareció convertirse en una droga: lo cultivó hasta sus últimos días y parece que a su amparo se ocultaba una personalidad bastante insegura, incluso solitaria. La misma personalidad que le impidió admitir una relación que lo habría cambiado todo; una relación que tal vez habría podido salvar a dos de las más míticas actrices de sus propios fantasmas.

Fuente: mirales.es, clasicmarlene.blogspot.com.es/

jueves, 24 de abril de 2014

La relación entre Marlene Dietrich y Greta Garbo

Garbo & Dietrich
En el año 2003 se publicó el libro Greta & Marlene. Safo va a Hollywood de la periodista norteamericana Diana McLellan, que bucea en los amores sáficos de los años dorados de la Meca del cine, haciendo especial hincapié en la secreta relación que mantuvieron en su día dos grandes divas, Greta Garbo y Marlene Dietrich. Ahora puede que esa relación vuelva a estar en boca de todos debido a una serie de televisión de la productora Annapurna.

«La discreción y la lealtad eran dos cualidades que Greta Lovisa Gustaffson siempre había exigido a sus amigas» decía McLellan, la traición a esta máxima por parte de Marlene fue la causa del enfado entre las dos mujeres, que trajo consigo la rotunda negación sobre cualquier tipo de relación mantenida entre Greta y Marlene, dos mujeres que coincidieron en Hollywood y siempre negaron haberse conocido.

La autora sitúa en el Berlín de 1925 el romance que mantuvieron las dos divas justo antes de que Greta se convirtiera en la Garbo y Marlene en la Dietrich. Hasta Berlín había llegado Greta procedente de Suecia y de camino a Hollywood. Greta había firmado una carta prometiendo que iría a Hollywood para trabajar en la Metro Goldwing Mayer, pero antes se fue junto a su descubridor, el director sueco Mauritz Stiller, a Berlín para rodar allí una película titulada Bajo la máscara del placer, en un momento en que la capital alemana vivía los alegres tiempos que siguieron a la I Guerra Mundial.

Marlene
Fue una bailarina de cabaret quien atrajo a Greta «al garito más salvaje del lesbianismo berlinés: el cabaret del Ratón Blanco», escribe Diana McLellan, quien añade: «pero otra mujer excitante que trabajaba en la película hizo mucho más... Era una joven madre, de pelo negro, piel blanca, una atrevida, mundana y sexualmente voraz chica de veintitrés años, feliz de poder llevar a Greta por aquel nuevo mundo de bares de gays y lesbianas». Esta mujer era Marlene. Una joven Marlene que interpretó delante de Greta un tango marcadamente sexual. «La escalofriante danza nupcial de Marlene debió subyugar a la joven sueca», apunta McLellan, quien sugiere que fue la propia Garbo la que convenció al director de Bajo la máscara del placer para que diese un pequeño papel a Dietrich en la película.

«Si así fue, se arrepentiría amargamente. Porque lo que ocurrió entonces echaría a perder el resto de su vida», señala la autora, quien presenta a Marlene como «la bisexual más ocupada y apasionada del Berlín teatral», y luego continua: «Para la sumamente tímida Garbo, a la que Marlene estaba seduciendo ya abiertamente, la discreción era la esencia del sexo».

«Durante seis décadas Marlene Dietrich y Greta Garbo pretendieron no haberse conocido nunca, ni antes, ni durante, ni después del rodaje de Bajo la máscara del placer, señala la autora quien descubrió en la película la intervención de la Dietrich, algo negado siempre por ambas. «Fue Marlene, dice la autora, quien fue «mostrando» a su conquista en los salones y «educándola en su sensualidad». Mientras tanto, Greta -apunta McLellan- «debía sentirse vertiginosa, imprudente, osada. Su trato con Hollywood estaba cerrado. ¿Por qué no divertirse, beber hasta el fondo la vorágine berlinesa y luego dejarlo todo atrás?».

Garbo
El fin del romance llegaría, a juicio de la autora, debido a la indiscreción de Marlene, unida a los celos que sentía por la que iba a ser la gran diva de Hollywood. Y así lo explica: «Treinta años más tarde, Marlene Dietrich daría una descripción de lo más íntima sobre Greta Garbo... era «grandísima allí abajo»» reveló deslealmente. Peor aún, «la sueca llevaba ropa interior sucia», pero incluso entonces, Marlene se negó a decir cómo sabía aquellos detalles. «Si en realidad cotilleó algo similar en 1925, sólo eso habría sido suficiente para establecer el odio que Garbo mantuvo hasta su muerte hacia quien la sedujo», escribe McLellan, quien sostiene que Marlene descubrió que Greta era «estrecha de mente, ignorante y provinciana... e hizo saber su opinión no sólo a ella, sino a otras personas de su círculo, junto con sus más personales y penosas informaciones».

¿Y Greta? Se sentía «traicionada por un monstruo que hablaba de sus secretos, trataba con ligereza su pasión, se burlaba de sus raíces y se reía de su sexo». Una traición que marcaría su vida futura y la negación constante de Marlene Dietrich, a la que Dietrich respondía con la negación de la Garbo

martes, 22 de abril de 2014

Kim Novak contesta a las criticas tras su aparición en los Oscar

Tras las criticas que originó su paso por los Óscar, Kim Novak ha respondido con dureza a todos los que se burlaron de su aspecto durante la ceremonia. Hay que recordar que sufrió una oleada de críticas y de burlas en las redes sociales y en los medios de comunicación por sus operaciones de cirugía estética. "Kim debería perseguir judicialmente a su cirujano estético", destacó en Twitter el magnate Donald Trump.

En una carta abierta publicada en Facebook, la actriz asegura que lamenta haber tomado medicamentos para relajarse antes de la ceremonia, lo que provocó una alteración y cierta lentitud en su comportamiento.

"Sin embargo, no me voy a callar ante los tiranos. No se puede dejar que la gente te destroce la vida. Hay que levantarse contra ellos de una manera sana, tomando la palabra y trabajando", ha manifestado. "Hablo para no para no abrigar dentro de mí ideas nocivas", ha añadido en su misiva. También ha confesado: "Hubo años en los que me alejé de Hollywood, en parte porque no podía soportar a estos pequeños tiranos. Cedí a la presión en lugar de luchar por lo que parecía correcto".



La actriz admite haber leído todas las bromas que se hicieron sobre ella, tras su paso por la reciente ceremonia de los Óscar y ha reconocido haberse sometido a inyecciones de grasa en la cara. "Me parecía menos duro que un lifting. A mi modo de ver tengo derecho a ser tan hermosa como sea posible y me siento mejor cuando estoy más bella". Dijo que se sentía muy humillada, tanto que no pudo salir de su casa tras la ola de burlas por su discurso lento, apariencia rígida y alusiones a sus cirugías, cuando presentó un premio de la Academia junto a Matthew McConaughey.

La diva comparó su recibimiento en el Festival de Cannes el año pasado con el que tuvo en los Óscar: "Allí recibí una inmensa ovación. En Hollywood, después de los Óscar, he sido perseguida en la prensa y por el público en Internet y en televisión".

Pero en la última edición de los premios, Kim Novak no fue la única vieja gloria que sufrió los dardos de la opinión pública. También Liza Minelli se convirtió en el hazmerreír de una gala que homenajeaba a su madre, Judy Garland. De hecho, hasta la propia presentadora de los Óscar se rió de su aspecto con este demoledor comentario: "Creo que es uno de los mejores imitadores de Liza Minelli que he visto nunca. Buen trabajo, señor".


Fuente: El Mundo, Emol.com

lunes, 21 de abril de 2014

Garbo y Dietrich tendrán serie de televisión

Marlene Dietrich y Greta Garbo, quienes marcaron la época dorada del cine de Hollywood, serán reencarnadas en la pequeña pantalla a través de la nueva serie de televisión que prepara la productora Annapurna Pictures. Según ha informado The Hollywood Reporter, el proyecto ya se encuentra en marcha y contará con las guionistas Angela Robinson y Alex Kondracke, escritoras de The L Word y Hung.



Garbo

Dietrich

Las primeras ideas sobre la historia de amor y desamor de Dietrich y Garbo ya están en marcha en un proyecto que será el primero importante de la compañía en televisión. La serie, que aún no tiene nombre, se encuentra en desarrollo para ser presentanda lo antes posible.

John Gilbert, Mercedes de Acosta, Tallulah Bankhead, Alla Nazimova, Barbara Stanwyck, Cary Grant y John Wayne, entre otros, también tendrán su lugar en la ficción para retratar la edad dorada del cine americano. 

Megan Ellison, actuará como directora ejecutiva y Stephen Feder supervisará el desarrollo y la producción diaria de la serie televisiva que junto a las guionistas Robinson y Kondracke harán ficción de una de las historias de amor marcada por la discreción que ambas actrices poseían.

Robinson y Kondracke, quienes son pareja en la vida en la vida real, se encuentran entusiasmadas con el proyecto. "Estamos muy emocionadas con que este proyecto encontrara sitio en Annapurna. No podíamos imaginar una mejor compañía que la de Megan Elilison y Annapurna para ayudarnos a hacer realidad esta serie".

Fuente: FórmulaTV

miércoles, 16 de abril de 2014

125 años de Chaplin

Charles Chaplin dejó su genial huella en cada uno de los planos que filmó y que protagonizó, imágenes que “siempre te dicen algo”. Su humor está ligado a la ternura y al sentimentalismo pero contiene una gran profundidad psicológica y una demoledora crítica social, tomando partido por los más desfavorecidos.

Hoy se cumplen 125 años del nacimiento de Charles Chaplin, uno de los artistas más carismáticos de la historia del cine, y TCM va a celebrar este aniversario emitiendo todos los sábados del mes de abril, y en alta definición, algunas de las mejores películas de este inolvidable cineasta. Títulos como La quimera del oro, Luces de la ciudad, Tiempos modernos, Candilejas, El chico o El gran dictador.

Charles Chaplin pasó de ser un humilde cómico de variedades a convertirse, en poco tiempo, en uno de los símbolos del nuevo arte que nació con el siglo XX. Gracias a su experiencia teatral, según el profesor Sánchez Noriega, consiguió trasladar al cine un determinado ritmo y sentido del gag, así como dotar a su actuación de una peculiar economía de gestos. “En su cine no hay tiempos muertos. Todo está hilvanado para conseguir un efecto”, explica.


Chaplin, además de interpretar, escribía las historias, las dirigía, componía la música y supervisaba la fotografía. Sus películas tenían un éxito arrollador en todo el mundo. “El Chaplin cómico lo vemos en los cortos pero luego, en los largos, aunque hay elementos de pantomima y de humor, éste nunca es angelical ni edulcorado, sino que pone a sus personajes en conflictos serios”, explica Sánchez Noriega.

Así es, su personaje del vagabundo casi siempre cuestiona la autoridad; combate las injusticias; se burla de los poderosos y protege a los pobres y débiles. En definitiva, una denuncia de la desigualdad social que se vivía en su época.

Cuando comenzaron las películas sonoras, Chaplin comprendió que su pequeño vagabundo estaba destinado a morir junto a ese cine sin palabras. Y así fue. Aun así, en sus películas habladas, todavía encontramos huellas del viejo Charlot. Pero ahora, a los 125 años del nacimiento de su creador, todavía seguimos disfrutando de sus aventuras, de sus amores y sus desengaños. Y al final de cada una de sus peripecias, viéndolo alejarse hacia el horizonte con su bombín, su bastoncillo y sus enormes botas, siempre con la esperanza de encontrar un mañana mejor.


Sábado 5 de abril
20:35 La quimera del oro (The Gold Rush, 1925)
21:45 Selección TCM: Charles Chaplin (2014)
22:00 El gran dictador (The Great Dictator, 1940)

Sábado 12 de abril
20:35 Luces de la ciudad (City Lights, 1931)
22:00 Candilejas (Limelight, 1952)

Sábado 19 de abril
21:05 El chico (The Kid, 1921)
22:00 Tiempos Modernos (Modern Times, 1936)

Sábado 26 de abril
14:55 La quimera del oro (The Gold Rush, 1925)
16:05 Luces de la ciudad (City Lights, 1931)
17:25 Tiempos Modernos (Modern Times, 1936)
18:50 Candilejas (Limelight, 1952)
21:05 El chico (The Kid, 1921)
22:00 Selección TCM: Charles Chaplin (2014)
22:15 El gran dictador (The Great Dictator, 1940)


Fuente: EL MUNDO

miércoles, 9 de abril de 2014

Parejas de cine: Mickey y Ava

Mickey y Ava
Ante todo hay que puntualizar que Mickey Rooney se casó en ocho ocasiones y sus primeras nupcias fueron con Ava Gardner en 1942.

La pareja se conoció en 1941, en plano auge de la carrera de Rooney, cuando el mundo estaba en guerra y Hollywood necesitaba las películas gansas y encantadoras de su pesonaje: baratas, rentabilísimas, despreocupadas. Rooney estaba rodando Chicos de Broadway con Judy Garland en Nueva York y Ava Gardner, que era entonces una opositora al sistema de Hollywood. La chica visitó el rodaje y, en el acto, encendió los ojos de Rooney que, según Life's too shortbiografía de Rooney, llevaba un vestido de mujer y tacones en ese momento.

Ava era una chica de 19 años de pueblo, muy guapa pero, según Rooney, un poco envarada sexualmente, de un envaramiento que su primer marido relacionaba con su origen de señorita sureña. 




Fuente: El Mundo

martes, 8 de abril de 2014

1 año sin Sara Montiel

Artículo de elpais.com de VÍCTOR NÚÑEZ JAIME 13 OCT 2012.


El ático donde vive se extiende por toda la séptima planta de un edificio en el elegante barrio madrileño de Salamanca. Las rojas paredes están saturadas de cuadros y fotografías de marcos dorados o plateados, y en las mesillas y vitrinas se apretujan objetos de cristal, cerámica y mármol. Preside el salón una enorme pintura del mallorquín Joan Miquel Roca Fuster. Es ella, desnuda, apenas ataviada con un velo, en medio de una escena onírica. Antes que su dueña, aparece con sigilo Cuchi, un caniche enano gris. “Es la tercera mascota que tengo. Y todos se han llamado Cuchi: cuchi-cuchi-cuchi”, interviene Sara Montiel, que entra en escena procedente de su dormitorio y ofrece la mano derecha para saludar.

Lleva un vestido blanco y unas sandalias con incrustaciones doradas. Sus uñas –postizas– son verdes. Su pelo, rojo, recogido con una coleta. Acaba de lavarse la cara, no está maquillada. Solo se ha puesto un poco de Nivea sobre la piel bronceada, “secuela del verano en la playa”, cuenta. Se sienta, delicada, en un sillón gris de flores, suspira y coloca las manos sobre el regazo. Ahí está. Es Saritísima, la última diva.

Tiene 84 años (“nunca he ocultado mi edad”) y afirma –categórica– que sigue estando vigente. Amadrina este fin de semana el festival de cine de Almería AWFF, que además rinde tributo a su contribución al western. Y no piensa bajarse de los escenarios. “En primavera me pongo a dar conciertos. Y me va muy bien. Pero en diciembre y enero no hago nada, ¿eh? El año pasado hice seis galas. Me quieren mucho en toda España. Estoy dos horas en el escenario y todos salen encantados. Y no hago nada para cuidar mi voz”, dice mientras enseña orgullosa un póster de una actuación en Zamora del pasado junio. Aparece recostada, cubierta por una sábana rosa pálido y con un puro en la mano.


“Introducing Sarita Montiel”, decían los créditos de ‘Veracruz’ (Robert Aldrich, 1954), su debut en Hollywood. No era la actriz principal, pero se convirtió en uno de sus reclamos. Abajo, con el protagonista, Gary Cooper, con quien aclara que no tuvo un romance.
No había quien financiara la película. “¿Para qué recuperar los cuplés?”. El productor Juan de Orduña escuchaba una y otra vez la misma pregunta. Tras tanta insistencia, su hermano logró conseguir un pequeño crédito gracias a un aval. Sara Montiel acababa de hacer Yuma en Hollywood y, previa advertencia sobre las limitaciones de rodaje, viajó a Barcelona para protagonizar El último cuplé.

Orduña quería que una “cantante profesional” doblara a la actriz en todas las canciones que tenía que interpretar, pero no hubo quien aceptara sin que le pagaran en el acto. Así que la protagonista tuvo que hacerlo. Pidió a la orquesta que bajara medio tono para adaptarse a su voz y comenzó a entonar Nena, Clavelitos, Ven y ven.

Fueron tres meses de rodaje llenos de obstáculos. Los decorados eran de cartón. Hubo a quien le tocó usar un vestido de papel. Se hacía una única toma de cada plano porque no había película para más. Un día, el director estadounidense Anthony Mann, entonces esposo de Sara Montiel, visitó el plató y, al ver la precariedad de medios con la que se trabajaba, concluyó que la cinta estaba destinada al fracaso. “Nunca había trabajado en condiciones tan malas. Después de haber estado en México y EE UU, esto era pésimo”, recuerda ahora la actriz, quien al acabar la filmación se fue a Nueva York.

Transcurría la primavera de 1957 y el teléfono comenzó a sonar con noticias inesperadas: “La película es todo un éxito. El cine Rialto está a reventar. La gente tiene que comprar las entradas con varias semanas de antelación. Esto ya es un fenómeno social”. ¡Por fin! Sara Montiel llevaba años soñando que un día, no muy lejano, fuera recibida en un aeropuerto por una multitud de gente y de fotógrafos (“como le ocurría a Sofía Loren”). Y ese día había llegado. Un gentío alborotado y decenas de flases le dieron la bienvenida en Barajas.

A partir de entonces, el éxito fue estratosférico. Comenzó a protagonizar una cadena de melodramas musicales. Puso su tarifa: “Un millón de dólares por película”. Ella misma elegía las canciones que iba a interpretar. También el vestuario, para que estuviera a juego con la escenografía. Y hasta el horario de trabajo: “Porque me negué a volver a madrugar. En México y EE UU tenía que levantarme a las cinco y media o seis de la mañana. ¡Nunca más!”. Se olvidó de Hollywood: “En todas partes cayó El último cuplé como una avalancha y en todas partes triunfó. ¿Quién, en un caso así, querría volver a hacer de india?”.

Jamás tuve relaciones amorosas con Gary Cooper. Fuimos amigos, y ya. Si hubiera querido, habría hecho el amor con él, pero no quise”
Se dicen muchas cosas de Sara Montiel. Se dice que exigía una media, a manera de filtro, en todas las cámaras que captaban su imagen. “¿Tú crees? Es ridículo. Solo pido luz blanca directa a la cara. No necesito nada más para salir estupenda. Tengo una maquilladora, es verdad, pero me da muy poco fondo, me gusta muy tenue. Así ha sido siempre”.

Se dice que usa peluca. “Uuuuy, ¡mira el pelo que tengo! A mi edad tengo mucho, ¿comprendes? Ahora, cuando voy a la televisión me pongo como una leona, ¿eh? Me lo rizo muy bien y ya está”.

Se dice que en realidad no canta. “No sé quién comenzó a difundir eso de que me doblaban. ¡Nunca! Mira: tal vez no sea la mejor cantante, pero sé interpretar. Y muy bien. He grabado unas novecientas canciones. En 1969 hice Sara Montiel en persona para que el público fuera a verme, porque no me conocían, solo me habían visto en la pantalla. Fue un poco, también, para callar ese rumor de que yo no cantaba”.

Se dice que es aficionada a la cirugía plástica. “¡Jamás! Pero si no tengo arrugas. Algunas líneas de expresión, sí. Muy finas, pero no son arrugas. No tengo bolsas ni ojeras. No me he hecho nada en la cara, ¿ves? Yo no soy como las de ahora, todas operadas. Se ponen unos morros impresionantes. Yo no me pongo morcillas. ¿No has visto que hay algunas que parecen patos? Ay, me hacen mucha gracia”.

Se dice que pasa sus días en sendos rituales de belleza. “Para nada. Mi madre me decía: ‘Ay, hija mía, cuando seas mayor vas a tener la piel de lagarto’. Porque me lavo la cara nada más que con jabón, el que sea, y después, loción para hidratar. Siempre por la mañana. Tengo los poros muy finos y nunca he tenido problema. Soy muy blanca, piel delicada, fina, pero sin arrugas. Y me maquillo muy poco. Eso sí, me pinto bien los ojos y la cejas”.


Sara Montiel, caracterizada de María Luján, fumando y esperando en un destartalado cabaret de Barcelona en ‘El último cuplé’ (Juan de Orduña, 1957), gran éxito internacional del cine español. Aquí nació su estrella.

Se dice que intimó demasiado con Marlon Brando. “Ah, eso es por los huevos de Marlon. Lo conocí en 1951, en una película que él hacía con Frank Sinatra. Luego nos volvimos a ver cuatro años después, cuando él rodaba Sayonara. Una vez le dije: ‘Yo hago unos huevos fritos con ajos, a lo manchego, ¡que pa qué te cuento!’. Y ahí quedó la cosa. Como a las dos semanas, a las cinco de la mañana, Margareth, una criada divina, negra del sur, que teníamos Anthony Mann y yo me despertó: ‘¡Señora, Marlon Brando está en la cocina!’. Pues salí, le hice unos huevos fritos con ajos y un café que me salió buenísimo. Luego él no paraba de decir: ‘He comido huevos manchegos, huevos de la tierra de Don Quijote’. Muy majo. Compartíamos también el gusto por México, donde él había hecho ¡Viva Zapata!, pero nada más”.

Se dice que fue amante de Gary Cooper. “¡Ay, por favor! Jamás tuve relaciones amorosas con él. Fuimos amigos, y ya. Cuando lo traté, yo estaba con Severo Ochoa. Es cierto que si hubiera querido, habría hecho el amor con Gary Cooper. Pero no quise”.

En resumen, “se dicen muchas mentiras”, aclara, “y ninguna me ha afectado. Estoy acostumbrada”.

Sara Montiel estuvo a punto de no nacer. Cuando su madre supo que estaba embarazada por segunda vez, decidió que era mejor “que el niño no viniera al mundo”. Los tiempos “estaban muy difíciles” como para que la familia creciera tan rápido y, a escondidas, salió de su pueblo para abortar. Pero nadie se dio cuenta de que en el vientre tenía dos placentas. Le sacaron una y la otra siguió creciendo. “Fíjate: tal vez hubiera podido tener una gemela o gemelo”. No lo tuvo, pero sus padres se encargaron de que ella tuviera suficiente presencia. Por eso se llama María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isidora Abad Fernández.

En 1928, Campo de Criptana (Ciudad Real) era un pueblo humilde que subsistía gracias a la agricultura. Al estallar la Guerra Civil, los Abad Fernández se fueron a Orihuela (Alicante), y ahí la futura estrella comenzó a estudiar en un colegio de monjas, donde sor Leocadia le enseñó a cantar. Antonia tenía 16 años cuando en la Semana Santa de 1941 cantó una saeta que escuchó el periodista José Ángel Ezcurra, fundador de la revista Triunfo, y quiso conocerla.

"El gran amor de mi vida ha sido Severo Ochoa. Pero fue un amor imposible. Clandestino. Estaba casado y, además, no pegaba que él estuviera investigando y yo haciendo películas"
Ezcurra le puso una profesora de canto y la animó a presentarse a un concurso. Interpretó La morena de mi copla y ganó. Luego la llevaron a Barcelona para hacer unas pruebas de cine, y debutó, no sin ciertas reticencias, con Empezó en boda, al lado de Fernando Fernán-Gómez. “Fue el primero que me besó. Yo tenía 16 años y no sabía. Y me explicó cómo se hacían las películas. Yo creía que se hacían como se ven: del principio al final”.

Pensó en Alejandra como nombre artístico. Pero al ilustrador Henrique Herreros no le gustó. Requería un “apellido contundente”, como Montiel. Por su parte, ella recordó que su bisabuela se llamaba Sara, un nombre que le agradaba. Así nació Sara Montiel. Y así la llamaron por primera vez en la revista Primer Plano.

Llegaron más películas. En Locura de amor, por ejemplo, hizo de “mala malísima”. “Pero ahí el público comenzó a notar que en realidad yo estaba buenísima”. Sentía, con todo, que su carrera de actriz no despegaba. Un día, el dramaturgo Miguel Mihura (“mi primer amor, el hombre que me hizo mujer y al que volvía loco en la cama y dejaba como un trapo”) la recomendó a la productora Hispamex, que la contrató para hacer Furia roja en México.

Sara Montiel llegó al Distrito Federal acompañada por su madre en abril de 1950. “¡Ay, qué país México! Qué sitios, qué comida, qué gente. Una industria cinematográfica muy profesional, en plena época de oro. ¡Y la gente se podía divorciar! Una realidad que contrastaba con la España cutre que teníamos. Al instante me hice famosa. Cómo no, si me pusieron al lado de Pedro Infante. Hice tres películas con él. Y me hice mexicana, claro. Todavía tengo mi carta de nacionalidad en la caja fuerte. Cuando me casé con Tony Mann, en Los Ángeles, me casé con mi otro pasaporte, el mexicano”.


Vendiendo flores y enamorando aristócratas, Montiel se consolidó como ‘sex symbol’ hispano mundial con ‘La violetera’ (Luis César Amadori, 1958). Ya era la actriz mejor pagada de España.
Se había ido a EE UU sin hablar inglés (“lo aprendí fonéticamente, apuntando los diálogos como debía pronunciarlos”) para hacer películas como Veracruz y Serenade, donde conoció a Mann. Pero tras el éxito de El último cuplé centró su vida artística en España, hasta que en los setenta dejó de filmar. “Después de Cinco almohadas para una noche me di cuenta de que el destape no era para mí. Era muy vulgar. Tuve muchas ofertas, pero no acepté”.

México contaba con refugiados españoles de primer nivel. Gracias a José Puche, que había sido ministro de Sanidad en la República de Juan Negrín, Sara Montiel empezó a rodearse de intelectuales. Ella, que nunca ha sido “mujer de escuela y universidades”, tuvo “al mejor maestro”: el poeta León Felipe. “León no soportaba que yo no supiera leer bien, que fuera tan ingenua, inculta. Me daba libros de historia de México. Y yo los leía, los copiaba. Así aprendí a leer y escribir. Me puso a estudiar teatro. Se enamoró de mí. Pero… yo no. Y creo que le decepcioné. A sus tertulias acudía gente como Alfonso Reyes o Pablo Neruda. Un día me presentó a Diego Rivera y a Frida Kahlo. Jamás imaginé estar con gente así”.

Tampoco imaginó conocer a Hemingway. “Fuimos a Cuba a grabar unos exteriores y [la mecenas] María Luisa Gómez Mena organizó una cena para el equipo en su mansión. Invitó a más gente, entre ellos a Ernesto. Al acabar, salieron los criados con unos puros. Él cogió dos y me dijo: ‘No sé por qué me da que tú vas a fumar muy bien. Como la señora Gómez Mena, muy elegante’. Uy, yo casi me ahogo con el humo. Y él me dijo: ‘No tienes que tragarlo: no debe llegar más allá de la punta de tu lengua’. Y eso he hecho hasta ahora. Fumo de vez en cuando. Y sé que lo hago con la mano muy bien puesta. Hay mujeres que cogen el cigarro mal, arrugado, pero yo lo hago con la mano estirada. Me lo ha dicho mucha gente, y sé que tengo ese don.”

"Una estrella no iba al supermercado a comprar un kilo de carne y unas zanahorias con unos pantalones cualquiera y la camisa por fuera. Hoy sí. Por eso la gente no les tiene respeto"
La estrella siempre tiene planes. “Guardo 150 vestidos de noche. Cuando tenga tiempo y ganas, haré una exposición con ellos. Cogeré a dos o tres modelos y haré una fiesta a beneficio de algo. También pienso vender esta casa. Ya es de mis hijos, y la quieren vender. Iremos al piso de la plaza de España”.

Tiene una memoria precisa. “Es demasiada. A veces no quisiera tenerla. Me acuerdo muy bien de todo, y eso no a todos les gusta”. Cuando empieza a ver las fotos incluidas en su autobiografía Vivir es un placer (Plaza & Janés, 2000) recuerda fechas y circunstancias en que fueron tomadas. “Me veo y digo: ‘¡Coño!, ¿yo era así?… ¡Madre mía!”.

Tiene dos hijos y el recuerdo de muchos que no fueron. “He tenido 11 abortos. El último, a los 51 años. Intenté e intenté parir, pero no pude. Al final adopté a Thais y Zeus, a los que amo con todo mi corazón. En 1959 casi lo logré. Tenía una panza enorme de ocho meses y me caí al salir del estudio de mi marido. De culo, sentada, empecé a reír: ¿Pero será posible? ¿Seré tonta? A las cuatro horas empecé a sangrar como un cochinillo al que le rajan el cuello. Me hicieron una cesárea. El bebé había muerto en el momento en que me caí. Me dijeron que tendría secuelas debido al edema de Quint, y así fue. Me quedaba embarazada, pero a los tres, cuatro, cinco meses…, todos los perdía causa de una inflamación en los tejidos blandos”.

Tiene nostalgia de sus amores. “Cuatro matrimonios y, ¡uy!, ya perdí la cuenta de los novios. El primero fue Miguel Mihura. Yo tenía 17 años y él 40. A León Felipe lo quise, pero no me enamoré. El gran amor de mi vida ha sido Severo Ochoa. Pero fue un amor imposible. Clandestino. Lo vi por primera vez en el consulado mexicano de Nueva York y me gustó de inmediato. Y yo a él. Pero estaba casado y, además, no pegaba que él estuviera investigando y yo haciendo películas. ¿Qué iba a ser mi vida con él? ¿Él en su laboratorio y yo tomando el té con las esposas de otros científicos? No. Con Tony Mann estuve casi siete años, hasta que nos divorciamos porque cada uno tenía sus planes. Chente [el empresario José Vicente Ramírez García-Olalla] fue un error. Quería que dejara mi carrera y se apropió de buena parte de mi dinero. Pepe Tous fue mi gran compañero, ¡27 años juntos! A él le debo el impulso de la faceta de cantante y principalmente que fue un gran padre para mis hijos hasta el último de sus días”. ¿Y ahora? “Tengo un amigo con derecho a cosquillas. No digo más”.


Con la comedia ‘Cinco almohadas para una noche’ (Pedro Lazaga, 1974) dejó el cine. “El destape no era para mí”, explica la actriz. “Era muy vulgar. Tuve muchas ofertas, pero no acepté”.
El sol entra por la ventana mientras Sara habla en su rincón favorito, un sillón floreado donde ve películas en una pantalla de 85 pulgadas durante horas. Allí se esfuerza por explicar por qué ella no es “alguien normal”.

“No soy la clásica señora. En absoluto. Estoy escribiendo y grabando cosas que publicaré luego o cuando muera. Tengo 84 años, ya no tengo mucho tiempo, soy consciente. Pero desde hace 54 años [cuando triunfó El último cuplé] no ha salido nadie como yo, que haga las taquillas que hacía yo. Tengo una placa en un cine de México porque estuve tres años con El último cuplé. Y eso no vuelve a repetirse. Mi éxito, lo que me pasó a mí, llegar a lo que llegué, ya es muy difícil”.

Y la época que usted protagonizó, ¿tampoco volverá? “Ya no. Porque se acabó el glamour de antes. Era otra manera de lanzar a las estrellas. Los estudios nos cuidaban mucho. Nos protegían. Una estrella no iba al supermercado a comprar un kilo de carne y unas zanahorias con unos pantalones cualquiera y la camisa por fuera. Hoy sí. Y por eso la gente no les tiene respeto. Ahora la gente no se mata por ver a una estrella, las tienen en anuncios, en la tele…”.

Ella sigue cuidando sus apariciones públicas. “Siempre visto de rojo, negro o blanco, un consejo que me dio Marlene Dietrich”. Disfruta hablando horas sobre su trayectoria. Pero siempre se guarda algo. Ha sido la primera española en Hollywood. Es la última diva. “Hay que mantener el misterio”, concluye.

Artículo de ELMUNDO.es



Sara Montiel (1928-2013) fue, por derecho propio, la gran estrella del 'star system' español. Actriz y cantante, 'Saritísima' triunfó en el Hollywood dorado, mientras edjó en el cine patrio otros personajes memorables como 'La Violetera' Soledad Moreno o aquella diva Maria Luján que cantaba su 'último cuplé'.

Montiel trabajó en medio centenar de películas y gabó casi una treintena de discos. Además de protagonizar sus grandes éxitos en nuestro país, triunfó en el Hollywood dorado bajo el nombre de 'Sarita Montiel', interpretando a su racial Nina en Veracruz, con Gary Cooper y Burt Lancaster-

En España protagonizó uno de los grandes éxitos del cine español 'El último cuplé' (1957), por cuyo 50 aniversario recibió un homenaje en Miami. Pronto se convirtió en todo un mito erótico, una artista que interpretaba seductoras canciones a la estela de un puro: 'Fumando espero', 'Bésame mucho', 'La violetera' o 'Amado mío'.

En la meca del cine americano firmó contratos millonarios para Warner Bross y United Artits, trabajó con directores como Anthony Mann -su primer marido- y enamoró en la pantalla a galanes como Cooper, Lancaster o Charles Bronson.

Además de Mann, su azarosa vida sentimental incluye otros cuatro maridos. Tras cuatro años de matrimonio con Mann (se separó en 1961 y obtuvo la nulidad en 1963), en 1964 se casó con el productor José Vicente Ramírez Olalla y en 1979, tras nueve años de convivencia, contrajo matrimonio con el industrial mallorquín Pepe Tous -el amor de su vida, según la propia Sara, fallecido en 1992 y con el que adoptó dos hijos: Thais y Zeus.

En 1993, ya viuda, se reencontró con el actor italiano Giancarlo Viola, amigo íntimo y acompañante ocasional de sus viajes. Entre medias, se volvió a casar con Tony Hernández, un cubano de entonces 39 años, declarado admirador de la artista y de dudosa reputación. De este atípico personaje se separó en 2003.

Siempre incluía entre sus amores imposibles al premio Nobel de Medicina Severo Ochoa, al poeta León Felipe, al dramaturgo Miguel Mihura, al cineasta Mario Camus, o incluso a Ernest Hemingway.

Orígenes
De origen humilde, María Antonia Abad Fernández nació el 10 de marzo de 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real-La Mancha) y desde sus tiempos de colegiala en un internado de monjas y el colegio en Orihuela (Alicante), ya deseaba cantar y ser actriz.

Muy jovencita la escucharon durante una procesión de Semana Santa de Orihuela unos directivos de la productora Cifesa, que ofrecieron a la entonces Sarita -huérfana de padre- quinientas pesetas mensuales para contribuir a su preparación artística.

Se trasladó con su madre a Madrid y recibió clases de dicción y canto. Allí fue descubierta, con solo 15 años, en un concurso de jóvenes talentos por Vicente Casanova, fundador de la emblemática Cifesa.

En 1944 y junto a su hermano Manuel, debutó con el sobrenombre de María Alejandra de la mano de su primer representante Enrique Herreros, quien después le puso el nombre artístico para 'Te quiero para mí', película de Ladislao Vajda que rodó al lado de Fernando Fernán Gómez.

Siguieron 'Bambú' (1945), de José Luis Sáenz de Heredia, con el que repitió en 'Mariona Rebull' (1946); 'Don Quijote de La Mancha' (1947), de Rafael Gil; 'Locura de amor' (1948) y 'Pequeñeces' (1949), ambos filmes de Juan de Orduña; y 'El capitán Veneno' (1950), de Luis Marquina.

Hollywood
En 1950 marchó a México, donde participó en 13 películas y obtuvo un gran éxito con los directores Miguel Delgado ('Cárcel de mujeres', 1951); Emilio Fernández ('Reportaje', 1953); y Juan J. Ortega (su recordada 'Piel canela', 1953, y 'Frente al pecado de ayer/Cuando se quiere de veras', 1954).

EEUU fue su siguiente meta y allí intervino en largometrajes como 'Veracruz'(1954), a las órdenes de Robert Aldrich; 'Senade/Dos pasiones y un amor'(1956), de Anthony Mann; y 'Yuma'(1957), de Samuel Fuller; entre otros.

La artista regresó a España en 1957 para intervenir en 'El último cuplé', la cinta más emblemática de esta manchega con la a que será siempre recordada. Trabajó con directores como Luis César Amadori en 'La violetera' (1958), 'Mi último tango' (1960) y 'Pecado de amor' (1961); Tulio Demicheli en 'Carmen la de Ronda' (1959) y 'La mujer perdida' (1966); Alfonso Balcázar ('La bella Lola', 1962); Rafael Gil en 'La reina del Chantecler' (1963) y 'Samba' (1964); Ladislao Vajda ('La dama de Beirut', 1965); Luis Marquina y Jorge Grau ('Tuset Street', 1968); Mario Camus ('Esa mujer', 1969) o Juan Antonio Bardem ('Varietés', 1971).

A partir de los setenta se volcó en la música. Grabó discos, ofreció sonadas actuaciones en directo ('Bésame mucho', 'Sara y... punto', 'Saritísima', 'Saritízate', 'Sara de La Mancha' o 'Ven al Paralelo'), espectáculos muy ovacionados, con los que recorrió España y América. En EEUU consiguió subirse en el Hall Lincoln Center de Nueva York.

En 2000 presentó su biografía 'Toda una vida' y, dos años más tarde, el volumen 'Vivir es un placer', ambos escritos por Pedro Manuel Villora. Dos años después se estrenó el documental 'Sara, una estrella' (2002), sobre su vida personal y artística.

Pese a ser una de las más longevas estrellas del cine español, Sara Montiel se mantuvo muy activa hasta los últimos meses, sin faltar a fiestas y homenajes. El año pasado, protagonizó en Nueva York un homenaje en el Cervantes por el medio siglo de El último cuplé. El mes pasado, la gran diva del cine había cumplido 85 años.

La Doña, María Félix cumple 100 años

Tal día como hoy nació y murió María Félix. La actriz mexicana fue muy famosa en su época, toda una leyenda, y también estuvo en España. 

La tarde del 7 de abril de 1997, María Félix asistía un acto en su honor en el Primer Festival de Cine de Madrid. Eran las ocho de la mañana cuando sonó el teléfono de la suite del hotel Ritz: “¡Me pedían que pagara el desayuno! Tengo dinero para pagar, pero… ¡¿qué desorganización es esta?!”, soltó con su voz grave y honda ante un centenar de periodistas, dejando claro su temperamento durante la rueda de prensa que dio ese día.

Había pasado medio siglo desde que la gran diva del cine mexicano —que cumpliría 100 años el próximo martes— visitó por primera vez este país. En el verano de 1947 vio en primera fila de la plaza de toros de Linares cómo un toro de casi media tonelada acabó con la vida de su amigo Manolete. Luego, bajo la dirección de Rafael Gil, protagonizó Mare Nostrum, la primera de las seis películas que realizó en España. Para entonces, buena parte del público hispano ya se había rendido ante la imponente belleza de “la mexicana” que un lustro antes se había adueñado de las pantallas cinematográficas.

María era una veinteañera, recién llegada a la ciudad de México, cuando se topó en la calle con el director de cine Fernando Palacios. “¿Le gustaría hacer cine, señorita?”, le preguntó. “Si me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande”, contestó ella. La puerta grande no tardó en abrirse, y en 1942 estelarizó El peñón de las ánimas al lado de Jorge Negrete. Pero el éxito le llegaría con Doña Bárbara, basada en la novela del venezolano Rómulo Gallegos, un personaje que, a partir de entonces, interpretaría delante y fuera de las cámaras. Dura, altanera, dominante, hembra-macha, “María Félix nació dos veces: sus padres la engendraron y ella, después, se inventó a sí misma”, dijo un día Octavio Paz.

Con la fama empezó la sucesión de hombres en su vida. “Yo los escogí a todos. Por eso los podía dejar cuando quería. ¿Luchar por un hombre? ¡Hay tantos!”, se ufanaba. Se casó cuatro veces, pero sus amores más sonados fueron los que mantuvo con “el charro cantor” Jorge Negrete y con el compositor Agustín Lara, quien le hizo “un himno”. Cuentan que, una madrugada, Lara llamó al cantante Pedro Vargas y al violinista Eulalio Uranga para que le ayudaran a interpretar “una canción divinamente cursi” que le acaba de escribir a su mujer. Mandó pedir también un piano blanco, y en el jardín de la mansión de la diva, los tres comenzaron la serenata: “Acuérdate de Acapulco / de aquellas noches / María bonita, María del alma…”.

El romanticismo de Agustín Lara, sin embargo, era eclipsado por los celos. “¿Cómo no tenerlos —decía— si es mía, pero todo el mundo se fija en ella? ¿Cómo no tenerlos —agregaba lleno de inseguridad— si yo soy más feo que muchos de sus pretendientes?”. Una noche, iracundo, cogió una pistola, entró en la habitación conyugal, donde María se estaba maquillando, y le disparó. Falló y, por un instante, la actriz se aterró. “¡Flaco cabrón!” le gritó, y le echó de casa.

Hizo 47 películas entre México, España, Italia y Francia, pero nunca cedió a la tentación de Hollywood. “Solo me ofrecían papeles de india. ¡Y yo no nací para llevar canastas!”, sostenía. Dejó los platós cinematográficos en 1970 y se dedicó a vivir de su leyenda. Cada tanto iba a los programas de televisión para desparramar sin tapujos sus recuerdos. Recorría festivales internacionales de cine y pasaba algunos meses del año en su casa de París. La mañana del 8 de abril de 2002, el cante Juan Gabriel (quien le había compuesto otro “himno”, María de las Marías) la llamó por teléfono para felicitarla por su 88º cumpleaños. “La Doña todavía no se ha despertado”, le dijo el mayordomo. La Doña ya estaba muerta. Nació y murió el mismo día, como si lo hubiese planeado.

Meses después, cuando se supo que le había dejado todas sus propiedades y dinero a su joven asistente, Luis Martínez de Anda, y nada a sus hermanos, estos pidieron que se exhumara el cadáver “para comprobar que María no fue envenenada”. Los forenses la sacaron de la tumba en directo para la televisión y no tardaron en decir que “murió por una insuficiencia cardiaca”. Sus familiares dejaron de hacer ruido y el heredero comenzó a subastar los muebles, los cuadros, los vestidos y las joyas de la diva. Muchos de esos objetos fueron comprados por fans. “El próximo martes inauguraremos un museo, cerca del aeropuerto del DF, donde todo el que lo desee podrá ver el patrimonio que hemos podido rescatar con nuestros propios recursos”, dice Alejandro Martínez Cadena, presidente del Club de Admiradores de María Félix. La lujosa casa donde La Doña vivió durante casi 50 años, en el elegante barrio de Polanco de la capital mexicana, fue derruida el pasado mes de marzo. Hoy es un descampado de unos 500 metros cuadrados y pronto será un edificio de pisos caros y ostentosos.


Fuente: El País

lunes, 7 de abril de 2014

Fallece Mickey Rooney

Mickey Rooney, quien fuera una de las estrellas infantiles más famosas de la historia de Hollywood, ha fallecido por causas naturales a los 93 años, según confirmó la Oficina del Forense del condado de Los Ángeles. La salud del intérprete se había deteriorado desde hacía tiempo.



Rooney era una figura popularísima en Estados Unidos y su imagen de crío gamberro y a la vez viejo cascarrabias ha pasado de generación en generación mientras él seguía trabajando en cine, televisión y teatro, y acumulaba candidaturas y premios.

Es complicado encontrar una carrera interpretativa en Hollywood tan prolífica como la de Mickey Rooney, que debutó en un musical a los 17 meses, que empezó en el cine en 1926, cuando las películas eran mudas, y que, en la actualidad, tenía varios proyectos pendientes. Rooney rodó más de 200 largometrajes en una carrera que comenzó con 6 años con un pequeño papel en el filme mudo Not to Be Trusted (1926), y en estos momentos trabajaba en el filme The Strange Case of D.r Jekyll and Mr. Hyde.

Mickey Rooney nació como Joseph Yule júnior en Nueva York en 1920, hijo de un escocés y una estadounidense que se dedicaban al vodevil, donde dio sus primeros pasos.  Cuando sus padres se divorciaron, Rooney viajó con su madre a California y en Hollywood comenzó a hacer cine bajo el nombre de Mickey McGuire. Ahí ya fue acumulando película tras película, trabajos que interpretaba mientras iba al colegio en el Hollywood Professional School, un colegio especializado en educar a niños actores.




En esos inicios, por ejemplo, encarnó al personaje de Clark Gable, cuando era niño, en El enemigo público número 1. En 1934 fichó por la Metro-Goldwyn-Mayer, con lo que apareció en títulos como El pequeño Lord, El sueño de una noche de verano o Capitanes intrépidos y el éxito le sorprendió en 1937, cuando encarnó a Andy Hardy, el hijo de un juez, en El honor de la familia. Lanzada como serie B, la película tuvo en cambio tanto éxito que tuvo 13 secuelas entre 1937 y 1946, y aún en 1958 se rodó otra más. En 1938 demostró su capacidad para personajes con más en enjundia en Forja de hombres, junto a Spencer Tracy, que también tuvo su continuación: La ciudad de los muchachos (1941).

Rooney se convirtió en el actor más taquillero en Estados Unidos en 1939, 1940 y 1941, apareció en la portada de la revista Time y recibió un oscar juvenil en reconocimiento a su trabajo. Son también los años en que conoció y empezó a trabajar con Judy Garland, su mejor amiga: “Nosotros no solo éramos un equipo, éramos magia”, contaba Rooney. 

Antes de incorporarse a filas en la II Guerra Mundial, paso que dio en 1944, el actor ya había sido candidato dos veces al Oscar: por Babe in arms (1939) y por The human comedy (1943). Lo sería después otras dos veces: por The bold and the brave (1956) y por The black stallion (1978). En esos momentos de gloria, y en contra de la opinión de Metro-Goldwyn-Mayer, donde veían que su fama crecía a la vez que sus problemas (económicos, de mal carácter dentro y fuera de los platós, de apuestas…), a sus 21 años, en 1942, se casó con otra actriz jovencísima, Ava Gardner (19 años), en un matrimonio que apenas duró un año.


Después de animar a las tropas en Europa, su vuelta a Hollywood fue la caída del mito. Su carrera se había desvanecido, él ya no era un adolescente, y a partir de entonces tuvo que conformarse con shows televisivos y personajes secundarios en el cine: desde Desayuno con diamantes a El mundo está loco, loco, loco, Pedro y el dragon Elliot, El corcel negro, Erik el vikingo, Babe, el cerdito en la ciudad, Noche en el museo o The muppets

A medida que su rostro envejecía, la estrella de Rooney parecía que se fuese apagando hasat que en la década de los 80 renació como Ave Fénix de las cenizas gracias al musical de Broadway Sugar Babies y la nominación al Oscar por su papel en The Black Stallion.

La pequeña pantalla fue la que mantuvo su fama de generación en generación, porque incluso en los ochenta y noventa trabajó en Vacaciones en el mar (1982), Las chicas de oro (1988), Se ha escrito un crimen (1993) o Urgencias (1998).

En lo personal: 

Su corta estatura (1,57 metros) nunca fue un impedimento para ser un auténtico seductor. Le gustaban las mujeres altas, voluptuosas y bien dotadas. Su primer matrimonio fue con una adolescente Ava Gardner (tenía 19 años) en 1942, sólo duraría un año. A ésta le siguió Betty Jane Rase de 1944 a 1948, Martha Vickers de 1949 a 1952, Elaine Devry de 1952 a 1958, Carolyn Mitchell entre 1958 y 1966, Marge Lane entre 1966 y 1967, Carolyn Hockett de 1969 a 1974 y con Jan Chamberlain con la se casó en 1978 y hasta su muerte. "Tengo tantas esposas e hijos que no sé en que casa pasar la Navidad", llegó a decir el actor.

Ava y Mickey

Sus ocho matrimonios, aunque nunca se arrepintió de ellos, sí que le costaron grandes sumas de diner al tener que pasar una pensión alimenticia a cada una de sus mujeres a excepción de Ava Gardner, la única que no le pidió nada tras su divorcio.


Poco caballeroso se vanagloriaba de sus conquistas a las que describía en algunas ocasiones con comentarios muy poco políticamente correctos. Como con Lana Turner de la que hizo gala de su capacidad para satisfacer a un hombre en la cama o de Marilyn Monroe de la que destacó su habilidad para el sexo oral.

Tras conocerse su deceso, el director de Night at the Museum 3, Shawn Levy, confirmó que el nonagenario actor había rodado algunas secuencias para esa secuela el mes pasado. La última película que había estrenado en la gran pantalla fue el thriller The Woods (2012).
Fuente: EL Mundo, El País, RTVE.es